Cruzar al otro lado… del Atlántico. La migración mexicana en Europa

¿Cuántos y quiénes son los mexicanos que han afincado sus vidas en Europa, definitiva o temporalmente? ¿En qué países? ¿Qué los está motivando a partir cada vez más? ¿Qué piensan de regresar a su país natal? Más allá de las noticias anecdóticas que suelen leerse en la prensa nacional sobre ellos, lo cierto es que conforman una migración minúscula en comparación con la que cruza a Estados Unidos y, por lo tanto, es poco conocida. Por ese motivo Underground -un medio mexicano basado en Europa- presenta una radiografía de esa comunidad migrante, la cual no pretende sacar conclusiones de un fenómeno tan complejo. Son los propios migrantes -algunos- que compartiendo sus historias -muy personales- contribuyen a comprender mejor porqué decenas de miles de connacionales han decidido cruzar el Atlántico.

BRUSELAS, Bélgica.- A ellos no los podría separar un muro fronterizo; ya lo hace un océano y miles de kilómetros. Y desde México es prácticamente imposible que entren ilegalmente a su destino. Son los migrantes mexicanos que han tomado sus maletas para mudarse a otro continente, el Viejo, y que año tras año son más sin que ello llame mucho la atención.

Sí, el flujo de migrantes mexicanos hacia Europa está creciendo. Su número, por supuesto, está muy lejos del que se registra en Estados Unidos, pero conforman una comunidad cada vez más grande en una tierra ubicada, por lo menos, a 10 horas de vuelo.

En 2020 fueron registrados 73,711 migrantes mexicanos legalmente establecidos en 22 de los 27 países actuales de la Unión Europea (UE), lo que representa un crecimiento de 62 por ciento respecto a la cifra más cercana que es la de 2013, cuando había 45,210 mexicanos.

Si se sumaran los que están en Reino Unido (que ya no pertenece a la UE y del cual no da datos Eurostat) y Suiza (que nunca ha pertenecido) se tendrían que contabilizar otros 16,000 aproximadamente.

Mientras que los flujos migratorios de países latinoamericanos como Colombia, Ecuador o Argentina hacia Europa se han estabilizado o incluso reducido, el de los mexicanos sostiene un ritmo a la alza similar al de los brasileños o los venezolanos, cuya población migratoria en la región es mucho mayor y asciende actualmente a 435 mil y 224 mil, respectivamente.

Esa es la imagen panorámica que reporta la Oficina de estadística de la UE, Eurostat, a través del conteo más preciso del que dispone sobre inmigración.

El año de inicio del registro es 1998, pero sólo 10 de los 15 países que entonces componían aquel bloque regional aportaron sus registros.

Los huecos estadísticos y los agregados que produjo la entrada de nuevos Estados miembros a la UE en 2004 y 2007 hacen difícil la comparación histórica de la migración mexicana y de ésta con otras de Latinoamérica. Sin embargo, sí es posible identificar las tendencias de progresión si se toman como referencia los países absorbentes más importantes y con los registros más completos a lo largo del tiempo.

La curva estadística sobre México es evidente. Salvo Eslovaquia y Portugal, en los demás países europeos se aprecia un goteo constante de migrantes mexicanos. Tomando 2004 como base, hay subidas modestas en número, pero del triple en proporción, en casos como los de Austria o Dinamarca: de 447 a 1,500 en el primer caso o de 365 a 1,102 en el segundo.

Estas curvas hacia arriba coinciden con las que muestran los dos países que más mexicanos -y en general latinoamericanos- reciben de la región: en España hubo un crecimiento de 80 por ciento entre 2004 y 2020 al pasar de 16 mil 487 a 29 mil 705. Y en Alemania, ese incremento fue de más del doble al subir de 7 mil 743 a 17 mil 400 en el mismo periodo.

Ambos países concentran 64 por ciento del total de los connacionales residentes en la UE. Después sigue Francia, con 8 mil 764 mexicanos con tarjeta de residencia; Italia, con 4 mil 567 y Holanda con 3 mil 129.

Un caso aparte y que llama la atención es el de Suiza, un país que no pertenece a la UE pero sí al espacio de libre circulación de personas (Schengen). Ahí, Eurostat reportó el año pasado un número de 3 mil 294 mexicanos, es decir el triple de los que había en 1998 (1,061).

