“Advertimos que algo peligroso estaba creciendo”: Joris van der Aa, periodista experto en narcotráfico belga

Clasificado como el más grande de Europa por su tamaño, el puerto de Amberes es también el principal acceso de la cocaína sudamericana. A manera de una telaraña criminal, desde ahí se ha tejido una compleja y violenta red internacional de narcotráfico que ha trastocado la vida de la sociedad local y del país entero. El periodista Joris van der Aa ha seguido como pocos de sus colegas la evolución de ese “cáncer delictivo”, como él lo llama. Y como desde que empezó a hacerlo, no ha dejado de cuestionar a las autoridades belgas -y de la Unión Europea- por su tibieza en la lucha contra el tráfico de drogas. Underground Periodismo Internacional sostuvo una larga conversación con él

AMBERES, Bélgica.- La cita con Joris van der Aa fue en un restaurante de sándwiches y ensaladas a una calle de distancia del Río Escalda. Esa especie de autopista fluvial en el corazón europeo conecta, antes de desembocar en el Mar del Norte, con el puerto de Amberes, el segundo más grande de Europa en términos de carga después del de Rotterdam.

Pero desde hace algunos años, tal complejo portuario, el primero, eso sí, en área total (140 kilómetros cuadrados), es uno de los más activos en el tráfico de la cocaína que llega desde Sudamérica, según organismos antidrogas como Europol o la DEA estadounidense (Drug Enforcement Agency).

Joris van der Aa es un veterano y conocido periodista con base en Amberes, una ciudad a menos de una hora en tren de la capital Bruselas y a unos cuantos kilómetros de la frontera holandesa. Es la más poblada de la región de habla neerlandesa de Flandes (1.2 millones en su área metropolitana) y goza de una intensa actividad cultural y económica.

Van der Aa es un profundo conocedor de las intrincadas redes que manejan el narcotráfico en Bélgica y en el vecino Holanda. Y es que desde hace 20 años, él ha sido testigo como reportero de cómo los pequeños delincuentes y narcomenudistas comenzaron a dedicarse en grande al negocio de la cocaína, y cómo ello derivó en el estallido de una violencia inédita en Amberes con balaceras constantes, ataques explosivos, secuestros e incluso ejecuciones entre miembros de grupos narcotraficantes confrontados. A finales de septiembre todas las alertas del Estado belga saltaron cuando la policía y los servicios antidrogas desarticularon una operación para privar de su libertad al ministro de la Justicia, Vincent Van Quickenborne, motivada presuntamente porque Bélgica pidió a Holanda la extradición de varios narcotraficantes de la poderosa Mocro-Maffia o mafia marroquí.

 “En Holanda desde los años 80 existe un serio nivel de violencia ligada a la droga. En Bélgica, no; todo fue cambiando muy lentamente en los últimos 10 años”, comenta Van der Aa, cuyos libros, reportajes y su columna en la Gazette van Antwerpen (La Gazeta de Amberes) son lecturas obligadas para seguir el pulso informativo del narcotráfico belga, uno no tan visible si se le compara con la atención mediática internacional que llegan a merecer los cárteles mexicanos.

En México, cualquier periodista que investiga y reporta sobre el crimen organizado, y en particular el narcotráfico, estaría obligado a tomar estrictas medidas de protección. No es el caso de los comunicadores belgas, señala Van der Aa. El riesgo que él mismo corre, dice, “no es nada” equiparado al que enfrentan los colegas en México o, incluso, en países europeos como Italia o la cercana Holanda, a donde recientemente rechazó irse a trabajar para un importante periódico por razones de seguridad. “No quería perder mi libertad personal. Allá tendría que informar al gobierno dónde estoy o a dónde voy para que me puedan proteger a mí y a mi familia. Ni mi esposa ni yo queríamos una vida así”, dice sin mostrar asomo de duda, y agrega: “Para serte sincero, yo no sé si tendría el coraje de continuar reporteando si la situación en Bélgica fuera tan mala como en tu país”.

