Colonia en llamas: “la guerra de la droga” alemana

Expertos en criminología señalan que las tácticas de intimidación —secuestrar, torturar, colocar explosivos en zonas residenciales— son “métodos globalizados” que ya no pertenecen en exclusiva a México o Colombia, sino que circulan como modelos a imitar por bandas europeas.
Colonia. Narcotráfico y violencia. Foto: Wikipedia

Colonia, la cuarta ciudad más grande de Alemania después de Berlín, Munich y Hamburgo, ha sido escenario de una espiral de violencia criminal nunca antes visto: explosiones en calles residenciales, secuestros, torturas, tiroteos, robos masivos de droga y juicios con testigos que narran horrores dignos de una novela criminal. La policía de Colonia y las autoridades de Renania del Norte-Westfalia, en donde se localiza esa ciudad, advierten que se trata de una nueva dimensión de violencia” en el crimen organizado doméstico.

El origen de esta “Drogenkrieg” (guerra de las drogas) es el robo de entre 600 y 700 kilogramos de marihuana almacenados en una nave industrial en Hürth, a las afueras de Colonia, en junio de 2024. Según la fiscalía, una facción rival sustrajo en un robo armado al menos la mitad del cargamento, provocando una reacción feroz de la banda afectada: ajustes de cuentas, ataques con explosivos y secuestros contra presuntos responsables o sus familias, de acuerdo con el Die Welt.

Uno de los casos más emblemáticos ocurrió en julio de 2024, cuando un hombre y una mujer de Bochum fueron secuestrados y llevados al sótano de un domicilio en Rodenkirchen, al sur de Colonia, donde fueron sometidos a torturas para obligarles a devolver la droga o pagar 1.5 millones de euros. La operación terminó con un asalto de las fuerzas especiales (SEK por sus siglas alemanas) que liberó a las víctimas y detuvo a varios implicados. Durante el juicio que prosiguió, un testigo conocido como el “Goldpate” relató cómo fue obligado a participar en el ataque y cómo recibió órdenes de matar, aunque se negó a disparar.

El tribunal regional de Colonia ya ha emitido condenas contra los jóvenes ejecutores cuyas edades oscilan entre los 22 y los 25 años. Han recibido penas de entre seis y siete años de cárcel por su participación en secuestros, agresiones y robos relacionados con la guerra de bandas. Incluso en agosto pasado se acusó a un presunto cabecilla de 23 años de origen germano-iraquí, señalado como líder de la “Banda de Kalk”, quien podría enfrentar una medida de “custodia cautelar” especial (Sicherungsverwahrung) que permite retenerlo incluso tras cumplir condena por riesgo de reincidencia. Las imputaciones en su contra incluyen crimen organizado en narcotráfico, secuestro, participación en explosiones y violencia grave. 

La narcoviolencia no se limita a Colonia. La policía ha registrado ataques en Duisburg y Engelskirchen, a 40 minutos de distancia de Colonia en ambos casos; todos esos ataques están conectados con la disputa por el cargamento robado. Entre julio y octubre de 2024 se contabilizaron al menos 23 sospechosos detenidos vinculados a explosiones y tiroteos que estremecieron la región. En algunos casos, los explosivos fueron colocados frente a viviendas o comercios, poniendo en riesgo a familias enteras.

Lo novedoso es la modalidad de “Violence-as-a-Service” (violencia como servicio): jóvenes contratados por dinero para ejecutar atentados, a menudo sin conocer la trama de fondo. Esto fragmenta las investigaciones y complica ubicar a los verdaderos responsables. “Son mercenarios del miedo”, resumió un investigador citado por la televisora pública ZDF, que reportó cómo estos ejecutores recibían instrucciones específicas —colocar un artefacto, disparar contra una fachada— y luego desaparecían de la escena.

La sombra internacional también se cierne sobre Colonia. Aunque la policía alemana ha desmentido que la llamada “Mocro-Mafia” neerlandesa -un grupo de organizaciones criminales de origen marroquí- controle directamente la violencia, sí ha reconocido colaboraciones puntuales de ésta con bandas holandesas para actos intimidatorios. Testimonios de juicios revelan que algunos emisarios de Países Bajos participaron en secuestros y torturas, aportando dinero y logística.

Más allá de Europa, surge la inevitable pregunta: ¿qué papel juegan los cárteles latinoamericanos? Un informe de Europol y la DEA advirtió en 2024 que cárteles mexicanos, particularmente el de Sinaloa y el Cartel Jalisco Nueva Generación, han expandido sus operaciones en Europa a través de alianzas con redes criminales locales para la distribución de cocaína y metanfetaminas. Alemania no es indiferente a esa amenaza: el Ministerio del Interior firmó convenios de cooperación con Colombia, Ecuador, Perú y Brasil para reforzar la lucha antidrogas, evidenciando preocupación por la influencia creciente de estas organizaciones.

Aunque no hay pruebas de que un cártel mexicano haya ordenado directamente secuestros o explosiones en Colonia, la huella latinoamericana está en el trasfondo. La marihuana robada pudo estar conectada a rutas internacionales, y expertos en criminología señalan que las tácticas de intimidación —secuestrar, torturar, colocar explosivos en zonas residenciales— son “métodos globalizados” que ya no pertenecen en exclusiva a México o Colombia, sino que circulan como modelos a imitar por bandas europeas.

El ministro del Interior de NRW, Herbert Reul, advirtió que lo ocurrido en Colonia debe servir de “llamada de atención” y recordó el ejemplo de los Países Bajos, donde la narcoviolencia se ha infiltrado en el sistema judicial, la prensa y la política. “No estamos ahí todavía, pero si no actuamos ahora, lo estaremos pronto”, declaró en una entrevista que cita Die Welt en su edición del 22 de julio de 2024.

En junio pasado, Reul presentó una evaluación sobre el primer año del conflicto. Desde junio de 2024 se han abierto 78 procedimientos de investigación contra 63 acusados; de ellos 38 sospechosos están en prisión preventiva. Los casos incluyen secuestros, torturas, atentados con explosivos, y tentativas de asesinato. 

Mientras tanto, organizaciones sociales advierten que el enfoque exclusivo en la represión policial será insuficiente. Cáritas y otras asociaciones locales han llamado a fortalecer la prevención, la rehabilitación de consumidores y la inversión en barrios vulnerables. “El consumo interno (de drogas) es el motor de este mercado. Si no reducimos la demanda, la violencia seguirá creciendo”, alertó la ONG humanitaria de la Iglesia católica en un comunicado.

Alemania se enfrenta a un espejo incómodo: la violencia que durante décadas asoció a América Latina ahora golpea sus propias ciudades. Y la gran pregunta es si podrá contener la marea antes de que “la guerra de las drogas” se normalice como parte del paisaje urbano.


Este texto fue redactado por un editor de Underground Periodismo con ayuda de una herramienta de inteligencia artificial generativa.

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