Hay pocos estudios dedicados a la migración mexicana en Europa.

En una radiografía general sobre los migrantes latinoamericanos, publicada en 2006 por el Instituto Complutense de Estudios Internacionales, la investigadora mexicana Erika Ruiz Sandoval señala que las razones que motivaron su decisión de migrar eran principalmente dos: la primera, el deterioro progresivo de la situación económica, política y social de los países de origen de la mayoría de ellos y, la segunda, el mayor endurecimiento de la política migratoria estadunidense a partir de los atentados terroristas del 11 de septiembre de 2001.

Como en ese momento no había datos más precisos, la investigadora se basó en los datos de España -el principal destino- para concluir que el perfil de la migración latinoamericana correspondía a una persona joven -15-30 años- y mayoritariamente femenina -casi 60 por ciento-, que se emplea en el sector servicios y, sobre todo, en el servicio doméstico.

Hay similitudes con la diáspora mexicana en Europa: la mitad está en un rango de edad entre 25 y 39 años y se compone también por 60 por ciento de mujeres, arrojan los registros de Eurostat.

Sin embargo, a diferencia del promedio de los migrantes latinoamericanos, los mexicanos proceden en su mayoría de estratos sociales medios y altos. No es una migración económica. Ello parece confirmarlo el hecho de que es muy pequeño el porcentaje que del total de las remesas llegan a México desde Europa, posiblemente porque sus familias no necesitan ese apoyo monetario. O no tanto como el que se espera desde Estados Unidos.

Según el dato más reciente del Banco de México, 95 por ciento de los más de 10,000 millones de dólares de remesas que ingresaron al país en el trimestre enero-marzo de 2021 (cuando se cumplió un año de la pandemia) provinieron de Estados Unidos. Los países europeos desde los cuales se envió más dinero fueron España (casi 15 millones de dólares), Francia (10 millones), Alemania (poco más de ocho millones) e Italia (cinco millones), que en conjunto representan 0.04 por ciento de las remesas totales en ese mismo periodo.

No obstante, a partir de 2014 el monto de esas remesas subió considerablemente y a una proporción superior al ritmo de aumento de la migración. Las enviadas desde España aumentaron el doble en comparación con los cinco millones trimestrales que generaban en promedio; y las de Alemania aumentaron al menos siete veces si consideramos que llegaron a ser inferiores a un millón de dólares por trimestre. Y un año después de iniciar la pandemia éstas subieron considerablemente: las de Francia, por ejemplo, pasaron de seis a 10 millones y las de España de 11 a 15 millones.

Otro elemento que sustenta ese origen social medio alto de los mexicanos es que la mayoría de los permisos de residencia que la UE les otorgó (por arriba de 60 por ciento entre 2013 y 2019) fueron para realizar estudios o, cada vez más, para desempeñar un empleo remunerado. Menos fueron aquellos que se establecieron por una cuestión de reunificación familiar o por “otras causas” que no especifica la información oficial europea.

LA “NUEVA” MIGRACIÓN

Para ponerle rostro a la nueva migración mexicana y presentar las motivaciones detrás de su decisión de comenzar una vida en otro continente, Underground tomó como caso de estudio a Bélgica, en donde la comunidad se duplicó de 847 a 1,622 miembros entre 2008 y 2020.

Con permiso de quien administra la página de Facebook de la asociación civil Mexicanos en Bélgica (a la que están inscritas casi 3 mil 500 personas), este medio convocó a connacionales que llevaran pocos años viviendo en el país y quisieran compartir sus historias y razones para migrar.

Presentamos a continuación los casos de las cinco primeras personas que respondieron al llamado.

MIGUEL CARDOSO

  • 39 años
  • Cuautla, Morelos’
  • Científico (biólogo/bioquímico)
  • En Bruselas desde 2018
  • Trabaja como líder técnico en una compañía farmacéutica

Soñaba con trabajar en Alemania. En 2008 aplicó a programas de estudios doctorales en ese país, Francia y Bélgica. Obtuvo uno de los cuatro lugares que tenía disponibles el Instituto de biotecnología de Flandes, con un salario envidiable para él, un joven estudiante de 27 años. En 2013 se tituló. Regresó a México.

