Nohemí
Al día siguiente ya lo tenía en casa otra vez

Por: Yetlaneci Alcaraz y Marco Appel

Nohemí conoció a Manuel* en su natal Monterrey a mediados de los años 90 del siglo pasado. Siendo apenas una adolescente de 16 años quedó profundamente enamorada del apuesto español, 13 años mayor que ella, que comenzó a pretenderla. Contra el deseo de sus padres, la joven mexicana se casó. Nunca imaginó el rumbo que tomaría su vida a partir de esa decisión porque su esposo la presionó para emigrar y -hasta hoy- nunca ha logrado volver a su natal México.

A 24 años de distancia de los hechos, la mexicana acepta compartir su historia. Explica que cuando ella fue víctima de violencia conyugal el tema no era visible en la sociedad española. No se hablaba al respecto. Tampoco existían los canales de comunicación social que hay hoy. Está convencida que si los acontecimientos en su vida hubieran sucedido ahora, cuando el tema es más visible, quizás su historia sería otra.

Casi inmediatamente luego de casarse, Nohemí quedó embarazada. Su primer hijo nació todavía en México, pero Manuel no perdía la oportunidad de convencerla de irse a España.

“Después de mucho insistir acepté que nos fuéramos. Sería sólo por dos años porque su mamá estaba enferma -supuestamente la acababan de atropellar- y no tenía ni papá ni hermanos que la pudieran cuidar”, recuerda.

Al llegar a la casa de Manuel, en la región de Valencia, se dio cuenta con sorpresa que la situación era otra: “De entrada, nos recibieron sus hermanos. Después me doy cuenta que sí hay un papá y de repente aparece la mamá que venía de trabajar. Era una historia totalmente distinta a la que me contó”.

Pero Nohemí era muy joven y estaba profundamente enamorada. Positivamente resignada aceptó la situación. Sin embargo, notó de inmediato el cambio radical de actitud de su esposo: “En México teníamos la costumbre de decirnos apodos cariñosos. Yo le llamaba bebé, ratón o cualquier tontería de esas. Recuerdo que la primera vez que le llamé bebé acá, giró su cara y muy serio me dijo: ‘Me llamo Manuel’”.

No sólo eso. Desde el principio, la suegra la puso a trabajar con ella limpiando escaleras de edificios. Comenzaban cada día a las 4 de la mañana y ya de vuelta en casa también tenía que ayudar en las labores domésticas. Cansada y decepcionada, Nohemi decidió que regresaría con su bebé a México, pues contaba con el boleto de regreso del boleto abierto que habían comprado para volar a España. Pero de forma “inexplicable”, su pasaporte y el de su hijo desaparecieron. Tampoco encontró el boleto de avión, sino hasta muchos años después en un cajón de cosas de su suegra.

“Dije: ya me fregué. Ni modo. Yo no quería decirle a mi familia lo que estaba pasando porque ellos me lo habían advertido. Entonces me daba vergüenza decirles lo que pasaba. Además de que siempre que hablaba con ellos, mi suegra o alguno de mis cuñados se sentaban a mi lado. Yo no podía hablar a solas con mi familia”, recuerda.

Así pasaron un par de años, sometida a abusos domésticos de los que participaba toda la familia de su esposo. El día en que enfrentó a Manuel y le dijo que no podía más -porque ya se encontraba embarazada de su segunda hija y tenía además una amenaza de aborto- éste decidió echarla de la casa. Recuerda que ese día a las 4 de la mañana salió con su hijo en brazos y se fue a refugiar a la central de autobuses de la ciudad. Ahí una mujer la auxilió y la llevó a un centro de acogida para mujeres.

Pero al poco tiempo Manuel la ubicó y la convenció de volver. Ella puso como condición para regresar no vivir más en casa de su suegra. Quería su propio espacio. El papá de Nohemí había muerto hacía poco y ella había recibido una cantidad de dinero considerable. Así que le pidió a Manuel comprar con eso un departamento para tener un lugar propio para la familia que estaban formando.

Su esposo la volvió a engañar. Le hizo creer que al estar casado no hacía falta ni que ella estuviera presente durante la compra del inmueble, ni en la escrituración, ni nada, pues al estar casados automáticamente lo que era de ella era de su esposo y viceversa.

“Nunca conocí mi piso hasta el día en que me fui a vivir en él. Lo compraron además en la misma calle donde vivía mi suegra. Ella lo escogió, lo amuebló y entraba cuando le daba la gana porque tenía llave”, dice.

