Vanessa
Mi estrategia es quedarme callada y llorar

Por: Yetlaneci Alcaraz y Marco Appel

Vanessa y Stefano* se conocieron en la Ciudad de México. Él vivía ahí por cuestiones laborales. Luego de unos años de tratarse, decidieron que ella se mudaría a Italia, de donde él proviene, para estar juntos. Ella estaba muy enamorada y él tenía dos hijas de una relación anterior, así que tomar la decisión no fue difícil. Era lo más conveniente para él y Vanessa lo aceptó sin recelo.

Emilia era una mujer independiente, en todos sentidos. Había nacido en Ciudad de México pero crecido en Estados Unidos y además había vivido sola algún tiempo en Canadá. Emigrar a un nuevo país y más aún con el hombre que amaba no representaba un sacrificio.

Sin saber una palabra de italiano -casi de inmediato se daría cuenta que a pesar de las similitudes con el idioma no entendía nada- Emilia llegó a vivir a un pueblo del norte, cerca de la ciudad de Ferrara.

“Como a todas las mujeres nos pasa, llegas y eres totalmente vulnerable a todo. Me sentía literalmente una analfabeta porque no entendía nada. Él y yo nos comunicábamos (en ese momento) en inglés y español”, recuerda Vanessa.

Tres meses después de haber llegado -cuando el visado de turista con el que entró a Europa se vencía- se casaron y escasos tres meses después Vanessa esperaba ya a su primera hija. Fue entonces -asegura- cuando todo comenzó a cambiar. Y es que durante el embarazo, la joven mexicana tuvo depresión y Stefano comenzó -dice ella- a descuidarla.

Primero fueron malos tratos y violencia verbal, algo a lo que ella no estaba acostumbrada. Las discusiones se hicieron cada vez más frecuentes y además escalaron. Cuando ella intentaba tomar distancia y alejarse para que los ánimos se enfriaran, él la seguía y no le otorgaba el espacio para estar sola que ella le pedía.

Cuando la niña nació la relación se deterioró más y más. De las malas formas y agresiones verbales siguieron actitudes como arrojar cosas y azotarlas en el suelo.

“Un día se enojó tanto conmigo estando en la cocina que me aventó un pedazo de pizza por detrás de la cabeza. Yo reaccioné y me puse muy mal porque jamás en ninguna de mis relaciones había tenido algo así”, dice.

La conversación con Vanessa tuvo lugar una mañana de invierno. Tomó su coche y manejó hasta un sitio donde normalmente daba paseos para despejarse. Tranquila, sola, sin presiones ni temor de que su esposo pudiera escuchar, accedió a contar su historia.

“Me parece importante contar mi historia porque así como me ha pasado a mí, conozco muchas chicas a quienes les ha pasado (algo similar). Es algo muy común y lamentablemente es poco lo que se puede hacer”, refiere.

Tras el evento con la pizza las cosas lejos de tranquilizarse se hicieron más pesadas para ella. Meses después una nueva discusión provocada por la agresividad de Stefano hizo que intentara poner un punto final: “No puedo más. Tan pronto pueda tomo mis cosas y me voy”, le dijo, además de hacerle saber su hartazgo por sus reacciones y la falta de respeto hacia ella.

La respuesta del hombre fue tomarla por la fuerza de los brazos, lanzarla con violencia a la cama, montarse sobre ella sujetándola de las muñecas y acercar su cara a la suya de forma amenazante.

Vanessa recuerda que histérica de miedo logró zafarse, correr a la sala para tomar en brazos a su hija, ya entonces de tres años, agarrar su celular y meterse en el baño para intentar pedir ayuda. Pero él corrió detrás de ella, colérico intentó arrebatarle el teléfono, se jalonearon mientras ella tenía a la bebé en los brazos.

“Al final logró arrebatarme el teléfono pero ‘no hubo violencia’ porque no me pegó. Lamentablemente, y esto lo recalco, no me golpeó. Las cosas que me hizo no me dejaron evidencia física y esto es una clave muy importante porque representa una línea muy delgada entre el tener una evidencia del maltrato o no”.

Agrega: “Cuando te golpean y terminas en el hospital con moretones y hay evidencia (entonces) tienes todo a tu favor (para defenderte). Pero cuando es una violencia de este tipo, sobre todo psicológica, lamentablemente no hay evidencia y es tu palabra contra la suya. Y es lo peor porque experimentas un nivel de frustración horrible”, explica.

