Con casi mil 400 millones de habitantes, el continente africano no está recibiendo las vacunas que necesita contra el COVID-19 y ya enfrenta una “situación crítica”, advierte la Organización Mundial de la Salud. Hasta finales de mayo, África sólo había obtenido 40 millones de vacunas y apenas la mitad de ellas había sido aplicada en unos cuantos países. Peor aún, su principal proveedor, India, atraviesa una dramática ola de contagios y muertes y no podrá reanudar las entregas hasta finales de este año. Y ese “vacío” que genera una demanda “desesperada” por la vacuna es el escenario ideal para que florezca el tráfico de dosis falsas o robadas.
Bhekisisa, un medio independiente especializado en temas de salud y justicia social en África, realizó una serie de investigaciones en torno a esa cuestión. Underground obtuvo permiso para publicar en español algunos fragmentos de ese trabajo periodístico.
JOHANNESBURGO, Sudáfrica.- El viernes 6 de marzo de 2020, un día después de que Sudáfrica registrara su primer caso confirmado de COVID-19, y unas semanas después de que Egipto se convirtiera el 14 de febrero en el primer país africano en registrar una infección, la policía ugandesa detuvo a un curandero tradicional y a su hija en una aldea situada a 120 kilómetros al este de Kampala.
El portavoz de la policía, Fred Enanga, declaró al periódico ugandés New Vision que los detenidos “visitaron a varias familias (…) diciéndoles que habían descubierto una vacuna para la enfermedad del coronavirus (…) Las personas, sin saberlo, compraron dicha vacuna a un precio negociado con el vendedor antes de administrársela”.
El 19 de noviembre último se produjo un incidente mucho más siniestro en un almacén de Germiston, según Mlungisi Wondo, director en funciones de la unidad de cumplimiento normativo de la Autoridad Reguladora de Productos Sanitarios de Sudáfrica (Sahpra).
Según él, la policía rastreó una “carga sospechosa” desde el aeropuerto Oliver-Reginald Tambo hasta un edificio al este de Johannesburgo. Tras abrir un “montón de cajas”, un agente llamó a Sahpra para pedir ayuda.
“Nuestros inspectores llegaron allí y vieron jeringas precargadas; (tenían etiquetas que) estaban escritas en chino… Las dos personas que estaban en el lugar, que eran el dueño del almacén y el dueño chino del envío, fueron detenidos”, dice Wondo.
“Había claros indicios de que el contenido de las cajas se iba a vender como auténticas vacunas contra COVID-19”. Según Interpol, las “vacunas” estaban anunciadas para su venta en una aplicación china de redes sociales, WeChat, y se habían importado de Singapur como “inyecciones cosméticas”.
Wondo afirma que la policía, en colaboración con Sahpra, “sigue rastreando si hubo unidades distribuidas en el país. El riesgo ahora es que la gente se inyecte esas vacunas (falsas); no sabemos qué contienen porque todavía estamos haciendo las pruebas en el Laboratorio Nacional de Control de Bloemfontein”.
El 15 de enero pasado, la Agencia Nacional para la Administración y el Control de los Alimentos y los Medicamentos (Nafdac) de Nigeria dijo que estaba al tanto de la circulación de vacunas falsas en el país. El director general de la agencia, Mojisola Adeyeye, declaró en una rueda de prensa: “Nafdac pide al público que tenga cuidado. Nafdac no ha aprobado ninguna vacuna COVID. Las vacunas falsas… podrían matar”.
Dos semanas después, un tal “Dr. H. Losho de Lagos”, que también anuncia juguetes sexuales, ropa y zapatos, publicó el siguiente tuit: “Si está interesado en 2 inyecciones de la vacuna Covid a 50k cada una, contacte con @ad_de_moles. AstraZeneca. Llega en 2 semanas. Te regalan una tarjeta”.