¿Encuentra usted similitudes entre lo que sucede con el tráfico de droga en México y Bélgica?

México es el paso del narcotráfico. La cocaína es producida en Sudamérica por cárteles que antes trabajaban en colaboración con traficantes externos como los mexicanos, que ayudaban a transportar la droga a Estados Unidos. Pero resulta que los mexicanos desarrollaron sus propias capacidades y superaron el poder de los colombianos, que así perdieron el mercado estadounidense frente a ellos. Algo similar sucede en Bélgica y, en particular, en Amberes. El país representa junto con Holanda un punto estratégico en la importación a Europa de la cocaína sudamericana, y de aquí transita a los mercados asiáticos. Los grupos criminales belgas y holandeses, que se desempeñaban como asalariados de los colombianos, ahora han tomado el control. Los colombianos sólo se encargan de la producción y la venta de la droga, pero ya no de su transporte ni de su distribución, que corresponde a los grupos de traficantes con los que colaboran en Europa como los italianos, los marroquíes, los holandeses o aquellos de los países balcánicos. Con todo ello ha llegado la violencia, que cada vez es peor, aunque no todavía al nivel de la que hay en México; aún no vemos cadáveres tirados en las calles como en tu país.

Así es. Prácticamente el país entero, México, está sumido en la violencia del narcotráfico. Pero Bélgica no, ¿por qué?

Aquí el negocio del tráfico de drogas tiene que ver con el control de la infraestructura y la logística, no del territorio como en México. Aquí, los grandes traficantes no necesitan un ejército de sicarios. Necesitan sólo algunos guardias que les ayuden en el puerto y gente que intimide a otra. El tráfico de la droga aquí no es otra cosa que la venta de contactos: conocer a alguien que pueda sacar el contenedor con la droga y ponerlo en el lugar indicado, un chófer que lo recoja, alguien que trabaje en la seguridad, a un agente aduanero que sea corrupto, y así. Y en eso está especializada gente de algunos barrios: así como los periodistas tenemos un directorio de fuentes, ellos también tienen sus conexiones. Nunca tocan la cocaína. Es un crimen limpio. Lo único que hacen es sacar la droga del puerto y del país tan rápido como sea posible (…) Un chofer de camión puede ganar 50,000 euros por recoger en el puerto un contenedor con droga. Y algunos empleados portuarios al interior pueden recibir 100,000 euros sólo por hacer un trabajo para ellos. Claro que si eres arrestado, estarás acabado. No son los jefes de las bandas los que deberán regresar a la vida normal con un historial criminal, los que pierdan su empleo y su dinero y que no puedan ni abrir una cuenta bancaria por ese pasado negro. Es un gran riesgo en Bélgica meterte en esto: tienes que estar preparado para ser un criminal el resto de tu vida.

Camiones cargando contenedores. Foto: Autoridad del puerto de Amberes.

¿Cómo surgió en Bélgica el actual problema del narcotráfico y la violencia?

Todo fue cambiando lentamente en Bélgica. En Holanda desde los años 80 hay un nivel serio de violencia ligada a las drogas. Desde hace 20 años tienes asesinatos de alto perfil. En Amberes hace una década comenzó una guerra entre grupos criminales marroquíes, y hace cinco años los primeros secuestros. Algo marchaba mal. Hubo conflictos entre bandas porque desapareció la cocaína que traficaban en conjunto. El involucramiento de estos traficantes marroquíes-holandeses elevó el grado de violencia. Se trata generalmente de intimidar a grupos rivales o antiguos amigos: hay disparos contra sus casas, lanzan bombas de gasolina o incendian sus vehículos o sus comercios mutuamente. Las balaceras son actualmente muy intensas, una o dos veces por semana. Antes yo me levantaba inmediatamente cuando escuchaba balazos; hoy ya no. Esas agresiones están ordenadas por los jefes de los grupos criminales desde Dubai (Emiratos Árabes Unidos), Marruecos, Estambul (Turquía) o donde sea que estén. Ellos no quieren atacarse en Dubai porque ahí están seguros y confortables, además de que el régimen no acepta ninguna violencia. Por eso lo que hacen es atacarse aquí uno al otro, a sus respectivos clanes. Es lo que está pasando en Amberes: grupos criminales intimidándose entre ellos.