Las cosas no cambiaron en los siguientes dos años. Nohemí se sentía molesta con todo, no podía más pero al mismo tiempo el vínculo emocional con su marido era muy fuerte. Sumado a los malos tratos y golpizas que Manuel le daba y a las intromisiones insoportables de su suegra, sucedió que ésta -además de todo- se había posesionado prácticamente de su hija menor. Era la nieta más pequeña pero además la única mujer y con rasgos más occidentales, muy similares a los de su padre. El hijo mayor, en cambio, era más parecido a Nohemi, moreno y de pelo oscuro.

La madre de Manuel no ocultaba su despreció contra la joven mexicana y alguna vez directamente le mencionó que ella no quería extranjeros dentro de su familia “y menos negros”. Con el tiempo, su influencia sería decisiva para que los hijos de Nohemí no tuvieran interés y en cambio sí temor del país de donde provenía su madre.

Cansada quiso volver a tomar una decisión definitiva y separarse, pero se dio cuenta que estaba embarazada por tercera vez. Esta vez, sin embargo, decidió contarle todo a su mamá, quien sin dudarlo llegó a España junto con su hijo menor de 10 años entonces. Ahí, le hizo ver a Nohemi que no tenía necesidad de soportar las humillaciones porque ella trabajaba, era autosuficiente y tenía su propia casa.

“Tienes razón'', le dije. Y cuando lo hablé con él y mi suegra, ella dijo: no hay problema, te puedes ir cuando quieras. Incluso me preguntó si me iba sola o con los niños. Le contesté: no, el que se va es él, esta es mi casa. Su respuesta fue: ¿estás segura?”.

Un nuevo engaño. Con pasmo, Nohemí comprobó que el departamento que creía suyo no estaba ni a su nombre ni al de Manuel, sino al de su cuñado. Un mes después, un hombre tocó su timbre para anunciarle que era el nuevo dueño del inmueble y que tenía un mes para dejarlo. Le aclaró que no podía llevarse nada porque se lo habían vendido amueblado.

“Yo salí de ahí con mis hijos y la ropa. No más.”, recuerda entre sollozos.

Para ese momento, Nohemí había ya promovido la demanda de separación, apoyada por Patricia, una abogada con la que trabajaba limpiando su casa. Tras el evento del departamento cayó en una profunda depresión. Su mamá tuvo que vender su propia casa en Monterrey para poder sobrevivir todos mientras ella se ponía en pie.

A más de 20 años de aquellos hechos reflexiona cómo el Estado la abandonó también y no hubo protección para ella en ese momento:

“La jueza me obligaba a dejar que él se llevara a los niños. Me los devolvía cuando él quería, pero si no quería no lo hacía. Era su manera de presionarme. Yo iba y me quejaba y me decían que no era secuestro porque los niños estaban con su padre”.

En 2005 y luego de sufrir mucho por las ausencias de sus hijos a quienes Manuel se llevaba y no devolvía, Nohemí accedió a volver con él. Pero la armonía familiar duró muy poco. Pronto se dio cuenta que su esposo se había enganchado con las drogas. Ella seguía trabajando la gran parte del día limpiando casas, mientras que él -decía- cumplía con su trabajo como repartidor comercial. Pero lo cierto es que se perdía el día entero drogándose, y poco a poco comenzó a hacerse ella cargo de los gastos de toda la casa y del alimento de siete cabezas.

Comenzó la etapa quizás más violenta para ella. “Llegué a hacer tres turnos al día de limpieza. Pero por mucho que limpiara no me alcanzaba. Además él me exigía que le diera dinero y cuando no le daba, porque no lo había, me daba verdaderas palizas de dejarme tirada en suelo. Mi mamá padecía intentando ayudarme, llamaba a la policía, llegaban, se lo llevaban, duraba sólo una noche fuera y al día siguiente ya lo tenía en casa”.

Y otra vez las instituciones poco la ayudaban y más bien la revictimizaban: “volví a pedir una orden de alejamiento y se atrevieron a preguntarme que ahora por qué me quejaba si yo sola, por mi gusto, había decidido regresar con él”.

Fueron tiempos muy difíciles. Nohemí decidió cambiar de trabajo y comenzó como cajera en supermercados. Hasta ahí llegaba Manuel y robaba cosas. En una ocasión, estando presente la suegra, ésta llamó a la policía y la acusó de haberla ofendido y golpeado. Las dos terminaron en la comisaría y la jueza que realizó el juicio express para determinar culpabilidad notó la situación extrema en que se encontraba Nohemí. Por separado la interrogó y le recomendó un abogado que podía ayudarla. De alguna forma logró también que su caso llegara a ella y finalmente le otorgó una nueva orden de alejamiento no sólo contra él sino contra toda la familia de Manuel.

