Con más de 120 millones de usuarios, Onlyfans es un fenómeno en las redes sociales. Esa plataforma creada en 2016 por un empresario británico para que los famosos compartieran con sus seguidores material exclusivo de su vida personal, se ha transformado en un exitoso proveedor de contenido sexual para adultos. Y es la gente normal la que ha encontrado en Onlyfans un medio para subsistir o completar sus ingresos e incluso para enfrentar sus inseguridades físicas. La novedad con Onlyfans, dice el sociólogo francés Fred Pailler, es la captación del trabajo sexual por las aplicaciones y plataformas digitales.
PARÍS, Francia.- Cuando abrió su página personal en Onlyfans, Lovia, una francesa de 24 años, estaba lejos de imaginarse que publicar contenido “erótico y soft porn” -como ella misma lo define- se convertiría en su principal fuente de ingresos dos años después.
Hoy, con la venta de sus fotos y videos íntimos, la joven de ojos claros y cabello rojo gana alrededor de dos mil euros mensuales (poco menos de dos mil 500 dólares al tipo de cambio actual). Tiene entre 100 y 500 suscriptores y su ingreso es muy variable, pero éste le ha permitido dejar atrás su precaria vida de gogo dancer en un club de striptease del sur de Francia. Los horarios nocturnos agotadores, los ingresos a veces nulos por la falta de clientes durante el invierno y los gastos de gasolina ya sólo son un recuerdo.
Lovia -que prefiere identificarse con este pseudónimo- cuenta por teléfono a Underground cómo Onlyfans le ha cambiado la vida. “Gracias a este nuevo ingreso, me mudé a una casa más grande, con mi propio cuarto para trabajar. Me compré un nuevo teléfono así como un anillo de luz”, el accesorio indispensable de iluminación para dar un toque profesional al contenido que sube a las redes sociales. “Me siento bien”, resume la joven que, como decenas de miles de internautas, se convirtió en creadora de contenido sexual remunerado a través de Onlyfans.
Creada en 2016, la plataforma -cuyo logotipo es un pequeño candado azul – fue ideada por Tim Stockely, un empresario digital británico, para que los famosos -músicos, cantantes o estrellas del cine- pudieran vender a sus seguidores un contenido privilegiado sobre su vida personal. Para los fans, la suscripción mensual varía entre 4,99 y 49,99 dólares mensuales y la fija el mismo creador de contenido.
En lo que va del año, Onlyfans registró un aumento exponencial del número de usuarios, coincidiendo con el encierro de gran parte de la población mundial por la pandemia. Actrices y cantantes como Bella Thorne y Cardie B contribuyeron también a dar visibilidad a la plataforma al abrir sus propias cuentas: Thorne, estrella de la productora Disney generó por ejemplo un millón de dólares en 24 horas gracias a las suscripciones.
Seducidos por la promesa del dinero fácil y la facilidad de uso de la plataforma, miles de internautas abrieron también sus cuentas para publicar contenido exclusivo para adultos que otros sitios como Instagram o Facebook prohíben. “Onlyfans se ha convertido en la versión porno de Instagram”, observa Fred Pailler, sociólogo e investigador en el Centro de historia digital C2DH de la Universidad de Luxemburgo.
En su política de uso ( https://onlyfans.com/terms#acceptable-use-policy ), Onlyfans precisa que no se debe usar el sitio para violar la ley o incitar a la violencia. En cambio se autoriza la publicación de contenido de tipo sexual, lo que llevó a Google y Apple a eliminar la aplicación de sus respectivas tiendas de descarga móvil. Desde entonces, Onlyfans funciona principalmente a través de su sitio web.
El éxito es tal que la plataforma reivindica actualmente un millón de creadores de contenido y más de 120 millones de usuarios que generan mensualmente miles de millones de dólares con las suscripciones de los internautas. Sin embargo, inscribirse en Onlyfans no garantiza automáticamente amasar fortunas como lo hicieron Bella Thorne o Cardie B.