E intimidando a los propios trabajadores del puerto, según las historias que publica la prensa sobre empleados portuarios forzados a colaborar con el crimen…

Si eres padre y tu hijo va a trabajar en el puerto, hay que preocuparse. Esos jóvenes están expuestos a una fuerte presión. Desde el momento en que eres nuevo en la compañía que gestiona el puerto, te vuelves un blanco de sobornos. Conozco historias de trabajadores portuarios que son abordados por los traficantes en el supermercado y les muestran fotos de su esposa y sus hijos. Les dicen: “toma este teléfono, en dos noches te vamos a llamar para pedirte una información y nos tienes que responder porque si no lo haces algo le puede pasar a tu familia”. Eso genera miedo en una parte de la sociedad.

Hace poco leí en la prensa belga que un camionero, recidivista, había recibido una condena de menos de cuatro años de cárcel por intentar sacar un contenedor con droga. Una pena menor recibió el sujeto enviado por el grupo criminal para asegurarse que se hiciera el trabajo, y el estibador que puso a su disposición el contenedor fue liberado. ¿Las penas en Bélgica son lo suficientemente disuasivas?

Es verdad que las penas por narcotráfico en Bélgica no son tan severas como en Estados Unidos. Pero si las comparas con las de Holanda, tres años en prisión es mucho tiempo. En Bélgica, algunos jóvenes que son arrestados cuando tratan de recuperar cocaína en el puerto pasan por lo menos dos o tres meses en la cárcel. En Holanda únicamente los multan con 250 euros, por lo que estos jóvenes siempre traen esa cantidad en la cartera, pagan y entonces regresan esa misma noche a intentar de nuevo el encargo. Si alguien es detenido en Bélgica con más de cinco kilos de cocaína puede recibir por ley entre 10 y 15 años de cárcel, la sentencia será de cinco años y probablemente quedará libre en dos, pero saldrá socialmente muerto.

Contenedor con 170 kilos de cocaína proveniente de Perú y confiscada en el puerto de Amberes. El contenedor transportaba verduras congeladas. Foto: Europol.

¿Es la mafia marroquí asentada en Holanda el principal grupo generador de violencia en Bélgica?

Si observas quienes son las víctimas de estos ataques te das cuenta que la mayoría son miembros de los clanes marroquíes. De vez en cuando también están implicadas las mafias albanesas, o las holandesas y belgas con traficantes “blancos” no marroquíes (…) En algunos barrios de Amberes la principal actividad económica es el crimen, y ésta pasa de generación en generación: el abuelo vendía cannabis de Marruecos en Bélgica y ahora su descendencia, que desarrolló nuevas capacidades, pasó del pequeño tráfico de cocaína a sus propios cargamentos en el puerto.

En México se ha extendido la idea de que los cárteles mexicanos se han establecido en Europa y ganan influencia y mercado. Pero cuando uno habla con los expertos europeos te dicen que no es así o matizan las cosas. ¿Cuál es su experiencia desde este punto central del tráfico de drogas en Europa?