Consiguió después un trabajo en la industria de las vacunas en República Checa, donde permaneció tres años. Se fue luego a Chile y en 2017 volvió otra vez a México. Al año siguiente regresó a Bélgica, en donde tenía la calidad de vida que él buscaba. No se quedó en México por los bajos salarios y porque, dice, ya no encajaba en la forma de pensar de la sociedad. Contactó a la empresa desde México y le hicieron una oferta laboral que no podía rechazar.

“La calidad de vida que yo quiero la podría tener en México con un trabajo como el que tengo ahora, pero tendría que vivir en una burbuja privilegiada que no es el México real. Uno vive con miedo allá. Cuando los europeos me preguntan por qué dejé México que es tan bonito y aquí el clima tan feo, les respondo que es más fácil lidiar con el mal clima y la gente cerrada que con las balas y el crimen”.

LAURA MENDOZA

  • 34 años
  • Toluca, Estado de México
  • Actuaria
  • En Bruselas desde 2016
  • Trabaja como encargada de manejar datos de venta en una empresa de ropa

Después de renunciar a su trabajo por las malas condiciones laborales, se fue a vivir en 2015 con una amiga a Dublín, Irlanda, aprovechando las facilidades de visado de larga estancia que ofrece ese país. Su decisión de dejar el país también tuvo que ver con que “estaba harta” de la situación en México tras lo sucedido con la desaparición de los 43 estudiantes de Ayotzinapa -ella participó en las marchas de protesta-, así como por la violencia contra las mujeres o la inseguridad.

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“Quería desintoxicarme de esa realidad. Entre más te informas te preguntas: `¿Cómo se puede vivir así? ¿No hay una esperanza?´”. Vivió en Dublín un año. En un viaje a Bruselas conoció a su ahora esposo, que es belga. Cuando se presentó el dilema de volver a México o mudarse con él a Bélgica, eligió continuar la ruta migratoria. En diciembre de 2016 se casó. Conseguir un empleo en una empresa fue difícil. Comenzó a estudiar neerlandés y trabajó en restaurantes hasta que una mexicana de una agencia de empleo temporal vio el curriculum de Laura y le ayudó a obtener un puesto de reemplazo en Levi´s Europa en marzo de 2020. Le extendieron su contrato y finalmente logró un puesto fijo con todas las prestaciones.

“He tenido la fortuna de conocer otra forma de vida y saber que no es normal vivir con miedo. Siento que una parte de mi corazón está roto por lo que pasa en México, pero a la vez pienso en mi seguridad y mi tranquilidad. No me acostumbro al clima belga, pero sufre uno más con el miedo de salir a la calle. Si llego a jubilarme aquí, mi sueño es regresar a México”.

RAQUEL HERRERA

  • 26 años
  • Puebla, Puebla
  • Criminóloga
  • En Bruselas desde 2019
  • Cursa una maestría en Lieja

Terminó la carrera de criminóloga en 2017. Empezó a trabajar como practicante y también a tomar clases de francés. Le surgieron las ganas de viajar a un país francófono que no fuera Francia para descubrir una cultura nueva. Tiempo atrás, cuando tenía 15 años, una amiga le había comentado que podían irse a otro país a trabajar como niñeras con una familia de acogida, lo que se conoce como au pair.

Y es lo que hizo al tiempo que planeó estudiar también una maestría. Se acercó a una agencia en Puebla que le encontró una familia de parisinos en Luxemburgo. En 2018 Raquel aterrizó en Europa con sólo 500 euros en la bolsa. Durante un año tuvo que hacer de todo y soportar comentarios humillantes de la familia francesa, que la trataba como servidumbre. Pero ella tenía en mente la maestría y no se dejó amedrentar. Se fue entonces a cuidar otros niños a la casa de un padre divorciado en Lieja, Bélgica, donde hay una universidad que imparte la maestría de criminología que quería cursar. En 2019 fue aceptada. Pero de nuevo fue laboralmente explotada y, por su origen mexicano, denigrada, aunque dice que en general ella era feliz.

