Los organillos, convertidos en uno de los símbolos culturales más importantes de la Ciudad de México, fueron fabricados en Berlín, Alemania, por inmigrantes italianos que establecieron en la capital alemana sus talleres musicales. 120 años después vuelven directamente desde CDMX para sonar de nuevo en las calles berlinesas, en un proyecto de la artista Julieta Aranda.
BERLÍN, Alemania.- Roman Vilchis, oriundo de San Juan de Aragón y organillero de profesión desde hace más de 30 años, se planta junto con su organillo justo frente al número 74A de la calle Schönhauser Allee del barrio de Prenzlauerberg en Berlín.
A sólo unos metros de ese lugar, en el número 73 para ser precisos, fue producido a finales del siglo XIX -en tiempos todavía del káiser alemán- por la empresa Frati & Co. el instrumento musical que viajó, junto con Román, desde Ciudad de México para esta ocasión.
Enfundado en su uniforme tradicional, el organillero mexicano comienza a tocar el viejo instrumento. Apenas suenan las primeras notas de una melodía que parece ser Solamente una vez, de Agustín Lara, la gente que camina esta transitada calle este sábado por la mañana comienza a reaccionar. Sorprendidos, unos hombres jóvenes que vuelven de hacer sus compras del supermercado reconocen de inmediato el instrumento musical. A sus semblantes de sorpresa y agrado les sigue la inmediata reacción de tomar fotos. Otra mujer para con su bicicleta. También ha reconocido el instrumentos musical. “¿Es italiano?”, se pregunta. Al enterarse de que en realidad es un organillero mexicano tocando el instrumento que fue fabricado a sólo unos pasos de ahí no pierde oportunidad para mencionar la larga tradición de músicos callejeros que tuvo Berlín y, de alguna forma, exportó a México.
La ejecución musical en este preciso lugar de la ciudad es parte del performance Regresando un Regalo que la artista mexicana Julieta Aranda ideó con motivo del 30 aniversario de la hermandad entre las ciudades de Berlín y la CDMX.
Se trata, explica ella misma en entrevista con Underground Periodismo Internacional, de devolver simbólicamente un regalo que Alemania hizo a México hace aproximadamente 120 años y que con el transcurso del tiempo dejó de ser alemán para convertirse en un objeto cultural cien por ciento mexicano.
“En la ciudad de México los organillos son una parte icónica del paisaje aural de la ciudad. Los oyes y sabes que estás en el centro histórico. Son estas cajas de música, con un cilindrero, que están desafinadísimas pero a las que uno siempre les da dinero porque son una tradición (casi) nacional. Cada tanto se lee en la prensa que es una tradición mexicana que va a desaparecer”, explica.
Julieta Aranda cuenta que como muchos mexicanos ella misma desconocía el origen de estos antiguos instrumentos. Fue un día mientras visitaba la ciudad de México -residiendo ya en Berlín- que se topó con ellos y los miró de forma distinta. En prácticamente todos los instrumentos se puede leer en tipografía antigua dorada el lugar de su fabricación: Schönhauser Allee 73 Berlín.
“(El dato) me intrigó muchísimo y me puse a investigar. Resulta que los organillos fue un regalo que se hizo de Alemania a México en la época del Porfiriato. Una muestra de amistad y gesto político. (…) Las cajas se quedaron en México. Y se les daba mantenimiento regularmente hasta por ahí de 1965, que la última persona que las sabía afinar murió. (Desde) entonces se han ido desafinando completamente. Lo puedes escuchar: de pronto se puede reconocer la canción pero sólo tiene tres notas que tonan bien y 27 que suenan a gato (maullando). (Sucedió pues que) los organillos se convertieron en una tradición nacional en México y desaparecieron en Alemania, o por lo menos en Berlin”, abunda.
Fue así que surgió el proyecto Regresando un regalo. La artista mexicana radicada en Alemania encuentra en el caso de estos organillos o armonipanes, como es su nombre correcto, el ejemplo ideal de cómo un objeto específico sufre una transformación cultural a partir de un proceso de mestizaje.
“Pensando en la idea de restitución y pertenencia -tan presente en el debate actual- y en la idea sobre qué pasa con los países colonizados en donde obviamente se viven procesos de mestizaje (me parece) que es ahí donde se generan una cantidad de gestos culturales y modos de vida. Lo que me interesa con esa idea de devolver el regalo es reflexionar sobre en qué momento ese sonido (de los organillos) ahora deja de representar a Berlin por más que se haya originado aquí y pasa a representar a la ciudad de México. Es como esta fluctuación y esta integración cultural y este momento en que uno puede ver directamente cómo con el paso de cien años un artefacto cultural se movió”, explica.
Copyright ©️ Todos los derechos reservados para Underground Periodismo Internacional. Queda prohibida la publicación, edición y cualquier otro uso de los contenidos de Underground sin previa autorización.