Estos casos demuestran que África es un terreno fértil para la distribución de vacunas falsificadas y robadas. Y con la aparición de nuevas variantes del SARS-CoV-2 (el virus que causa el COVID-19), como la variante 501Y.V2 que se identificó por primera vez en Sudáfrica, las vacunas contra el COVID se convertirán en un producto aún más codiciado, porque, al menos hasta ahora, esas variantes han demostrado ser más infecciosas que la forma original del virus. Además, algunas son capaces de escapar a la inmunidad que inducen las vacunas actuales, lo que hace que aumente el temor -y la desesperación- por protegerse de esas variantes mediante vacunas ajustadas y recién desarrolladas.
Las estadísticas también muestran que el continente es extremadamente vulnerable a la delincuencia en relación con las vacunas: un informe de la Organización Mundial de la Salud (OMS) de 2018 señaló que, entre 2013 y 2017, casi la mitad de los medicamentos de baja calidad y falsificados se encontraban en África subsahariana, donde las regulaciones son débiles, las fronteras porosas y la distribución de productos farmacéuticos falsos a menudo no se considera un delito, a pesar del daño que causan.
“Hemos encontrado sustancias muy tóxicas en los medicamentos falsificados. En primer lugar, no curan, y luego se han visto casos de personas que mueren a causa del producto que estaban tomando”, afirma Cyntia Genolet, directora asociada de Compromiso con África, una iniciativa de la Federación Internacional de Fabricantes y Asociaciones Farmacéuticas (IFPMA). Esta organización representa a las principales empresas farmacéuticas del mundo, incluidas la mayoría de las que fabrican las vacunas contra el COVID-19.
Según el informe de la OMS, tan sólo los medicamentos falsos contra la malaria causan hasta 158 mil muertes al año en África subsahariana, y el mercado mundial de medicamentos de mala calidad o falsificados podría estar valorado en 200 mil millones de dólares, es decir, entre el 10 y el 15 por ciento del mercado farmacéutico total.
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La mayoría de las autoridades africanas, enredadas en las negociaciones para asegurar las vacunas y preparándose para la pesadilla logística de hacerlas llegar a la gente a través de vastos territorios donde las rutas de transporte son pobres y a veces inexistentes, no están ni mucho menos preparadas para salvaguardar las vacunas, según numerosas fuentes entrevistadas por Bhekisisa, entre las que se encuentran funcionarios de las fuerzas del orden, de inteligencia criminal, de aduanas y fronteras, representantes del gobierno y analistas criminólogos.
África tiene casi mil 400 millones de habitantes, según el último registro de población de Worldometers.
En un análisis realizado a finales de noviembre del año pasado, la OMS advirtió que “África está lejos de estar preparada para lo que será la mayor campaña de inmunización del continente”.
El análisis reveló que, basándose en los informes de todos los países, África tenía una puntuación media de 33 por ciento de preparación para el despliegue de la vacuna COVID-19, muy por debajo del punto de referencia deseado por la OMS de 80 por ciento.
La organización señaló que menos de la mitad de África había identificado “poblaciones prioritarias” para la vacunación y tenía planes para llegar a ellas, y sólo 44 por ciento tenía “estructuras de coordinación”.
Según el informe de la OMS, sólo 24 por ciento tenía “planes adecuados de recursos y financiación”, apenas 17 por ciento tenía preparadas herramientas de recogida de datos y seguimiento, y sólo 12 por ciento tenía planes de comunicación con las comunidades “para generar confianza e impulsar la demanda de inmunización”.
Maurice Ogbonnaya, analista de delitos y ex analista de seguridad del Instituto Nacional de Estudios Legislativos y Democráticos de la Asamblea Nacional de Nigeria, en Abuja, afirma que son precisamente estas insuficiencias, “lagunas” y desorganización las que podrían permitir a los grupos de delincuencia organizada (GDO) introducir vacunas falsificadas en las cadenas de suministro y robarlas.
Inspirada por una hermana adicta a la codeína, traficada ilegalmente en Nigeria, Ruona Meyer pasó más de un año infiltrándose en bandas que traficaban con productos farmacéuticos ilícitos en África Occidental.