“Todo lo que yo hacía era porque venía de un país pobre: `Es que Raquel viene de un país donde no hay educación´, le decía el papá a sus hijos”. Aguantó para continuar con su maestría, hasta que un día se hartó y dejó a esa familia. Se regresó a Luxemburgo a trabajar de niñera dos meses. Desde hace un año vive con su pareja en Bastoña, al sur de Bélgica, y el año que entra piensa terminar su maestría. “Más adelante quisiera regresar a México pero antes quiero adquirir experiencia profesional en el área de ciencias sociales. Me gustaría hacer trabajo social en el sur de México (…) Extraño tanto a mi país y a mi familia que no importan los problemas”.

CARLOS FIGUEROA

  • 31 años
  • Naucalpan, Estado de México
  • Actuario
  • En Bruselas desde 2021
  • Trabaja como operador técnico de una firma farmacéutica

Carlos se instaló en Madrid a principios de 2017 para estar cerca de su novia, también mexicana, que estudiaba un máster de negocios en Barcelona. Llegó a través de la empresa de investigación de mercados donde él trabajaba en México. Cuando ella terminó sus estudios, los empleos que ofrecían en España no le permitían pagar el crédito educativo que había pedido en México, pero una cervecera belga le propuso un trabajo mejor pagado y lo aceptó.

Carlos iba y venía de Madrid a Bruselas, mientras terminaba el largo proceso burocrático para obtener la nacionalidad española. La pandemia lo agarró en Bélgica. Encontró un trabajo en la misma empresa farmacéutica que antes había contratado a su pareja, lo que le permitió a él establecerse de fijo en el país en febrero pasado. “Teníamos buenos trabajos en México, pero la calidad de vida de aquí no se compara. Yo puedo salir en la noche a pasear a mi perro y voy tranquilo. Si me enfermo voy al doctor y se acabó”. La informalidad del mundo laboral también los detiene para regresar, además de que no sienten la necesidad de estar en el país.

“Como están las cosas en México, el hecho de vivir en Europa lo vemos más como una tabla de seguridad para nuestras familias: si se ponen las cosas muy feas (por el crimen o una crisis de gobierno), ellos pueden llegar aquí con nosotros en lugar de que todos desde allá busquemos a dónde salir”.

MARGARITA MARÍN

  • 37 años
  • Guadalajara, Jalisco
  • Comunicóloga
  • En Bruselas desde 2015
  • Trabaja en una plataforma de proyectos de fondeo

Margarita viajó por primera vez a Europa cuando tenía 14 años y le encantó. A los 18 se fue por un tiempo a Londres con unos amigos y allá trabajó de mesera. Estudió ciencias de la comunicación y trabajó como gestora cultural para proyectos de la Universidad de Guadalajara. En 2010 comenzó los estudios de maestría en gestión cultural y artes escénicas en la Universidad Libre de Bruselas, con el apoyo de una beca del Fondo Nacional para la Cultura y las Artes.

Realizó una estancia en el Festival de las Artes de Bélgica. Conoció entonces a su actual pareja, un arquitecto belga. Regresó a trabajar a Guadalajara, pero ya había cambiado su relación con el país: “Cuando regresé a México tuve un choque cultural (…) Y noté mucho el incremento de la violencia. Me empezó a pesar muchísimo abrir los periódicos y darme cuenta de toda la melcocha de la vida política nacional. Sentía una gran incertidumbre”. Cuando su novio la visitó no se pudo adaptar y, para colmo, estando en la Ciudad de México sintió un sismo que lo acabó convenciendo de regresar a Bélgica. Ella no lo pensó y lo alcanzó. Se quedó a vivir definitivamente en Bruselas en 2015. Reactivó sus lazos profesionales, que le permitieron seguir trabajando. Tomó un curso de “mediación intercultural” que le ayudó a encontrar un empleo con un proyecto comunitario en la Ópera de la Moneda. Actualmente trabaja en una plataforma belga de fondeo que apoya iniciativas de interés social. Margarita se encarga de asesorar aquellos de índole cultural o que buscan dar una ocupación a través de proyectos de arte urbano a jóvenes que no estudian ni trabajan.

“Quizás cuando mi hija esté más grande sienta la necesidad de pasar unos años en México. Pero veo mucha violencia en Guadalajara. Le tengo un gran cariño a México y quisiera seguir haciendo cosas allá en el futuro, pero no me parece realista por el momento”.