No tengo ningún elemento que me indique que los cárteles mexicanos estén implicados fuertemente en Amberes en el tráfico o en la distribución de grandes cantidades de droga. Hay presencia de ellos en el sur de España porque es más fácil operar por el idioma, y a veces en Ámsterdam. Los vemos cooperando con los holandeses en la producción de metanfetaminas. Los holandeses son muy buenos produciendo drogas sintéticas. Desde hace décadas comercializan éxtasis en todo el mundo. A sólo unos kilómetros de aquí, del lado holandés, hay profesionales produciendo cannabis, marihuana y drogas químicas como speed o éxtasis, pero también trabajan ahora con cocaína y metanfetamina para el mercado internacional. El producto se va afuera porque producen a gran escala y no hay tanto mercado en Bélgica y Holanda. Los holandeses lo que hacen es contratar a los mexicanos para que les enseñen cómo cocinar la metanfetamina, pero ellos tienen la infraestructura. Construyen el laboratorio y les dicen a los mexicanos: ‘ahora dime cómo lo hago’. Es un juego peligroso porque ellos finalmente van a tomar el control y van a echar a los mexicanos.

El periodista Joris van der Aa. Foto: Marco Appel

 

¿Cómo explicar el grado de violencia tan distinto entre Holanda y Bélgica si ambos forman parte de algo así como una ‘plataforma compartida’ hablando de drogas?

No tengo una respuesta para eso. Sólo puedo especular. Creo que tiene que ver con una cultura de las drogas muy incrustada en la sociedad holandesa. Hace 30 años Amberes era un simple puerto y toda la actividad criminal estaba concentrada en Ámsterdam. Los holandeses eran muy liberales frente a las drogas. Tenían una política de total libertad para fumar hachís o marihuana sin importar de dónde viniera la gente. Dejaron incluso que se instalaran varias bandas delincuenciales de motociclistas. Se les consideraban sólo “chicos rudos”. La ciudad de Ámsterdam los trató como “grupo minoritario” y a los Hell Angels hasta les dio un terreno y las instalaciones de un club. Estas bandas construyeron su negocio criminal (de tráfico de drogas y armas. Nota de la redacción) a partir de la visión progresista tan ingenua de Holanda. La consecuencia fue que llegaron entonces a Ámsterdam criminales de todo el mundo para operar su propio negocio: irlandeses, ingleses, alemanes, italianos, mexicanos, colombianos. Por otro lado, también está el factor de las colonias holandesas: Curazao, Aruba, Surinam. Hay una presencia holandesa en la región sudamericana. Son territorios con sistemas bancarios turbios: antes de que hubiera tráfico de drogas, en Curazao existía ya el lavado de dinero. La implicación de Holanda en el mundo de las drogas es mucho mayor que la de Bélgica.

¿Desde su punto de vista Bélgica entonces ha sido “contaminada” por lo que ha ocurrido en Holanda?

Si vemos al crimen organizado como una suerte de cáncer profundo que padece la sociedad holandesa, sí. Allí han sido asesinados periodistas, bloggers, abogados. Y el cáncer ha avanzado a Amberes.

Se critica la guerra contra las drogas que declaró en 2012 el alcalde de Amberes, Bart De Wever. ¿Fue ese el detonador de la situación actual? En México, en 2006 el entonces nuevo presidente Felipe Calderón arrancó su guerra contra el narcotráfico, con la que explotó la violencia.

No hubo un detonador así. Lo mismo hubiera pasado con quien hubiera llegado a ser alcalde en aquellos años. Esto que vivimos es parte de la evolución de un problema que dura las últimas dos décadas. Y la responsabilidad de De Wever es seguir presionando al gobierno federal para que éste haga algo. Porque los grupos criminales han obtenido más poder, se han enriquecido y hay más competencia entre ellos. Llega más cocaína a Amberes y hay más implicación internacional. El empresario irlandés Christy Kinahan, por ejemplo, vivía en esta área. Él era amigo de los mandos policiacos y promotor del equipo local de futbol antes de que supiéramos que era un jefe mafioso (él continúa prófugo). Otro traficante extranjero, albanés, fue arrestado en Dubai (en marzo pasado) por un caso ocurrido aquí (Omar G., un traficante de droga de Amberes procesado en Bélgica por la importación en banda organizada de seis toneladas de cocaína). Hubo un periodo en que todo mundo operaba en Amberes sin ocultarse. Sólo algunos policías o periodistas advertíamos hace 10 años a la clase política: “Hey, algo está creciendo aquí y podría ser peligroso si no reaccionan; todo (el bajo) mundo está hablando de sacar cocaína del puerto”. De la noche a la mañana, trabajadores portuarios y estibadores (dockers) empezaron a manejar automóviles caros o invertir en comercios como restaurantes. Y uno se preguntaba qué estaba ocurriendo, de dónde estaban sacando tanto dinero. En ese momento los reportes de Estados Unidos empezaron a alertar de que Amberes se estaba convirtiendo en el principal punto de ingreso de la cocaína. Pero el alcalde de la época tenía una actitud diferente a la del actual y respondía: “¿Cocaína en Amberes? ¡Es la primera vez que escucho esto!”.