Infiltrada como compradora, su contribución a un documental ganador de un premio Grammy en 2018, Sweet Codeine, dio lugar a varias detenciones y condenas, incluida la de un ejecutivo de una empresa farmacéutica.
“En África se dan todos los elementos necesarios para que florezca un mercado negro de vacunas”, dice Meyer. “La falta de recursos, de logística y de capacidad técnica significa que los despliegues van a tardar muchísimo en producirse. Eso da al crimen organizado el tiempo y el espacio necesarios para elaborar estrategias, adaptarse a las medidas de seguridad e introducir sus productos en las cadenas de suministro. La pobreza y la corrupción oficial que desgraciadamente imperan en toda África les facilitan mucho el trabajo”.
En su informe de investigación de julio de 2020, en el que analiza el impacto de la pandemia de COVID-19 en la infiltración del crimen organizado en la economía legal, la Oficina de las Naciones Unidas contra la Droga y el Delito (ONUDD) afirma: “Aunque ningún país es completamente inmune al fraude, los países con un alto nivel de corrupción corren un riesgo mucho mayor de verse afectados”.
Meyer añade: “Tampoco ayuda el hecho de que los trabajadores sanitarios de África, muchos de los cuales van a estar a cargo del suministro de vacunas, están muy mal pagados… Por supuesto que los delincuentes se aprovecharán de esto”.
El analista de inteligencia criminal de Interpol en África Oriental, John-Patrick Broome, afirma que los GDO están en una “situación ideal”, ya que cuentan con “redes y metodologías bien desarrolladas” para el contrabando de vacunas falsificadas, de baja calidad y robadas.
“Los medicamentos ilícitos están entrando en el mercado de África oriental principalmente a través de tres áreas clave. Está la evasión de la normativa, la criminalidad basada en la violencia y la corrupción… en varios niveles diferentes”, explica el ex funcionario de la policía de fronteras de las Islas Británicas.
“Las organizaciones de África oriental que tienen la responsabilidad de regular la legislación y las actividades de aplicación de la ley en torno a esta forma de delincuencia han visto que carecen de parte de la autonomía y los poderes que necesitan para hacer frente al comercio ilegal”.
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La ONU estima en un informe de 2019 que 75 por ciento de los medicamentos falsificados y de mala calidad que se venden en el mundo proceden de China, el mayor socio comercial de África, y de India, con la que el continente también mantiene estrechas relaciones. El mayor productor de vacunas del mundo, el Instituto Serum de la India, ya está fabricando vacunas COVID para la compañía farmacéutica AstraZeneca y China tiene al menos tres candidatos a vacunas, dos de los cuales ya están en distribución.
La ONUDD afirma que las mafias italianas y sicilianas llevan décadas traficando con productos farmacéuticos falsificados, de baja calidad y robados, en su mayoría procedentes de Asia.
Un investigador policial de alto nivel en el Reino Unido, que pidió no ser nombrado porque no está autorizado a dar información a los medios de comunicación, dijo a Bhekisisa a principios de diciembre: “La mafia está moviendo vacunas ilícitas en lugares de toda Europa”.
Confirmó que se habían establecido vínculos entre estas mafias y “bandas criminales de Nigeria, Marruecos, Egipto y Costa de Marfil”. La Camorra, por ejemplo, también ha estado activa en Sudáfrica. En 2014, cinco ciudadanos italianos vinculados a ella fueron detenidos cerca de Puerto Elizabeth y acusados de intentar vender herramientas eléctricas falsificadas por valor de millones de rands (la moneda sudafricana), informa el portal de noticias IOL (Independent Online).
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Bhekisisa ha hablado con un antiguo traficante de productos farmacéuticos ilegales en África Occidental, que ahora ayuda a las autoridades de ese país en las investigaciones.
