Fue una ruleta rusa diaria

Por David Peinado

Cuando el cielo truena, el tiempo se detiene y el mundo se parte en dos; sientes el aire pesado y el ambiente tenso. Vivir en una zona de guerra es jugar a la ruleta rusa todos los días, no importa si eres hombre o mujer, un soldado o un civil; si estás detrás de una barricada o caminas rumbo a la tienda. No importa cuánto te escondas: si un misil te alcanza, en un par de segundos la vida se termina. Mientras que quienes impulsan la guerra continúan con vida, los que la pierden son seres humanos que les tocó estar parados en el momento y el lugar equivocados. Ese es el aprendizaje que me dejó compartir temporalmente esa circunstancia, aunque yo corrí con más suerte que muchos de ellos y sigo vivo. Me toca llevarme en la cabeza el sonido de una bomba de racimo y la imagen de las personas que dejaron de existir. Porque al final hago fotos para no olvidar.

“Un policía corre después de un bombardeo en el barrio de Saltivka, al norte de Járkiv. Fue la segunda ocasión que me tocó vivir un bombardeo. Llegué al sitio con otros colegas porque media hora antes habían sido atacadas unas bodegas. Pensamos que el peligro había pasado. Nos relajamos y comenzamos a prepararnos para regresar al departamento donde nos estábamos quedando. Qué equivocados estábamos”.

“Un hombre revisa su automóvil después de un bombardeo ruso en el centro de Járkiv. Al lado yace el cadáver de una mujer que murió durante el ataque. Ese día me acompañaban una colega española y uno argentino. Cuando cayó la primera bomba estábamos en la entrada del metro. De inmediato nos metimos a refugiarnos. Cinco minutos después salimos para fotografiar el lugar donde impactó el proyectil, a unas cuadras de distancia. Mientras caminábamos hacia allá comenzaron a caer más bombas. No podíamos quedarnos parados, teníamos que movernos. Fueron más de 15 impactos, algunos a 100 metros de nosotros. Fuimos afortunados y salimos indemnes.”.

“Impacto de un misil en el centro de Járkiv. Posterior a ese bombardeo, un grupo de colegas caminamos entre las calles para observar los daños que había provocado. Todos estábamos muy estresados. Los cuerpos de seguridad no se daban abasto y se escuchaban sirenas por todos lados”.

“La policía resguarda la zona donde cayó un misil en Járkiv. A diferencia de otras ciudades donde estuve con mis colegas mexicanos, como en Kiev y Dnipro, en Járkiv las bombas caían todo el tiempo, no solo en el día. Muchas noches mis compañeros y yo salíamos a fumar al balcón del departamento donde nos hospedamos. Teníamos las luces apagadas por seguridad. No se veía nada, sólo se escuchaban las bombas al caer”.

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