Vanessa

Como pudo, Vanessa volvió a tomar el teléfono y marcó a sus suegros para pedir ayuda. Dice que con ellos llevaba una relación normal y relativamente cercana. Pero resultado de la llamada se percató que su suegro difícilmente entendería lo que había sucedido y daba por hecho que, por la propia cultura italiana y por cómo era la relación entre ellos, los dos respaldarían a su hijo. Decidió entonces también llamar a la policía.

Recuerda lo incómodo y complicado que fue todo porque una vez que estuvieron ahí los suegros, éstos más bien se concentraron en la niña, y cuando la policía llegó (por cierto, sólo hombres) Stefano cambió de actitud a la de un hombre relajado, minimizando todo lo sucedido, queriendo dar la idea de que nada había pasado y presentándola a ella como una mujer estresada, exagerada y con problemas emocionales.

La escena que a continuación describe Vanessa ejemplifica los encuentros que otras mujeres reportaron haber tenido con elementos del orden durante esta investigación:

“Como pude, expliqué lo que pasó, pero su reacción fue como de telenovela. Además de que evidentemente todos eran hombres, luego de escuchar me preguntaron: ‘¿pero qué fue lo que pasó?’. Volví a explicar: me gritó, me aventó, me lanzó, me lastimó…pero ellos no lo entendían. No por mis palabras, sino por el hecho mismo: ‘¿Y?, ¿Para eso nos llamaste?’, fue su respuesta. Imagínate el nivel de frustración que sentí”.

Por suerte para Vanessa, en aquel momento también llegó una ambulancia que enviaron por protocolo y el paramédico a bordo era una mujer. Tras revisarla le dijo que efectivamente no había encontrado evidencia física, pero le recomendó que de todas formas fuera al hospital para que quedara asentado en un documento lo que acababa de vivir. Además, de forma privada, le habló de un centro de ayuda para mujeres que viven violencia.

Como muchas de las mujeres migrantes que sufren este tipo de agresiones, Vanessa carecía de una red de apoyo y contactos. Recuerda que al principio -incluso como pareja- no se frecuentaban a más gente. A Stefano le conocía sólo un par de amistades a quienes apenas veían.

Lo que a ella realmente le ayudó para no caer en una depresión más profunda de la que ya tenía fue comenzar a trabajar como maestra de inglés en una escuela de idiomas en la ciudad de Ferrara.

“Al final mi trabajo, a pesar de que no es el super trabajo (porque) no gano como quisiera y hay muchos problemas a nivel de discriminación, es un trabajo que me ha dado libertad porque gano mi dinero y eso es muy importante”, dice.

Luego del evento con la policía, Vanessa decidió perdonar a su esposo y darle una segunda oportunidad no sin antes advertirle que, de haber otro acto de violencia, ella se iría de inmediato de la casa. Además también le puso como condición que hiciera terapia.

Pero la relación no mejoró. Llegó 2020 y con ello la pandemia. El norte de Italia fue una de las regiones más golpeadas por el coronavirus y sus habitantes vivieron un confinamiento larguísimo. Stefano y Vanessa tuvieron que trabajar desde casa y la tensión entre ellos aumentó.

En una ocasión volvió la violencia y en un momento de cólera el hombre rompió con el puño una puerta. Hubo sangre, gritos, ofensas. Fue un momento muy difícil porque ella no pudo cumplir su promesa de abandonar la casa. Las fuertes restricciones para salir a la calle se lo impidieron y además ninguna asociación u organismo que pudiera ayudarla tomaba el teléfono. El confinamiento era total.

Fue entonces que a Vanessa le quedó claro que no podía y no quería seguir así. Comenzó a ahorrar con la intención de juntar dinero suficiente para poder independizarse. Lo hacía en secreto porque temía la reacción violenta de Stefano de llegar a enterarse. Hacia afuera simulaba seguir con la relación. Había entendido que lo que desencadenaba la violencia en su marido era cuando ella trataba de defenderse o alejarse emocionalmente de él cuando éste la maltrataba.

“Con los años aprendí cómo manejarlo, cómo darle por su lado. Se porta grosero conmigo, con actitudes humillantes hacia mí, pero lo único que me queda como estrategia -porque mi instinto es combatir y defenderme- es quedarme callada, me pongo literalmente a llorar y él me ignora”, dice.

Sin embargo, la situación le ha pasado factura en su salud. Padece una gastritis aguda generada por estrés y nerviosismo y asegura que ha estado al borde de ataques de pánico. La niña, por su parte, reaccionaba escondiéndose debajo de la mesa cada vez que Stefano se ponía violento: “Dime si eso es vida. No podemos vivir así. Mi hija necesita bienestar y serenidad y evidentemente lo resiente igual que yo”.

