Fue el cofundador de uno de los grupos de culto más importantes de los años 80. Steven Brown, el saxofonista y pianista de Tuxedomoon, pero sobre todo leyenda de la música de avant-garde, charló con Underground una lluviosa tarde en Bruselas, ciudad en la que vivió 12 años antes de mudarse a Oaxaca, a donde llegó buscando “algo totalmente diferente”.
Le Cirio es un famoso restaurante tradicional de Bruselas, localizado a unos cuantos pasos de la majestuosa Grand Place, el corazón de la capital belga. El establecimiento fue concebido hace 138 años por un empresario italiano, Francesco Cirio, como una sala de degustación de productos de su país. Actualmente ese lugar es muy apreciado por su elegante arquitectura Art-Nouveau, sus espejos curvos, columnas doradas y acabados en mármol y madera.
El local ya era conocido cuando Steven Brown y sus compañeros del grupo Tuxedomoon se mudaron a Bruselas en 1981: Jacques Brel, el gran compositor e intérprete belga fallecido en 1978, solía tomar ahí una bebida llamada half en half, mitad vino espumoso y mitad vino blanco servidos en una copa larga o “flauta de champaña”.
Steven Brown eligió Le Cirio para la entrevista con este corresponsal. Es una tarde lluviosa. A ninguno de los dos sorprende ya el clima deprimente de Bruselas. Él vivió aquí 12 años. El estado del tiempo amerita, si acaso, un corto comentario y es todo. Está en la ciudad terminando la producción del que será su próximo álbum solista, el segundo tras El Hombre Invisible, que lanzó en 2022 y en el que aparecen como invitados Lila Downs, el trompetista de Tuxedomoon, Luc Van Lieshout, y el ex guitarrista de Rollins Band, Chris Haskett.
En este nuevo disco, comenta Brown, incluye una canción -que compuso con el guitarrista Benjamín Anaya- sobre Cherán, el pueblo michoacano que logró autogobernarse luego de expulsar a madereros ilegales, el crimen organizado, la policía y los partidos políticos. En otra de las piezas del álbum participa con su voz Sarmen Almond, del dueto electrónico mexicano Man in Motion, quien aprovechó que andaba de gira por Europa y se pasó a Bruselas para meterse al estudio de grabación.
“Lo que hago es que grabo casi todo el material en Oaxaca y luego vengo a Bruselas a terminar la producción con músicos de aquí“, comenta Brown. Su disquera de siempre, la iconoclasta Crammed Discs, que fundó el músico y productor Marc Hollander en 1980, está basada en la capital belga.
Pocos días después de la entrevista Brown regresó a México, su casa desde hace unas tres décadas. “Llevo viviendo más años en México que en Estados Unidos“, dice el maestro del piano y el saxofón nacido hace casi 72 años en Chicago, Illinois.
Resumir la carrera artística de Steven Brown es un ejercicio injusto para él y frustrante para quien lo hace. Desde 1977 que fundó con su compañero Blaine L. Reininger en San Francisco uno de los grupos más vanguardistas de su generación, Tuxedomoon, hasta El Hombre Invisible, su universo musical no ha dejado de expandirse y crear nuevos mundos sonoros.
Hay que contar los álbumes que grabó con Tuxedomoon (11 de estudio y muchos más en vivo, según Discogs), las bandas sonoras para películas y piezas de danza y el montón de material en colaboración con otros artistas que ha realizado sin parar desde 1983, además de aquellos proyectos que armó en México: Nine Rain, Cinema Domingo Orchestra, Ensamble Kafka, así como la producción de dos discos con la Banda Regional Mixe de Oaxaca.
Escribe Isabelle Corbisier en Music for Vagabonds: The Tuxedomoon Chronicles, un libro de referencia sobre la banda:
“En 1981, (los miembros de Tuxedomoon) huyeron de la América (conservadora) de Ronald Reagan y se establecieron en Bruselas, desde donde iniciaron una interminable exploración de Europa. Realizaron giras por pequeñas e improbables ciudades, así como por grandes urbes, publicaron inspirados discos e iniciaron numerosas colaboraciones. Tuxedomoon atrajo seguidores y adquirió estatus de culto, sin cesar en su búsqueda de un ‘hogar’ permanentemente esquivo y perdido, alguna otra América o la pintoresca Europa de sus fantasías. Con el tiempo desapareció la certeza de encontrar ese destino, pero se mantuvo la voluntad de viajar. Los miembros de Tuxedomoon son los vagabundos musicales de nuestros tiempos de nomadismo”.
–Siempre había querido preguntarle cómo fue que tomó la decisión de dejar Bruselas, el centro de su carrera con Tuxedomoon, para irse a vivir a México. Parece una decisión radical…
Sí. fue radical. Hubo dos razones: una, extrañaba el sol (risas) y dos, ya estaba hasta la madre de Bruselas.
