Alemania ha sido desde hace años un socio importante de México. En la lucha contra la crisis humanitaria que vive el país desde hace ya décadas el gobierno alemán ha brindado apoyo técnico y económico. Más recientemente en el programa de identificación de personas fallecidas no identificadas, dentro de la denominada crisis forense. Hasta la capital alemana han llegado a inicios de este año familiares de desaparecidos, quienes además de reunirse con la sociedad civil buscan pedir al gobierno alemán profundice el tema de los derechos humanos más en la relación bilateral y asegure que su trabajo de cooperación con México arroje resultados concretos y verificables que incluyan además la participación de la sociedad civil.
BERLÍN, Alemania.– Mónica Alejandrina Ramírez Alvarado salió de su casa en Ecatepec, Estado de México, el martes 14 de diciembre de 2004 a las 10 de la mañana rumbo a la universidad en donde estudiaba el último año de la carrera de psicología. Al salir dijo a su padre que volvería a casa temprano. Las clases habían terminado ese semestre y sólo tenía que recoger algunas calificaciones, entregar un trabajo final pendiente y encontrarse con algunas de sus compañeras para terminar un trabajo pendiente.
Pero ese día no volvió más a su casa.
Por la tarde de ese 14 de diciembre, las amigas de Mónica -que tenía en ese momento 20 años- llamaron por teléfono a su casa para preguntar por ella, pues nunca llegó a la universidad. Entonces la alarmas se dispararon y su padre, junto con el esposo de su hermana, salieron esa noche a recorrer hospitales pensando que le hubiera sucedido un accidente.
“En esos momentos uno no sabe qué hacer. En ese tiempo menos. No había nada de nada. No había delitos por desaparición. ¡Nada! Hemos luchado para que se vayan haciendo leyes, se tipifiquen los delitos de desaparición o secuestro, en fin, todo. Pero antes antes no había nada. Uno llegaba al ministerio público y había que esperar las 72 horas de rigor y luego ver si querían levantar un acta”, explica en entrevista Adela Alvarado, madre de Mónica Alejandrina.
Dos días después de su desaparición, los padres de la joven comenzaron a recibir mensajes telefónicos solicitando un rescate ante un aparente secuestro. La familia completa se movilizó y comenzó a hacer el trabajo de investigación y localización que la autoridad no hizo. Así lograron atar los cabos de lo que le había sucedido a Mónica Alejandrina: dos compañeros de la universidad fueron los autores intelectuales de su secuestro, ejecutado por un grupo criminal (los Gaona) conformado por sicarios y policías de la entonces Agencia Federal de Investigaciones (AFI), la de Genaro García Luna, hoy condenado en Estados Unidos por delitos de narcotráfico.
Su caso se configuró como desaparición forzada porque estuvieron involucrados policías locales que nunca fueron investigados judicialmente. Su familia creó la Fundación Mónica Alejandrina, desde donde acompañan a otras familias que buscan a sus seres queridos.
A Mónica Alejandrina no la han encontrado ni viva ni muerta. “La seguimos buscando. Hay un acta de defunción de una joven que nos da luz de que probablemente sea ella. Desde hace más de dos años estamos buscando que los restos sean exhumados pero como están con otros ha sido muy difícil…”, explica Adela Alvarado.
Cinco años después, en febrero de 2009 en Tulancingo, Hidalgo, otra familia, la del empresario Juan Carlos Lozada Mahuem, viviría una tragedia similar. El 7 de febrero de ese año un grupo de delincuentes entró a robar a su casa. Juan Carlos, de entonces 43 años, llegó en ese momento. Sus hijos, que se encontraban en Ciudad de México, recibieron una llamada de él quien sólo atinó a decirles que habían entrado a robar y temía por la seguridad de su esposa. No volvieron a saber de él.
“No sabemos realmente lo que pasó porque sólo estaba él. Sólo nos marcó por teléfono para decirnos lo que había pasado y no supimos más de él. Suponemos que pensó que a mi mamá le había pasado algo y salió tras ellos… pero realmente no sabemos lo que pasó”, explica Juan Carlos hijo, quien en aquel momento tenía 18 años.