Los problemas de adicción siguieron y en dos ocasiones -asegura la mexicana- él intentó matarla. Fue gracias a que la segunda vez, llevada con engaños a un terreno baldío donde estuvo a punto de degollarla, hubo testigos -un policía- que la justicia lo condenó a 5 años de prisión por intento de homicidio.

Nohemí Torres

En 2012 Nohemí logró divorciarse de Manuel mientras él purgaba su último año de prisión. A finales de 2013 él quedó en libertad y volvió a vivir a casa de su madre. Pero fueron los propios hijos de Nohemí quienes dos años después le suplicaron que recibiera de nuevo a Manuel en su casa toda vez que la relación con la abuela se había fracturado. Ella volvió a ceder pero sólo por unos meses. Manuel recayó en las drogas y ella lo corrió de su casa. Al poco tiempo, murió de una sobredosis en un hospital.

“Fue entonces que por fin el Estado tuvo un poco de compasión conmigo y a pesar de estar divorciada me dio una pensión por viudez por las 32 denuncias por violencia contra mí que gané a lo largo de los años juntos. Se dice fácil pero fueron 32 denuncias…”, dice y guarda silencio, como si de pronto fuera consciente de todo lo que tuvo que soportar en todos estos años.

Información útil

¿A dónde acudir en caso de violencia conyugal?

En España el Ministerio de Igualdad ofrece una página donde está toda la información relacionada a qué hacer si alguien es víctima de “violencia de género”. Las víctimas de violencia conyugal en particular pueden también encontrar ahí todos los contactos de apoyo. La página dispone de un botón de “salida rápida” para mayor seguridad:

https://violenciagenero.igualdad.gob.es/informacionUtil/recursos/telefono016/home.htm

En Francia, el ministerio del Interior ofrece en internet toda la información necesaria para actuar y proceder legalmente en caso de violencia conyugal. Aquí se pueden descargar igualmente todos los documentos que se tienen que llenar y presentar a la autoridad:

https://www.demarches.interieur.gouv.fr/particuliers/violence-conjugale

Línea permanente para las mujeres víctimas de violencia (Violence Femmes Info): 3919

En Alemania, el Hilfetelefon es la línea de ayuda gratuita que pone a disposición de la población el gobierno alemán y lo hace en varios idiomas, incluyendo el español. Cuenta con una página informativa muy completa que se puede encontrar también en nuestro idioma.

Teléfono: 08000 116016
https://www.hilfetelefon.de/es/asesoria-para-mujeres.html

Las agresiones físicas pero también las psicológicas se pueden denunciar ante la Policía al número 110

En Bélgica existen varios organismos de apoyo contra la violencia conyugal.
Por ejemplo, el Centre de Prévention des Violences Conjugales et Familiales ofrece varios servicios, entre ellos: línea de escucha telefónica, refugio, ayuda administrativa y social.

Teléfono: 02.539 27 44
[email protected]
[email protected]
www.cpvcf.org

Collectif contre les violences familiales (Lieja)
(Colectivo contra las violencias familiares)

Teléfono: 04.223 45 67
[email protected]
www.cvfe.be

Collectif des femmes
(Colectivo de mujeres)

010.47 47 69 (posibilidad en español)
[email protected]

Línea de escucha de la región valona (francófona): 0800 30 030
Línea de escucha de la región flamenca (neerlandesa): 1712
Para una situación que requiere una intervención de la policía: 101
Para una emergencia médica: 112

Para una lista de contactos más detallada en la región valona (francófona), Amnistía Internacional Bélgica ofrece la siguiente:

https://www.amnesty.be/campagne/droits-femmes/les-violences-conjugales/contacts-utiles-violences-conjugales

UNIÓN EUROPEA

Womens Against Violence Europe (WAVE) ofrece en línea una lista de contactos de ayuda para mujeres de 46 países europeos, incluso a nivel regional:
https://wave-network.org/find-help/

¿Cómo reconozco que soy víctima de violencia por parte de mi pareja?