Explica: “Bruselas era muy diferente en los ochentas. No te puedes imaginar. Quería cambiar… aunque años después me arrepentí porque si me hubiera quedado un año más hubiera obtenido mi carta de residencia. Pero yo pensé que nunca más regresaría a Bélgica, ¡jamás! Pensé que se había acabado ese capítulo. Y resulta que cada año regreso a Bruselas, como si fuera un episodio de The Twilight Zone (serie estadounidense de los años 60 conocida en México como La Dimensión Desconocida: Nota de la redacción).
“Yo me fui a México pensando que era un país socialista que me iba a dar una pensión por ser artista retirado. Y no fue así (risas)…
-¿En serio pensó eso? (risas)
Sí. Pero tuve que trabajar más… (risas)
-¿Y llegó directamente a vivir a Oaxaca?
No, llegué a la Ciudad de México.
-¿Pero como llegó la idea de escoger México?
En 1992 viajé a Belice desde Bruselas con un amigo y una amiga. Y para ir a Belice desde Bruselas pasas por México. Mi amigo Nicolás de plano se quedó en México. Le encantó México y dijo “yo aquí me quedo” y ya no fue a Belice. En ese momento buscábamos dónde vivir con otro clima, otro todo, y pensamos en Belice. Estuve allá tres semanas con mi amiga, pero no era para mí. Regresando a México yo también quedé asombradísimo. Pensé: “¡Wow! ¿qué es esto?, ¡otro planeta!”.
Toma una pausa y retoma: “Regresé a Bruselas y me quedé un año. Después me fui a México a vivir con mi amigo Nicolás. Nunca fue mi plan, pero ya sabes, caí en la trampa de México. Fue como una seducción. Me gustó mucho. Es un país muy diferente, el aire, la altura, la luz… todo. Y fue cuando decidí ‘aquí quiero vivir'”.
-Me dice que Bruselas era muy diferente en los ochentas. Recuerdo que entonces en México se escuchaban en el underground muchos grupos y géneros nuevos que salían de Bélgica, ¿cómo era la escena musical en ese momento?
Llegamos a Bruselas en el 81. Era como Europa del Este (entonces bajo la bota soviética). Gris. La poca gente que había en la calle hablaba francés y sólo francés. No había árabes, no había blacks, no había otra gente de color. Y había muchos viejitos y mujeres ancianas con perros. Era como una película de terror. Y nosotros estábamos aquí. No hablábamos la lengua, no sabíamos nada del país. Y con este clima casi todo el año, ¿qué puedes hacer?: suicidarte o trabajar. Nos pusimos a trabajar, a trabajar y a trabajar. Eso sí, había drogas y la mejor cerveza del mundo (risas).
(En YouTube se encuentra un reportaje de 1982, atribuido al programa Megahertz de la televisión francesa, en el que Blaine L. Reininger y Steven Brown afirman que “en la vida cotidiana (de los lugares con movida) uno sólo ve a la gente que sale a hacer sus compras al súper”, y “durante el fin de semana vas a un concierto que te parece uno más pero de hecho es -se vuelve- un momento histórico”).
-¿Entonces por qué vinieron a Bruselas y se quedaron tanto tiempo?
Estuvimos primero en Londres. Ahí hicimos Desire (su segundo álbum, grabado con Ralph Records, la disquera del colectivo conceptual estadounidense The Residents). Pero Londres fue un desastre. No queríamos estar ahí. Nos preguntamos ‘¿a dónde vamos?’. El bajista, Peter (Principle, fallecido en 2017), tenía una novia en Rotterdam. Dijimos ‘¡Vamos a Rotterdam!'”(risas).
Entusiasmado, continúa: “Allá encontramos una vivienda comunitaria de artistas que nos dieron espacio, pero después de seis meses nos echaron porque éramos muy raros para ellos (era una comuna artística de arquitectos llamada Utopia). Los holandeses son especiales (risas). Éramos bastante salvajes para ellos.
“¿Conoces La Reffinerie del Plan K?“, pregunta Brown.
(La Reffinerie era la sala de conciertos de Plan K, un centro de arte alternativo que existió entre 1973 y 1986 en una antigua refinería de azúcar al norte de Bruselas y donde se presentaron bandas hoy míticas como Joy Division, Cabaret Voltaire, Human League, Front 242, Echo & The Bunnymen, el propio Tuxedomoon e incluso el ícono beatnik William S. Burroughs).