Afirma que los GDO “simplemente esperan el caos, la desesperación y la falta de organización” en la distribución de vacunas para distribuir vacunas falsificadas o robar el producto genuino.
“Sus redes están activadas. Utilizarán las mismas redes, los mismos funcionarios corruptos que están utilizando (para otros productos ilegales). Tienen las plantillas y los envases que necesitan”.
Dice Meyer: “Ha habido casos en los que empleados de fabricantes de productos farmacéuticos venden envases de medicamentos auténticos a grupos criminales”.
El ex traficante habla de una “ruta bien establecida para el (analgésico) tramadol (ilegal)” entre Nigeria y la India “que está esperando ser alimentada con vacunas (falsas)”.
Afirma que existen vínculos entre “empresas de fachada en Nigeria y sus socios en India para intentar sustituir el tramadol por las vacunas COVID, ya que el dinero que se puede ganar es mucho mayor. Hablamos de un mil por ciento más de beneficio en una vacuna”.
Se burla: “Estoy seguro de que en algunos casos la policía y los soldados van a proteger vacunas malas (falsificadas o robadas)”.
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Según un informe de la OMS, en todo el mundo sólo tres de cada diez países tienen organismos reguladores de medicamentos que funcionan “según normas aceptables”. “Muchos países africanos no tienen sistemas de regulación (como el Sahpra de Sudáfrica) en absoluto. Eso es muy importante para garantizar que los medicamentos que entran en un país son seguros, y que también se puede controlar lo que ocurre después de que los medicamentos entran en un país”.
La OMS afirma que hay 54 autoridades reguladoras de productos médicos (NMRA por sus siglas en inglés) en el continente africano, pero que hay “distintos grados de capacidad entre ellas”.
Sólo una NMRA de África subsahariana -la de Tanzania- ha sido evaluada formalmente por la OMS. En 2018 otorgó al regulador del país de África Oriental un nivel de madurez 3, el segundo más alto en la escala de la OMS.
Andy Gray, profesor titular de la disciplina de farmacología en la escuela de ciencias de la salud de la Universidad de KwaZulu-Natal, dice que los informes anteriores de la OMS no han identificado qué NMRA africanos “eran aceptables y cuáles no, debido a la sensibilidad política, y la evaluación no se ha actualizado”. Las más maduras son, sin duda, las de Sudáfrica, Zimbabue, Kenia, Tanzania, Ghana y Nigeria”.
Gray, que también forma parte del Centro Colaborador de la OMS sobre Política Farmacéutica y Práctica Basada en la Evidencia, añade: “Hay cierta capacidad en Uganda, Botswana, Namibia y Zambia. Estoy menos seguro de los países francófonos, pero esperaría que hubiera cierta capacidad en Senegal y Marruecos, y quizá en Camerún, pero los lazos con Francia son más estrechos, y también lo es la dependencia de sus productos aprobados”.
Gray afirma que “no está lejos de la realidad” decir que sólo 10 por ciento de los reguladores de medicamentos africanos tienen “una capacidad moderadamente desarrollada”, y que 90 por ciento tiene “poca o ninguna capacidad”.
Este vacío en la regulación de los medicamentos, dice la OMS, deja a la mayor parte del continente expuesta a productos médicos inseguros y “facilita la proliferación de productos médicos de calidad inferior, piratas, con etiquetas falsas y falsificados”.
Según Genolet, la frecuente ausencia de regulación hace que las cadenas de suministro de medicamentos en África sean “muy porosas”. Esto significa que hay un control limitado de la cadena de suministro. Cuando hay muchos intermediarios implicados, y fronteras que no siempre tienen controles, es fácil que entren y salgan medicamentos falsificados de los países.
Este reportaje fue realizado por Bhekisisa Centre for Health Journalism. Aquí te puedes inscribir a su newsletter.
*Este reportaje fue publicado el 11 de febrero de 2021 con el título original Little vials, big crime: Criminals primed for onslaught on Africa’s vaccines. Traducción: Marco Appel.
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