 

Los reportes de agencias de la Unión Europea (UE) como Europol o el Observatorio Europeo contra las Drogas y las Toxicomanías -además de los que elaboran los servicios de análisis del Parlamento Europeo- expresan siempre su inquietud por la situación en Amberes

Yo no veo que sea un tema de verdadera preocupación para la UE. Ve lo que está pasando en Alemania que es un gran país. Me preocupa la facilidad con la que operan las bandas turcas o italianas en las ciudades alemanas. Los Hell Angels ya controlan calles de Hamburgo, incluso la prostitución. Eso no pasa en Bélgica. Hay que ser conscientes de lo que puede hacer la delincuencia organizada ahora que Alemania va a liberalizar algunas drogas. Es una locura hacerlo (…) Ahora bien, los eurodiputados ganan 10,000 euros mensuales por lo menos. No están en contacto con la sociedad real. Y no tienen idea de lo que pasa en Amberes. Leen estudios y reportes de académicos “progresistas” quienes afirman que se deben legalizar las drogas para que así el problema del narcotráfico se resuelva. En los medios publican los informes de Europol y Eurojust. Es fácil realizar una investigación de lo que pasa en Amberes, pero lo que se necesita son cientos de ellas y no hay dinero para eso. ¡No hay ni siquiera la capacidad suficiente para incinerar la cocaína decomisada en el puerto! (90 toneladas en 2021, una cifra récord, con un valor de mercado de 5,000 millones de euros). Es completamente absurdo. No hay recursos para la seguridad en los barrios ni para la policía. Somos el segundo puerto más grande de Europa (por carga total) y el primero en importación de fruta, en la que viene oculta la cocaína, ¿y cuántos barcos patrulla crees que tiene la policía federal destinados para él? Tres, y dos están averiados. Algunos fines de semana no hay ni uno para controlar el puerto.

En ese sentido, llama la atención que la enorme corrupción que genera el narcotráfico no ha penetrado en Bélgica igual que en México.

Debemos estar felices de que no haya llegado al más alto nivel. Pero también debemos estar preocupados de que los criminales no necesiten sobornar más que a funcionarios de bajo rango para que los ayuden a recuperar y traficar la droga: policías de base, controladores fiscales o agentes aduanales. Los casos de corrupción que fueron destapados por la intervención policiaca del sistema de comunicación encriptada Sky ECC no eran de alto nivel (tal sistema lo usaban los narcotraficantes europeos y fue la base para un megaoperativo de detenciones en octubre de 2021 en varios países). ¿Para qué tomar riesgos si puedes operar sin sobornar a altos funcionarios? Hoy, los barones del narcotráfico no consideran al gobierno belga una verdadera amenaza para ellos. No viven en Europa y están protegidos por el régimen corrupto de Dubai o el turco. Ellos son vistos como héroes por los chicos de Borgerhout (un barrio multicultural de Amberes tocado por la violencia de las drogas)… ¿Cómo llaman ustedes a esas canciones sobre narcos?…

Narcocorridos…

Eso. Nosotros no tenemos narcocorridos, pero sí cantantes de rap o hip hop que exaltan la cultura de las drogas y que son escuchados por estos jóvenes…

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