La gota que derramó el vaso fue el día en que su pequeña -de entonces 4 años- le contó que cuando estaban a solas al abuelo le gustaba jugar un juego en el que los dos tenían que quitarse los pantalones.

Las alarmas se encendieron y de inmediato Vanessa intentó hablarlo con Stefano, quien de inmediato desestimó el dicho de su pequeña. Si bien ella no presentó una denuncia formal, sí decidió llevar a su hija en cuanto pudo con su pediatra para que la revisara y éste, por su parte, tuvo que reportar por protocolo a las autoridades la sospecha de la madre. Aunque las revisiones médicas no lograron determinar algún tipo de abuso contra la menor, Emilia buscó asesoría jurídica para conocer ahora si sus derechos e informó a su esposo que la separación era definitiva.

Tuvo que vivir todavía varios meses bajo el mismo techo con su aún esposo. Con sus ahorros logró sacar una hipoteca para comprarse una casa en Ferrara y mudarse junto con su hija. Ella tiene claro que mientras la niña sea menor de edad no podrá dejar Italia. Su padre viajó desde México para apoyarla con la mudanza y el proceso de separación. Al cierre de esta investigación, Emilia se había mudado ya a su casa.

“Ya me fui a mi casa. Las cosas han mejorado. Hemos encontrado un equilibrio”, escribió en un mensaje enviado a los periodistas.

Información útil

¿A dónde acudir en caso de violencia conyugal?

En España el Ministerio de Igualdad ofrece una página donde está toda la información relacionada a qué hacer si alguien es víctima de “violencia de género”. Las víctimas de violencia conyugal en particular pueden también encontrar ahí todos los contactos de apoyo. La página dispone de un botón de “salida rápida” para mayor seguridad:

https://violenciagenero.igualdad.gob.es/informacionUtil/recursos/telefono016/home.htm

En Francia, el ministerio del Interior ofrece en internet toda la información necesaria para actuar y proceder legalmente en caso de violencia conyugal. Aquí se pueden descargar igualmente todos los documentos que se tienen que llenar y presentar a la autoridad:

https://www.demarches.interieur.gouv.fr/particuliers/violence-conjugale

Línea permanente para las mujeres víctimas de violencia (Violence Femmes Info): 3919

En Alemania, el Hilfetelefon es la línea de ayuda gratuita que pone a disposición de la población el gobierno alemán y lo hace en varios idiomas, incluyendo el español. Cuenta con una página informativa muy completa que se puede encontrar también en nuestro idioma.

Teléfono: 08000 116016
https://www.hilfetelefon.de/es/asesoria-para-mujeres.html

Las agresiones físicas pero también las psicológicas se pueden denunciar ante la Policía al número 110

En Bélgica existen varios organismos de apoyo contra la violencia conyugal.
Por ejemplo, el Centre de Prévention des Violences Conjugales et Familiales ofrece varios servicios, entre ellos: línea de escucha telefónica, refugio, ayuda administrativa y social.

Teléfono: 02.539 27 44
[email protected]
[email protected]
www.cpvcf.org

Collectif contre les violences familiales (Lieja)
(Colectivo contra las violencias familiares)

Teléfono: 04.223 45 67
[email protected]
www.cvfe.be

Collectif des femmes
(Colectivo de mujeres)

010.47 47 69 (posibilidad en español)
[email protected]

Línea de escucha de la región valona (francófona): 0800 30 030
Línea de escucha de la región flamenca (neerlandesa): 1712
Para una situación que requiere una intervención de la policía: 101
Para una emergencia médica: 112

Para una lista de contactos más detallada en la región valona (francófona), Amnistía Internacional Bélgica ofrece la siguiente:

https://www.amnesty.be/campagne/droits-femmes/les-violences-conjugales/contacts-utiles-violences-conjugales

UNIÓN EUROPEA

Womens Against Violence Europe (WAVE) ofrece en línea una lista de contactos de ayuda para mujeres de 46 países europeos, incluso a nivel regional:
https://wave-network.org/find-help/

¿Cómo reconozco que soy víctima de violencia por parte de mi pareja?

