Septiembre 11 / 21
En sus años de juventud, el narcotraficante italiano Giuseppe Romeo, conocido como “Maluferru”, estaba fascinado con los narcos mexicanos.
En particular, según fuentes policiales familiarizadas con el traficante, éste admiraba a Los Zetas, el cártel hiperviolento conocido por sus decapitaciones, atentados y descarados ataques a las tropas del gobierno mexicano.
Pero en la vida real, Maluferru y sus hermanos – quienes trabajaban con la ‘Ndrangheta del sur de Italia, el grupo criminal basado en clanes que ha crecido hasta convertirse en el más poderoso del país en las últimas décadas- no mostraron ningún temor a los narcos mexicanos.
En un incidente recordado con entusiasmo por figuras del hampa, en 2016 su banda se enfrentó en un tiroteo contra una banda mexicana en las calles de una ciudad europea sin nombre, asustándolos.
“Empezaron a disparar tres o cuatro veces en medio de la carretera”, se oyó decir a un socio de la ‘Ndrangheta a otro en un chat intervenido. En otra ocasión, según los mismos delincuentes, Maluferru dejó que los traficantes mexicanos mantuvieran como rehén a uno de sus propios hermanos durante ocho días, como garantía de un cargamento de droga de dos millones de euros.
Este enfoque frío y calculador de los negocios puede ser de familia.
El padre de Maluferru, Antonio Romeo, dirigía el bien conectado clan Romeo-Staccu de la ‘Ndrangheta hasta que fue detenido a mediados de los años 90 y condenado a 30 años de prisión.
Tras tomar las riendas de las operaciones de tráfico de su familia, Maluferru se convirtió en un raro conector de mundos: un hombre con los contactos necesarios en América Latina para asegurarse enormes suministros de cocaína, y en Europa para hacer pasar la droga por puertos clave.
Como parte de un grupo conocido en los círculos del hampa como la “Banda de Bélgica”, se abastecía de cocaína en Colombia y Brasil, la enviaba a través de Costa de Marfil y la introducía en los muelles del noroeste de Europa: Amberes, Hamburgo y Rotterdam. En todas las paradas, seducía e intimidaba a otros narcos para que cumplieran sus órdenes, y utilizaba trucos para ocultar los envíos que le convirtieron en uno de los mayores traficantes de Calabria.
Tenía fama de no meterse en líos. En las escuchas telefónicas se oyó a un cliente suyo decir con admiración que Maluferru sólo había sido “jodido” una vez, cuando se incautaron 18 ladrillos de cocaína en un alijo.
Maluferru, traducido de forma aproximada, significa “armado y peligroso”. Pero hoy Giuseppe Romeo ya no está armado. El 11 de marzo pasado fue detenido en Barcelona en el marco de una investigación dirigida por la Interpol con la Guardia Civil española y la policía italiana.
Dos meses más tarde, muchos de sus socios de la ‘Ndrangheta, incluidos sus antiguos clientes del clan Giorgi-Boviciani, fueron detenidos en la Operación Platino, una redada transfronteriza dirigida separadamente contra el grupo delictivo en toda Europa. Maluferru, que ya había sido condenado provisionalmente en ausencia por las autoridades italianas a 20 años por tráfico internacional de drogas, ha sido extraditado y se enfrenta a nuevos cargos.
Descrito en su día por un compañero narco como capaz de enviar cocaína “mancu li cani” -que significa “como nadie más” en el dialecto calabrés-, Maluferru había construido desde 2008 un imperio que se extendía por todo el mundo y que trasladaba toneladas de droga a los puertos europeos.
Lo que sigue, basado en documentos judiciales y policiales, órdenes de detención italianas y entrevistas con fuentes policiales, es una mirada al interior de su presunto sistema de narcotráfico: cómo se construyó, cómo corrió la droga por él y por qué finalmente se derrumbó.
Giuseppe Romeo y otros personajes de los siguientes casos están aún pendientes de juicio por algunos de los cargos a los que se enfrentan, y no todas las acusaciones expuestas han sido probadas en los tribunales. En respuesta a las preguntas enviadas por el OCCRP e IrpiMedia, un abogado que representa a Romeo dijo que no deseaba responder a las preguntas debido a los procesos penales en curso. Su cliente, dijo el abogado, es inocente de los delitos de los que se le acusa.