Bien acompañadas: latinas tejiendo redes contra la violencia en Europa

Esta es la historia de muchas: una mujer latina migra a una nueva vida en Europa. Llega con o sin documentos, con o sin el idioma, con o sin su gente. En ese tránsito se encuentra con otra frontera, una que desarma su camino y ocurre donde nadie más puede verla. Su pareja, al principio amoroso, se vuelve celoso. El ciclo de violencia crece, la atrapa, y ella queda sola.


Ante la vulnerabilidad y soledad que puede vivir una mujer migrante y víctima de violencia de género, surgen las redes de cuidado, las redes que sostienen.


Estas redes, creadas por quienes las han necesitado, se extienden a través de los cinco países mapeados en esta investigación, España, Francia, Alemania, Bélgica y Reino Unido. En estos se crean lazos de apoyo y supervivencia, de consejos prácticos y escucha, para que muchas más puedan decir: No estoy sola, estoy bien acompañada.


Estas redes pueden pasar desapercibidas para quienes no forman parte de ellas, pero son vitales para miles de mujeres latinas. En Alemania, una comunidad online acompaña el proceso de una madre peruana que sufre violencia psicológica. En el Reino Unido, una mujer colombiana empieza a sanar en sesiones de pintura recreacional. En España, las trabajadoras del servicio doméstico se acompañan tomando té. En Francia, una joven mexicana cuenta el peligro que corren las mujeres si no conocen los mecanismos de denuncia en su país de llegada. En Bélgica, una inmigrante venezolana encuentra un lugar seguro en un salón de belleza.


Estas redes no solo ofrecen contención emocional, sino que, en muchos casos, son el único puente hacia los sistemas de ayuda estatales. Y aunque en ciertas ocasiones las instituciones brindan herramientas adecuadas para combatir la violencia, los espacios comunitarios creados entre mujeres son fundamentales para sanar, reconstruirse y acompañarse.

Esta investigación inicia en un grupo de Facebook dirigido a Latinas viviendo en algún país de Europa. Entre anuncios de pisos en alquiler, y consultas sobre niñeras o mejores gimnasios en la zona, aparecían destellos de un problema: Eran denuncias y peticiones de ayuda de mujeres que no sabían a dónde más acudir. 

Sus historias

Da click en las ilustraciones para conocer sus historias.

El patrón era evidente y entre más se buscaban, más historias de violencia doméstica aparecían. Venían de todo tipo de mujeres, de edades diversas, algunas con documentos, otras con hijos, otras que no sabían hablar el idioma del país de residencia. Algunas se habían casado con hombres europeos, otras hablaban de parejas con las que habían emigrado y otras de encuentros fugaces pero dolorosos. Algunas contaban que ya habían denunciado a sus agresores, otras decían que no se atrevían o no sabían cómo hacerlo. Entre todas esas historias, había un hilo conductor: todas buscaban ayuda. Buscaban a otras mujeres que las entendieran y las aconsejaran, buscaban el soporte que no estaban encontrando en el Estado. 

Esas denuncias en los grupos de Facebook hablaban de una realidad silenciada, porque la violencia de género sigue latente alrededor del continente. 

Las migrantes latinas en Europa escogen acompañarse para no caminar solas. Lo hacen en espacios físicos y digitales, en organizaciones y entre amigas. Lo hacen porque juntas van a estar bien acompañadas. 

Latinas “invisibles” en las estadísticas, visibles en la resistencia

Las mujeres latinoamericanas representan ya una minoría significativa en Europa. En Madrid, una de cada siete personas es latinoamericana. En Londres, es la comunidad migrante que más ha crecido desde el año 2000.


Sin embargo, no todos los países están contando qué migrantes están viviendo en sus ciudades. Según la información obtenida en solicitudes de transparencia, Francia y Bélgica no desagregan datos por país de origen, ni siquiera en ciudades altamente internacionalizadas como Bruselas donde seis de cada diez residentes son extranjeros.
En el resto de los países analizados, las cifras también son limitadas, excluyen a algunas nacionalidades o solo proveen datos por subregiones (Centroamérica, Suramérica, etc).

Esto es un gran problema. Al no ser “contadas”, las mujeres migrantes prácticamente desaparecen de la institucionalidad, sobre todo cuando se trata de violencia de género.


En la mayoría de casos, los gobiernos europeos no ofrecen datos sobre la nacionalidad de las víctimas o su estatus migratorio, haciendo que sea muy difícil dimensionar el problema y medir el impacto real que tiene la violencia de género en la comunidad latina migrante.


Esto es lo que las administraciones públicas de Alemania, Bélgica, España, Francia y Reino Unido saben sobre las latinas migrantes.

Ante la desprotección sistemática, las mujeres latinoamericanas han comenzado a tejer sus propias redes de apoyo. Algunas nacen con el objetivo explícito de acompañar a sobrevivientes de violencia; otras surgen de encuentros informales como una clase de salsa, una charla en el mercado, una reunión escolar, y se transforman en espacios de refugio, contención y resistencia. Estas redes son autogestionadas, mutables y potentes. La resistencia se construye desde el apoyo mutuo, desde compartir lo cotidiano: cómo encontrar una médica que hable español, cómo tramitar papeles, cómo sobrevivir al desarraigo, cómo dejar a un agresor.


Frente a la invisibilización, las migrantes crean redes vivas.

Para leer la investigación completa visita el sitio de Bien Acompañadas.

CRÉDITOS
Somos un grupo de periodistas latinoamericanos, integrantes de la Red Latam de Jóvenes Periodistas de Europa y parte de la Red Latam de Jóvenes Periodistas. Todes somos migrantes y actualmente vivimos entre Alemania, España, Bélgica, Francia y Reino Unido.
Goldy Levy (Coordinadora)
Laura Valentina Cortés (Reportera Reino Unido)
Alondra Aguilar (Reportera Alemania)
Laura Seco Pacheco (Reportera Francia)
Sebastián Rodríguez (Reportero España)
Lucrecia Cisneros (Reportera Bélgica)
Camila Albuja (Reportera de datos)
Julio Melgarejo (Reportero de datos)

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