Brown recuerda: “Ahí (en el Plan K) había una compañía de teatro que tenía la misma agente que nosotros en París: Maria Rankov. Le dijimos ‘¡Maria, ayúdanos, no tenemos dónde vivir, estamos en la calle!’. Por pura suerte este grupo de teatro se iba de gira a Brasil por seis meses y dejaba sus departamentos (dentro del Plan K). ¡Nos fuimos a vivir ahí!”.
Cuenta que cuando la compañía regresó, ellos ya habían decidido quedarse en Bruselas.
“Ya habíamos encontrado a Les Disques du Crépuscule (fundado en 1980 por Michel Duval y Annick Honoré, pareja de Ian Curtis, cantante de Joy División) y Crammed Discs (fundado en 1981 por Marc Hollander), dos disqueras independientes (de Bruselas) que apenas iban arrancando. Empezamos a trabajar con ellos y teníamos muchos conciertos por todo Europa. Era mucho mejor que en Estados Unidos. Nos trataron bien.
-Entendieron bien la propuesta innovadora de Tuxedomoon…
Sí. Teníamos incluso fans que conocían nuestra música. Para nosotros eso fue una sorpresa. Aquí tratan al artista como ser humano, no es como en Estados Unidos (risas).
-Usted ha hecho prácticamente toda su carrera dentro de Crammed, que es una pequeña compañía independiente hasta hoy. ¿Por qué haber elegido ese camino?
No empezamos con Crammed. En San Francisco grabamos con Ralph Records de los Residents. En Londres estuvimos con Charisma Records (del periodista y productor musical británico Tony Stratton-Smith; cerró en 1986). No fue una luna de miel, por desgracia. Y fue una pena porque nos llevábamos bien con la gente, pero no funcionó. Otra ocasión (en 1982) hicimos un disco con Phillips-Polygram. Un soundtrack para un ballet del (bailarín y coreógrafo franco-suizo) Maurice Béjart, que antes vivía en Bruselas, donde nos conocimos. Aparte de eso puro disco independiente”.
Las palabras de Brown se vuelven categóricas: “Queríamos hacer lo que queríamos, no lo que quiere la disquera para vender. Eso no es lo mío. Lo que hago no es para vender millones de copias. Nunca fue la idea de Tuxedomoon ni de ninguno de nosotros. Queríamos la libertad de explorar y hacer las cosas que hacemos a nuestro gusto. Cuando estás con una major (gran disquera) son ellos los que mandan”.
-Usted ha sido siempre un músico de vanguardia, ¿dónde encuentra usted ese espíritu en la escena actual? ¿Con la misma esencia que, por ejemplo, Tuxedomoon?
No se puede encontrar. La “vanguardia” ya no tiene mucho sentido hoy. Tú has cambiado; el mundo ha cambiado. Antes un grupo como Tuxedomoon tenía un perfil. Hoy en día hay demasiados grupos. Ya nadie compra discos, todo está en internet gratis. Ya no hay ningún incentivo para hacer algo así actualmente porque te vas a morir de hambre. Aun así, aquí en Bruselas hay artistas interesantes haciendo música contemporánea, sobre todo acústica, música para violín, piano, etcétera. Hay varios que me gustan mucho, como el belga Jean-Luc Fafchamps. Hay gente haciendo también música electrónica y electroacústica muy interesante. Pero es muy difícil saber o encontrar esta música porque hay demasiado allá afuera…
-Uno se pierde fácilmente ¿no?
Uno se pierde en el laberinto, sí…
-¿Y qué le parece interesante de México?
Me gusta la música tradicional…
-Usted ha trabajado con la Banda Mixe…
De Tlahuitoltepec, Oaxaca. Sí, trabajé seis años con ellos. Conocía Oaxaca como lugar de pintores. Lo que no sabía era que está lleno de música. Donde vivía, cada noche escuchaba música de alguna banda. Cada noche. Es música muy buena, muy ecléctica. Yo venía de Europa y conocía grupos de Los Balcanes como Kočani Orkestar. Ellos están allá haciendo discos, giras, películas. ¿Y aquí qué pasa? La mayoría no sale de sus pueblitos. Hablé con un amigo, Carlos Becerra, que era como mi agente, manager y socio, y me dijo “¿por qué no pedimos un apoyo del gobierno para hacer un proyecto con una banda de Oaxaca?”. Le dije “olvídalo”. Pero lo intentamos y el gobierno federal nos dio una beca”.
Relata lo que siguió: “Fui a la sierra mixe. Encontré a un amigo y le dije que buscaba una banda que quisiera trabajar, hacer giras y discos; que teníamos un apoyo económico. Caí con BRM, Banda Regional Mixe, con su director Leovigildo Martínez, que toca trombón. Mi idea era formar un grupo con ellos, integrarme. Pero me di cuenta que iba a tardar años. Resultó que Leovigildo ya tenía un grupo de jóvenes músicos. Me encantaron porque tenían muchas pilas. Estaban cantando y bailando.