Días después los criminales se comunicaron con la familia para exigir un rescate, el cual se pagó pero Juan Carlos nunca regresó. A partir de ese momento la familia se dedicó a buscarlo.
“A partir de su desaparición nos enfrentamos a demasiados retos para poder buscarlo. En ese año no existía en el estado una ley de búsqueda, una ley de desaparición ni ningún mecanismo para poder ayudarnos a buscarlo. Fue un camino muy complicado que iniciaron mi abuela y mi madre. Pero los años van pasando y mi abuela murió sin encontrar a su hijo”, narra en entrevista Juan Carlos Lozada, quien como hijo recibió la estafeta para seguir buscando a su padre desaparecido.
El caso de este joven ilustra lo que tienen que enfrentar los miles de menores que quedan huérfanos cuando alguno de sus padres desaparece en México: al no estar más presente el proveedor, tuvo que interrumpir sus estudios. Los planes de ingresar a una universidad a estudiar cambiaron no sólo para trabajar sino para quedarse al lado de su madre y abuela y apoyar en la búsqueda de su padre. Su hermana menor tuvo que dejar el país por cuestiones de seguridad.
Juan Carlos Lozada fundó en 2011 el colectivo Juntos por Hidalgo, que forma parte del Movimiento por Nuestros Desaparecidos en México. “En el colectivo hacemos la búsqueda con familias y este es uno de los procesos más difíciles porque las búsquedas e identificaciones las estamos haciendo las familias y no los responsables de hacer ese trabajo”, explica. Hasta el momento más de 150 familias se han unido al colectivo aunque Juan Carlos estima que hay más de 700 personas desaparecidas en su estado.
“En el estado de Hidalgo el tema de la búsqueda es muy difícil. Existe mucho miedo y en muchos casos, especialmente acá, las familias deciden no buscar más por temas de seguridad”, dice.
Adela Alvarado y Juan Carlos Lozada llegaron hasta Berlín, Alemania, luego de participar en el primer Congreso Mundial sobre Desapariciones Forzadas que tuvo lugar la semana pasada en Ginebra, Suiza. En la capital alemana participarán en un evento organizado por Amnistía Internacional, la organización Pan para el mundo y la Coordinadora Alemana por los Derechos Humanos en México sobre -justamente- desapariciones forzadas. Pero también se reunirán con representantes del ministerio del exterior del gobierno alemán para plantear la realidad del problema y pedir al gobierno alemán que incluya en tema con mayor fuerza en la relación bilateral.
“(La relación bilateral) no es sólo inversiones y comercio ni una ratificación del acuerdo global. Es también que México sea un socio confiable de Alemania, y para ello también tiene que poner atención a la situación de construcción de paz, de derechos humanos, de justicia en el país. Eso también es parte del paquete de ser un socio y un amigo internacional”, explica Mariano Machain, coordinador de incidencia internacional de Servicios y Asesoría para la Paz (SERAPAZ), organización que acompaña a Adela Alvarado y Juan Carlos Lozada en este viaje.
Y es que, la crisis de violencia en México no cesa. No lo hizo durante la pasada administración de Andrés Manuel López Obrador ni en lo que va de la Claudia Sheinbaum. Según datos oficiales, la cifra de personas desaparecidas en el país supera ya los 120 mil casos. Y el número oficial de personas fallecidas no identificadas pasó de 52 mil a 72 mil. De ahí que para las organizaciones civiles y las propias víctimas sea importante que los socios de México se involucren más en el tema.
“Sentimos que ese capítulo de la conversación entre el gobierno alemán y el mexicano está un poco rezagado. Podría ser mucho más fuerte y presente. Reforzar más. Reconocemos que al gobierno alemán sí le importa el tema, apoya a la sociedad civil mexicana para que nos organicemos y podamos trabajar y apoyar a las víctimas. Eso sí lo está haciendo y lo viene haciendo desde hace años. También apoya en México en la cooperación técnica en un aspecto puntual que es la identificación de personas fallecidas no identificadas, pero creemos que el diálogo político podriá incluir más este tema y llevarlo al mismo nivel del compromiso que Alemania está mostrando con la sociedad civil y la cooperación técnica”, concluye Machain.
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