“Buitres”
“Onlyfans ya era conocida desde hace algunos años en algunos sectores precisos: en el mundo de las aplicaciones gays y de los adeptos de las prácticas BDSM (vendaje erótico, dominación y sadomasoquismo’)”, apunta Pailler. Según él, la plataforma no es más que la “extensión de sitios como Xtube o Cam4 que construyeron la figura de la camgirl o del camboy (sexoservidores a través de una cámara web), y que se convirtieron en una especie de un manual de uso para que los amateurs produzcan un contenido porno de calidad profesional”.
La novedad con Onlyfans, recalca Pailler, es la captación del trabajo sexual por las aplicaciones y plataformas digitales. “El proletariado del trabajo sexual ya existía antes de Onlyfans: en los años 90 en Francia, por ejemplo, eran sobre todo mujeres precarias que trabajaban como teleoperadoras eróticas. Tenían un sueldo y no se les podía reconocer”, recuerda el especialista en entrevista con este medio.
Con el modelo de Onlyfans, en cambio, los usuarios son autoemprendedores y “hemos pasado a la producción de contenidos visuales que implican la creación de un personaje y la obligación de tener una comunidad de fans”, agrega Pailler.
Lilio es uno de estos nuevos proletarios del trabajo sexual. El día que habló por videollamada con este periodista, el joven francés de 19 años estaba en plena edición de un nuevo video pornográfico que filmó con su Iphone para su página de Onlyfans lanzada hace un año. “Conocí esta plataforma a través de Instagram. Vi que era para los artistas pero que la gente desviaba su uso para publicar contenido sexual. Entonces pensé que podría ayudarme a completar mis ingresos”, dice Lilio, quien ya publicaba contenido para adultos en Twitter, sin sacar ninguna ganancia de ello.
“Inicialmente abrí esta cuenta de Onlyfans para divertirme. Pero tuve que dejar de trabajar por problemas de salud y entonces se convirtió en una fuente de ingresos”. Da detalles de su oferta comercial: “Fijé la suscripción a mi cuenta en 10 euros mensuales. Tengo 23 suscriptores. Entonces gano alrededor de 200 euros, ya que la plataforma se queda con una comisión de 20 por ciento. ¡Son unos buitres!”, dice sonriendo.
Con 390 millones de dólares de ingresos entre 2019 y 2020, y 74 millones de dólares de ganancias (según cifras del rotativo británico Financial Times), Onlyfans se está convirtiendo en un negocio redondo. Además de las comisiones sobre las transacciones, la plataforma capta los datos personales de los usuarios que se inscriben a través de su cuenta de Twitter o de Google. “Los creadores de contenidos generan mucho más valor económico para las plataformas que para ellos mismos. Es el principio de estos sitios. En Onlyfans, uno ‘vende’ muy barato su cuenta de Twitter. Pero las ganancias que saca la plataforma con la cantidad de datos que recopila son mayores a las ganancias que pueden obtener los particulares”, subraya el investigador Pailler.
Y es que, además de producir fotos y videos que atraen a los suscriptores, los creadores de contenidos llevan consigo parte de su comunidad de fans acumulada en otras plataformas como Twitter, Instagram o Snapchat.
“Es uno de los inconvenientes de los sitios como Onlyfans: tenemos que hacer nuestra propia publicidad todo el tiempo”, lamenta Andrea, otra usuaria. “Por ejemplo, yo tengo seis mil suscriptores en Instagram, pero necesitaría al menos 50 mil para ganar más adeptos en Onlyfans. Se estima que sólo uno por ciento de nuestros ‘followers´ (seguidores) acepta pagar una suscripción ”, detalla esta francesa de 27 años que también habló con Underground.