“Hablé con Leovigildo y empezamos a trabajar con talleres. Ellos sabían leer música, pero no improvisar. Si no estaba escrito, no tocaban. Entonces les enseñamos a improvisar. Otro amigo dio clases de composición y de armonía. Yo trabajé con los clarinetistas. Y poco a poco comenzamos a componer música con ellos. Hicimos un disco, luego un DVD, luego otro disco, y los sacamos de Tlahuitoltepec a (la ciudad de) Oaxaca ¡y fue un gran éxito! La gente estaba encantada. Luego fuimos a Ciudad de México, luego a Europa -fuimos a Italia, a Rusia-. Logramos todas las metas de este proyecto y ahora son famosos y yo ya no estoy con ellos (risas)”.
¿Qué es lo primero que piensa con la siguiente palabra?
Al margen de la entrevista, este corresponsal le comentó a Brown que conoció su música por allá de 1988, comprando cassettes piratas de sus discos en el tianguis de El Chopo de la ciudad de México. Era la única manera para un adolescente de acceder al material alternativo en esa época. Por eso, en la dinámica de palabras que se le propone responder (lo que de inmediato se le venga a la mente), la primera de éstas es Spotify…
Contesta: Es el enemigo público número uno, sobre todo de los artistas. El robo del siglo. Es muy práctico y accesible. Todo mundo lo usa, lo sé. Pero no paga a los artistas.
Inteligencia Artificial: Como dijo Noam Chomsky: es una Xerox machine, una máquina copiadora. Es la misma mentalidad que Spotify. Es una máquina que se come toda la información que ya se ha generado en todo el planeta, la devora y ahora la vomita a demanda. El mundo digital cobra todo y quienes crean, nada.
Tuxedomoon: Fue mi boleto para conocer el mundo. Por eso llegué aquí, a Bruselas… todo empezó con Tuxedomoon.
Bruselas: Ahora que no vivo aquí veo que es una ciudad muy amable, muy accesible y muy sustentable, con una política super progresista. Ha cambiado mil por ciento desde los ochentas, y casi todo en un sentido positivo.
Oaxaca: La primera vez que fui a Oaxaca fue en 1972 en autostop (raid) desde Chicago a Mitla con un amigo. Nunca pensé que años después iba a quedarme a vivir ahí. Fue el destino. Yo llegué a vivir en 1993 a la Ciudad de México. Pero quería salir de ahí. Yo y un amigo, Alan, casi nos vamos a Jalisco, a un pueblito de la costa. Nos gustaba mucho esta zona. Finalmente dijimos: “vamos a ver qué onda en Oaxaca”. Hablé con Lila Downs. Le preguntamos: “oye, ¿no sabes algo de casas para vivir?”. Me dijo que su mamá tenía una casa que antes era restaurant y ahora quería rentar. La última casa que visitamos fue la de su mamá, Anita, en Atzompa. Hablé con la señora. Ella no sabía cuanto cobrar. Le ofrecimos mil pesos y nos dijo que sí. Una casa con un jardín grande. No era de lujo, no estaba en el mejor estado, pero por mil pesos… yo viví ahí varios años. Luego compré un terreno en San Pedro Ixtlahuaca e hice una casa con mi compañero y ya llevo 12 años en esa casa.
Palestina: Antes Tuxedommon tocaba en Israel. Pero en 2004 decidimos que iríamos allá hasta que ya no haya muro y los palestinos sean libres. Fue una lástima porque teníamos amigos ahí, buen público. Me gusta el país y todo, pero decidimos ya no ir y ¡ahora menos!
Narcotráfico: Los narcos están en todos lados: bienes raíces, agricultura, madera -como en Cherán, talando los árboles-, minería… Hay que legalizar todas las drogas, incluso las duras, y se acabó el problema. Si puedes ir a la farmacia, y comprar lo que quieres, no tiene sentido lo otro (el tráfico). Hace 100 años podías comprar opio, mariguana, cocaína, todo, en la farmacia, ¡y no se acabó el mundo! (risas)…
Trump (antes del atentado): Empecé a releer The mass psychology of fascism (La psicología de masas del fascismo), de (el psicoanalista austriaco) Wilhelm Reich, para entender cómo es posible que llegó a ser presidente. Reich lo escribió en los años 30 (1933) tratando de entender cómo alguien como Hitler podía haber llegado al poder. Ya lo había leído en la universidad. Y todo tiene que ver con una cuestión sexual. La gente que vota por personajes así son reprimidos sexuales atraídos por políticos bravucones. Es una explicación psicológica. La única que hay para entenderlo.