El pasado domingo 28 de septiembre, a la altura del periférico de Bruselas, en un tramo al suroeste de la capital belga, los conductores no daban crédito a lo que veían: un cuerpo pendía detrás de una señal de tráfico, suspendido con una cuerda a varios metros del suelo.
La policía acordonó la zona. El cadáver pertenecía a un hombre joven, atlético, de rostro caucásico. En su bolsillo, un documento de identidad albanés. Su nombre: Bekim Halilaj.
Muerte y mensaje
La impactante escena generó de inmediato una pregunta: ¿quién querría que el cuerpo estuviera allí, a la vista de todos?
Según reportó el medio belga 7sur7, el hallazgo se produjo en condiciones “inusuales” y el hombre colgado “no era un ciudadano cualquiera”. Horas más tarde del macabro hallazgo, la Fiscalía de Bruselas confirmó que la víctima tenía antecedentes por tráfico de drogas en el Reino Unido. Había sido parte de una red albanesa condenada en Southampton por introducir cocaína de alta pureza en el mercado británico.
Halilaj fue detenido por la policía de ese país en 2017, mientras que el jefe de la red de traficantes para la que trabajaba fue arrestado en Bélgica en 2019 y extraditado a Reino Unido. Halilaj fue condenado a siete años de prisión. Fue finalmente expulsado del país y se trasladó a Bélgica.
Fuentes citadas por el medio belga RTL aseguran que vivía discretamente en las afueras de Bruselas, en un departamento compartido, y que no tenía empleo fijo. Pero su nombre, al parecer, seguía circulando en los entornos donde la droga se mueve en grandes cantidades.
El eco de los cárteles
El periódico en albanés Gazeta Express, el más importante de Kosovo, fue más lejos y calificó el hecho de “ejecución con firma criminal”, comparándolo con los métodos usados por los cárteles latinoamericanos. Según el periodista albanés Artan Hoxha -citado por la RTL-, Halilaj habría sido “secuestrado, ejecutado y colgado como advertencia tras la pérdida de un importante cargamento de cocaína; ‘esto es lo que pasa si intentas hacernos daño’, ¡ese es el mensaje que se quiere transmitir!”.
Las autoridades belgas, cautelosas, no lo descartan. “Las circunstancias son sospechosas, y la hipótesis de un ajuste de cuentas está siendo examinada”, declaró a la misma fuente un portavoz de la Fiscalía de Bruselas. El propio medio 7sur7 tituló sin rodeos: “El hombre encontrado colgado en el Ring de Bruselas era un traficante de cocaína albanés”, reforzando la idea de que su perfil criminal y su final podrían estar conectados.
Vida en tránsito
Bekim Halilaj tenía, según algunas fuentes, 28 años; 29 mencionan otras. Nació en Tropojë, en el norte montañoso de Albania, una región conocida por su diáspora y, en algunos círculos, por el surgimiento de redes criminales con ramificaciones en toda Europa. A los 17 emigró a Reino Unido. Trabajó en restaurantes, en la construcción, y luego —como tantos jóvenes de la periferia albanesa— se involucró en una red de narcotráfico.
Después de una investigación de nueve meses, la policía británica detuvo una camioneta Astra el 21 de abril de 2017 en Southampton. En ella encontraron en compartimentos ocultos cocaína con un valor de 140 mil libras esterlinas (unos 185 mil dólares) y 30 mil libras en efectivo (40 mil dólares). Dos miembros de la banda fueron arrestados.
Tras ese operativo, la policía llevó a cabo un registro en un inmueble donde detuvo a Halilaj y confiscó cocaína que valía en el mercado 10 mil libras esterlinas (13 mil dólares). Fue arrestado y, como ya se mencionó, condenado a siete años de cárcel por tráfico de drogas. La condena lo marcó y, tras su liberación parcial, buscó rehacer su vida en otro país. Bruselas fue su último destino.
“Bekim no era un criminal peligroso, era un joven que se equivocó”, dijo su hermano Redi en una entrevista con la cadena de televisión albanesa Top News, negando que su muerte tenga relación con el crimen organizado. La familia, residente aún en Albania, sostiene la hipótesis de un suicidio. “Había estado deprimido”, insistió el hermano.
Duda y silencio
Pero los investigadores no están convencidos. En el sitio del hallazgo no se encontraron rastros de lucha, pero la disposición del cuerpo —colgado con una cuerda gruesa, visible desde la autopista— no encaja con un suicidio común.
En las últimas semanas, fuentes policiales belgas han vinculado el hecho con una pugna interna entre redes albanesas que operan entre Amberes y Bruselas, en Bélgica, y Rotterdam, en Países Bajos, zonas clave en el ingreso de cocaína a Europa. Las rutas marítimas del Atlántico han vuelto más competitivo y violento el comercio de drogas, y los grupos de origen balcánico -según Europol- se han posicionado como intermediarios dominantes.
Advertencia
El escenario recuerda prácticas recurrentes de los cárteles mexicanos: exhibir el cuerpo de de sus enemigos o de quien falló, perdió una carga o traicionó a su grupo. Hasta hoy, la Fiscalía de Bruselas no ha cerrado la investigación. La autopsia está en curso, y los resultados podrían determinar si hubo signos de violencia previa o si el cuerpo fue colgado después de la muerte.
Lo que permanece claro es el simbolismo de la escena, inédita en Bélgica: un cuerpo expuesto en un punto visible de la capital europea, perteneciente a un hombre con antecedentes en el narcotráfico internacional.