De acuerdo con el Violentómetro, elaborado por el Instituto Politécnico Nacional, puedes ser víctima de una relación violenta, en un primer grado, si tu pareja:

  • Te hace bromas hirientes
  • Te engaña
  • Te chantajea
  • Te ignora o te aplica la ley del hielo
  • Te cela
  • Te espía en redes sociales
  • Te culpabiliza y descalifica
  • Te humilla en público

El siguiente grado de violencia en donde tienes que comenzar actuar es cuando tu pareja:

  • Te controla (el dinero, tus correos, tu celular, tus redes sociales) y comienza a prohibirte (amistades, la forma como te arreglas o vistes, los lugares a donde acudes).
  • Destruye tus artículos personales.
  • Te manosea y te hace caricias agresivas.
  • Te golpea “jugando”.
  • Te empuja, jalonea o patea.
  • Te encierra o aisla

El siguiente grado es cuando tienes que salir definitivamente de esa relación y pedir ayuda profesional. Y esto es si tu pareja:

  • Te hace “sextorsión” que es cuando te chantajea con difundir contenido íntimo si no accedes a lo solicitado.
  • Te amenaza con objetos o armas.
  • Te amenaza de muerte.
  • Te forza a mantener relaciones sexuales
  • Te viola
  • Te mutila.

La violencia última y más grave es el feminicidio.

¿Qué hacer si mi pareja me agrede física o psicológicamente en un país que no es el mío?

La Secretaría de Relaciones Exteriores y las abogadas consultadas para esta investigación (Isabel Fernández de Castillejo y Marta Matkowska) recomiendan como primeros pasos los siguientes:

  • Acudir a la policía a levantar una denuncia y mostrar todas las pruebas que sustenten la violencia. Se recomienda consultar a un médico que certifique por escrito las lesiones o daños infligidos así como hacer fotografías de éstos.
  • Entrar en contacto con algún organismo o asociación del país donde viva la víctima que dé apoyo psicológico, social o legal.
  • Buscar asesoría jurídica, cuyos costos usualmente debe asumir la víctima, aunque existen algunos servicios locales que la ofrecen gratuitamente.
  • Una vez que la víctima tiene un abogado, éste puede solicitar al juez una orden de protección, incluso si la víctima no vive en el mismo domicilio que el agresor.

Por otro lado, la abogada Isabel Fernández de Castillejo explica que como en muchos juzgados no se habla español, lo mejor para que una víctima que no domina la lengua del país no se presente en desventaja es que se haga acompañar a las reuniones y audiencias por alguna amistad que sí lo hable correctamente.

Por su parte, la abogada Marta Matkowska, recomienda buscar una asociación que pueda apoyar con las traducciones de los documentos legales, que ya de por sí son generalmente difíciles de comprender en la lengua natal para cualquier persona. Y sobre todo, aconseja tomar un buen abogado y no porque hable español nada más. Tiene que ser uno que conozca a fondo la legislación familiar y que sea empático con la víctima.

Para mayor información, consultar las recomendaciones que da la sección consular de México en Francia, que pueden aplicarse en otros países europeos: https://consulmex.sre.gob.mx/francia/index.php/es/proteccion-a-mexicanos/2-consulado/198-violencia-de-genero

¿Cuáles son las señales de que mi familiar puede ser víctima de violencia conyugal?

La mayoría de las señales pueden estar escondidas en las conversaciones que las mexicanas suelen tener con sus familias y amigos de México por internet.

La madre de Berenice Osorio, María de Viana, recomienda escuchar con mucha atención y fijarse en el comportamiento del familiar. Por ejemplo, ella notó que su hija comenzó a molestarse más y más cuando le preguntaba si estaba bien o tenía algún problema.

Otro detalle, que hoy reconoce como una prueba del control que el hombre ejercía sobre su hija, es que siempre él estaba presente en las videoconferencias, cerca o lejos pero en el mismo cuarto.

La psicóloga Mariana Alba de Luna señala que hay que estudiar el aspecto físico y el arreglo personal, si éstos se están deteriorando. Otra pista de que algo no va bien es cuando se ve claramente que la chica está exagerando su alegría para convencer a los demás que su relación amorosa y todo es absoluta felicidad. Cuando deja de llamar o empieza a interrumpir el ritmo habitual de sus comunicaciones puede ser otra señal de preocupación.

Aline, la hermana de Jessica Astorga, aconseja a las familias que tengan los recursos económicos suficientes visitar de vez en cuando a su ser querido y estar totalmente con ella y no en plan de turismo, y menos en compañía de más personas. Poder recuperar la intimidad con la víctima permite observar la situación real que ella está viviendo y ayudarla a salir del hoyo emocional.

¿Qué pueden hacer los testigos?

La ayuda de los testigos de violencia conyugal es importante. El Instituto Europeo para la Igualdad de Género recomienda a los testigos hacer lo siguiente:

  • Hablar con la víctima
  • Ayudar a la víctima a tener acceso a servicios de apoyo
  • Ayudar a la víctima a denunciar
  • Denunciar la violencia a las propias autoridades