Lovia, que cuenta con una comunidad de decenas de miles de fans en varias plataformas, comparte este sentimiento: “Tengo la sensación de estar las 24 horas enfrente de mi pantalla. Trabajo todo el tiempo, alrededor de 45 o 50 horas a la semana y me cuesta despegarme del trabajo. Y lo peor es que yo tengo mi propia comunidad de fans que debo atender. Hay otras mujeres que trabajan toda la noche porque tienen suscriptores que las solicitan desde otras partes del mundo. Si quieres ganar bien tu vida, no hay horario laboral”, constata.
Empoderamiento
Gary es un mexicano veinteañero que reside en la capital del país. Su llegada a la galaxia del exhibicionismo en línea fue un accidente. Hace dos años, un chico al que le había enviado nudes -fotos suyas, desnudo- las repartió a otras personas, sin su consentimiento. “Algunas personas me dijeron que no pasaba nada que se ventilaran estas fotos. Entonces alguna vez dije ‘de que las repartan ellos o las suba yo a la red, mejor que las suba yo para quitarles este poder’, recuerda.
Afirma que se “empoderó” exhibiendo su cuerpo en las redes y recibiendo halagos de sus seguidores en su cuenta de Twitter. “Era tímido y con mucha inseguridad emocional. También me estimuló para hacer ejercicio”, añade el joven.
Durante la pandemia, el número de sus followers se disparó hasta superar los 40 mil. Hace memoria: “Cuando alcancé cierta cantidad de seguidores, pensé ‘¿por qué no ganar dinero con eso?’. Abrió entonces su cuenta en Onlyfans, fijando una tarifa de 12 dólares mensuales. “Es como en el supermercado, puedes poner promociones”, cuenta.
“Con 61 suscriptores podría vivir de eso. Pero lo veo como un dinero extra, ya que tengo un buen trabajo en una marca de ropa internacional”, dice Gary, cuyas fotos y videos en la plataforma para adultos le generan mensualmente entre 10 y 12 mil pesos mexicanos (entre 500 y 600 dólares).
“Es lo interesante de estas plataformas”, recalca el sociólogo Pailler: “ahí cohabitan usuarios con motivos muy heterogéneos. Aunque muchos no se hagan ricos con estos sitios, se empoderan en el plano de la cultura sexual, se descubren, se exponen y conocen nueva gente”.
La francesa Andrea, por ejemplo, habla francamente del asunto: “Soy gorda. Y publicar fotos me ayudó a aceptarme y a darme cuenta de que nosotras también gustamos a los hombres”.
Al conversar sobre su actividad de camgirl en Onlyfans, Andrea precisa que ingresó a este mundo por gusto y no por necesidad: “Tengo una licenciatura en sicología y un máster en pedagogía. Y durante mis años de estudios publicaba muchas fotos en Instagram por pasión”.
Hoy en día, además de Onlyfans, la joven se exhibe en varias plataformas similares como Mym, Cam4 o Suicide Girls, que es una página especializada en fotos de mujeres con tatuajes y piercings. Si bien se gana la vida vendiendo fotos eróticas y puntualmente videos pornográficos, dichas plataformas le han brindado a Andrea un beneficio adicional: aceptar su cuerpo y percibirlo de manera positiva.
“La sociedad no acepta mi apariencia. Durante mucho tiempo no me atrevía a exhibirme. Pensaba que no podía hacerlo porque no soy flaca. Ahora me doy cuenta que existen todos tipos de gustos. A los que les gustan las gordas están contentos de verme”, detalla Andrea con entusiasmo. “Y Onlyfans permite vender fotos sin ser censurado como en Instagram o Twitter donde a veces los usuarios nos reportan”, agrega.
Punto de no retorno
Andrea advierte sobre los riesgos del trabajo de camgirl. Al igual que Lovia, la joven afirma dedicar cerca de 50 horas semanales en la producción de contenido para adultos. Abunda: “Desde el maquillaje hasta el montaje, ayer me tardé 6 horas en realizar un video. Muchos piensan que es dinero fácil, pero a los dos meses se dan cuenta que no y se van”.