De acuerdo con el Violentómetro, elaborado por el Instituto Politécnico Nacional, puedes ser víctima de una relación violenta, en un primer grado, si tu pareja:

  • Te hace bromas hirientes
  • Te engaña
  • Te chantajea
  • Te ignora o te aplica la ley del hielo
  • Te cela
  • Te espía en redes sociales
  • Te culpabiliza y descalifica
  • Te humilla en público

El siguiente grado de violencia en donde tienes que comenzar actuar es cuando tu pareja:

  • Te controla (el dinero, tus correos, tu celular, tus redes sociales) y comienza a prohibirte (amistades, la forma como te arreglas o vistes, los lugares a donde acudes).
  • Destruye tus artículos personales.
  • Te manosea y te hace caricias agresivas.
  • Te golpea “jugando”.
  • Te empuja, jalonea o patea.
  • Te encierra o aisla

El siguiente grado es cuando tienes que salir definitivamente de esa relación y pedir ayuda profesional. Y esto es si tu pareja:

  • Te hace “sextorsión” que es cuando te chantajea con difundir contenido íntimo si no accedes a lo solicitado.
  • Te amenaza con objetos o armas.
  • Te amenaza de muerte.
  • Te forza a mantener relaciones sexuales
  • Te viola
  • Te mutila.

La violencia última y más grave es el feminicidio.

¿Qué hacer si mi pareja me agrede física o psicológicamente en un país que no es el mío?

La Secretaría de Relaciones Exteriores y las abogadas consultadas para esta investigación (Isabel Fernández de Castillejo y Marta Matkowska) recomiendan como primeros pasos los siguientes:

  • Acudir a la policía a levantar una denuncia y mostrar todas las pruebas que sustenten la violencia. Se recomienda consultar a un médico que certifique por escrito las lesiones o daños infligidos así como hacer fotografías de éstos.
  • Entrar en contacto con algún organismo o asociación del país donde viva la víctima que dé apoyo psicológico, social o legal.
  • Buscar asesoría jurídica, cuyos costos usualmente debe asumir la víctima, aunque existen algunos servicios locales que la ofrecen gratuitamente.
  • Una vez que la víctima tiene un abogado, éste puede solicitar al juez una orden de protección, incluso si la víctima no vive en el mismo domicilio que el agresor.

Por otro lado, la abogada Isabel Fernández de Castillejo explica que como en muchos juzgados no se habla español, lo mejor para que una víctima que no domina la lengua del país no se presente en desventaja es que se haga acompañar a las reuniones y audiencias por alguna amistad que sí lo hable correctamente.

Por su parte, la abogada Marta Matkowska, recomienda buscar una asociación que pueda apoyar con las traducciones de los documentos legales, que ya de por sí son generalmente difíciles de comprender en la lengua natal para cualquier persona. Y sobre todo, aconseja tomar un buen abogado y no porque hable español nada más. Tiene que ser uno que conozca a fondo la legislación familiar y que sea empático con la víctima.

Para mayor información, consultar las recomendaciones que da la sección consular de México en Francia, que pueden aplicarse en otros países europeos: https://consulmex.sre.gob.mx/francia/index.php/es/proteccion-a-mexicanos/2-consulado/198-violencia-de-genero

¿Cuáles son las señales de que mi familiar puede ser víctima de violencia conyugal?

La mayoría de las señales pueden estar escondidas en las conversaciones que las mexicanas suelen tener con sus familias y amigos de México por internet.

La madre de Berenice Osorio, María de Viana, recomienda escuchar con mucha atención y fijarse en el comportamiento del familiar. Por ejemplo, ella notó que su hija comenzó a molestarse más y más cuando le preguntaba si estaba bien o tenía algún problema.

Otro detalle, que hoy reconoce como una prueba del control que el hombre ejercía sobre su hija, es que siempre él estaba presente en las videoconferencias, cerca o lejos pero en el mismo cuarto.

La psicóloga Mariana Alba de Luna señala que hay que estudiar el aspecto físico y el arreglo personal, si éstos se están deteriorando. Otra pista de que algo no va bien es cuando se ve claramente que la chica está exagerando su alegría para convencer a los demás que su relación amorosa y todo es absoluta felicidad. Cuando deja de llamar o empieza a interrumpir el ritmo habitual de sus comunicaciones puede ser otra señal de preocupación.

Aline, la hermana de Jessica Astorga, aconseja a las familias que tengan los recursos económicos suficientes visitar de vez en cuando a su ser querido y estar totalmente con ella y no en plan de turismo, y menos en compañía de más personas. Poder recuperar la intimidad con la víctima permite observar la situación real que ella está viviendo y ayudarla a salir del hoyo emocional.

¿Qué pueden hacer los testigos?

La ayuda de los testigos de violencia conyugal es importante. El Instituto Europeo para la Igualdad de Género recomienda a los testigos hacer lo siguiente:

  • Hablar con la víctima
  • Ayudar a la víctima a tener acceso a servicios de apoyo
  • Ayudar a la víctima a denunciar
  • Denunciar la violencia a las propias autoridades