ENTREVISTA

“NO VEN SU FUTURO EN MÉXICO”: ROSA MARÍA LECHUGA

La politóloga mexicana Rosa María Lechuga es originaria de Puebla y vive en París desde hace siete años. Actualmente cursa su doctorado en la Universidad Lumière Lyon 2 con una investigación sobre la migración mexicana en Europa, y en particular en Francia.

Su primer comentario es sobre la dificultad para realizar su tesis doctoral debido a que prácticamente no existe bibliografía sobre el tema que investiga. “Los estudios están concentrados en la migración hacia Estados Unidos”, señala.

Ella se basa en las cifras del departamento de población de la ONU, que cubren toda Europa y que llegan hasta la década de los 90. Esas estadísticas confirman el crecimiento sostenido del número de mexicanos que emigran hacia aquel continente. Dicha fuente indica que en 2019 había 132,249 mexicanos residiendo de manera fija en la región. Si lo comparamos con los que había en 1990 (31,580), resulta que su tamaño se ha multiplicado por cuatro.

Los países de destino, dice la entrevistada, han sido siempre los mismos a lo largo de los últimos 30 años que se tienen registros. En orden de importancia son: España, Alemania, Francia, Inglaterra, Italia, Suiza, Holanda y Suecia.

¿Cómo se ha comportado ese crecimiento migratorio? Lechuga explica que hay una curva ascendente en los años 90, que coincide con las crisis económicas. Sin embargo, esa línea diagonal se inclina más y se convierte en un “boom”, dice, a partir del año 2000, con el sexenio de Vicente Fox y el de Felipe Calderón.

Señala que ese aumento concuerda con una apertura de los programas científicos y académicos que facilitó la movilidad estudiantil, la entrada en vigor del tratado comercial y de cooperación con la UE (2000) o, más recientemente, con el otorgamiento de permisos laborales temporales, como en el caso de Francia.

Sin embargo, asegura que hay un factor definitivo que ha empujado y que empuja la migración: la profunda crisis de inseguridad que sacude a la sociedad mexicana. “El narcotráfico pega porque la gente está huyendo de la inseguridad”, afirma. Y va más allá con una hipótesis que se basa en las entrevistas que ha tenido entre la comunidad mexicana. La corrupción y el tráfico de drogas que se han explayado en los últimos años, plantea, han creado una vasta economía ilícita de la que se han beneficiado sectores de la sociedad mexicana que, gracias a ello, han podido enviar a sus hijos a Europa, por ejemplo. O que políticos cuestionados, comenta, adquieran costosos inmuebles en capitales europeas como Madrid, Londres o París.

Ahora bien, ¿cuál es el perfil promedio de los mexicanos que se están instalando en Europa? Responde la investigadora mexicana: “Es joven, entre 21 y 30 años, que habla varios idiomas -sobre todo las mujeres-, con un nivel de instrucción más alto que en el pasado y que cada vez está obteniendo puestos de trabajo más importantes en jerarquía, lo que derriba el mito de que las mexicanas vienen a casarse”.

Y es que existe todavía el llamado mito de “la visa del amor”. A ese respecto, Lechuga se refiere a la “feminización de la diáspora mexicana”. En 1990, cuando había 20 mil mexicanas en Europa contra 11,000 mexicanos, su peso ya era notable. Pero resulta que esa diferencia se ha ido ensanchando todavía más -sobre todo a partir de 2005- y hoy ellas son 72,000 y ellos poco menos de 49,000.

¿Continuará aumentando la llegada de mexicanos? La investigadora considera que sí, aunque nunca al grado de la diáspora en Estados Unidos por una sencilla razón de cercanía geográfica. Y ese es su diagnóstico considerando que la inseguridad seguirá jugando un factor de expulsión y que la generación de hijos de parejas mixtas que ahora son jóvenes también atraerán más migración, aunque tampoco desestima que el avance de partidos antiinmigración europeos que empujen políticas restrictivas reviertan o reduzcan la tendencia.

Lo que definitivamente sí ha percibido en su investigación es que muchos mexicanos se quedarán en Europa. Y por una razón justificable, afirma Lechuga, “no ven su futuro en un país que se está cayendo a pedazos”.

Este reportaje fue posible gracias al apoyo del Fondo freelance de la Asociación de Periodistas Profesionales de Bélgica.

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