La “uberización”, es decir el aislamiento y la dependencia laboral a una plataforma digital, no es el único reto al que se enfrentan los usuarios de Onlyfans. Todos los entrevistados subrayan que su actividad conlleva varios riesgos como el robo de contenido, el acoso o la estigmatización.
“Hay que pensarlo bien antes de abrir una página de Onlyfans. Se trata de estar desnudo, de lo íntimo. Y una vez que uno publica algo, no hay marcha atrás. Y existe siempre el riesgo de que el contenido sea copiado y filtrado”, advierte Andrea. “A una amiga -cuenta- le plagiaron 300 fotos en un sitio. Logró que las retiraran. Pero psicológicamente ha sido duro para ella”.
Contactada por Underground, la dirección de Onlyfans asegura que cuenta con un equipo legal para ayudar a los creadores de contenidos que fueron víctimas de plagio. Para proteger los derechos de los autores, el equipo de prensa de la plataforma dice que “informa a los servidores implicados y avisa a los motores de búsqueda”. Asegura, además, que en 75 por ciento de los casos logra que se retire el contenido plagiado en servidores de descarga y de almacenamiento de imágenes que infringen las reglas de derechos de autor.
“Siendo gorda y puta, recibo muchos comentarios negativos en las redes”, constata Andrea, quien precisa: “Me reprochan que normalice el hecho de ser puta. Me dicen ‘ballena’. Respondo con sarcasmos. A la gente no le gusta que el porno sea accesible. Hay mucha hipocresía. Estas plataformas visibilizan el trabajo sexual que estaba oculto”.
Lovia, por su parte, responde con naturalidad a los prejuicios de quienes menosprecian su actividad de camgirl. “Si una persona se siente bien al brindar placer a los demás, no es nada humillante. Es como ir al restaurante”. Lo que sí teme es la imposibilidad de regresar al anonimato: “Ya me han acosado y he llegado a estar en peligro. Si uno quiere cambiar de actividad existe el riesgo de que nos discriminen a la hora de buscar un empleo, aunque no haga nada ilegal y pague mis cotizaciones a la seguridad social”.
Lo que le pesa más es el aislamiento: “No trabajo en equipo. Algunos lo viven bien, yo no. No conozco a nadie más que haga lo mismo en la ciudad donde vivo. No tengo reconocimiento. Sufro de no poder compartir la satisfacción de esta actividad con personas en mi vida real”.
Lovia admite que de momento se sostiene totalmente de Onlyfans. Pero aspira algún día a abrir su propia estética, ya que cuenta con un diploma que la valida. Para ella, que no tiene familia que la ayude económicamente, la plataforma podría convertirse en un trampolín que le permita emprender un negocio relacionado con sus estudios. Y así librarse del estigma que aún pesa sobre las sexoservidoras.
DETRÁS DE LA HISTORIA
La multiplicación de las aplicaciones digitales nos permiten ahora pedir comida a domicilio, trabajar de taxista, buscar pareja sentimental, ubicarnos en cualquier punto del planeta o escuchar música. Invaden hasta las partes más íntimas de nuestra vida y muchas veces con fines lucrativos incitándonos a comercializar – o ‘monetizar’ – nuestras existencias.
Me enteré de la existencia de Onlyfans navegando por las redes sociales. Ahí constaté que varios usuarios tienen una cuenta pública, en Instagram o Twitter, en la que comparten sus opiniones o fotos de su vida común y corriente. Y que, aparte, proponen contenido por suscripción que, en muchos casos, es sólo para adultos.
De ahí surgió la duda de cómo estas personas -que pueden ser empleados, estudiantes o, en todo caso, que no son famosos o que no se identifican como sexoservidores- conciliaban su vida “cotidiana” con esta segunda actividad de creadores de contenido para adultos. Y más aún: hasta qué punto Onlyfans es o no una herramienta de empoderamiento.
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