La tasa de vacunación contra el coronavirus en Bulgaria es la más baja de la Unión Europea; apenas 28.4 por ciento de sus adultos contaba con una dosis completa hasta el pasado 12 de noviembre. Y aunque ese país es uno de los más pobres de la región, los búlgaros están dispuestos a pagar entre 150 y 250 euros por un certificado de vacunación falso. Investigaciones periodísticas calculan que uno de cada diez certificados de vacunación en Bulgaria es comprado… un fenómeno que se reproduce por desgracia en todo el mundo.
Un reportaje de Radio Free Europe-Radio Liberty -que con autorización reproduce ahora Underground– explica la situación en aquella nación europea.
María e Iván (los nombres han sido cambiados) pagaron un total de 600 leva (345 dólares) para obtener certificados de vacunación falsos contra el COVID-19. Compraron los certificados la primavera pasada para poder viajar primero a Grecia y luego a Francia. Cuentan su historia porque se arrepienten de lo que han hecho y ahora quieren vacunarse, pero no saben cómo hacerlo. Según los documentos, ya tienen dos dosis cada uno.
“Lo único que se me ocurre es tomar una tercera dosis cuando lo permitan. Sobre el papel tendremos tres inyecciones, pero en realidad tendremos una cada quien. Y una es mejor que nada”, dice María.
El inspector jefe de salud, el doctor Angel Kunev, afirma que tanto el Ministerio de Sanidad como las Inspecciones Regionales de Sanidad del país han recibido denuncias de ciudadanos contra médicos que supuestamente comercian con documentos de vacunación.
Lo único que pueden hacer las autoridades sanitarias en estos casos es remitir los indicios a la fiscalía. El Ministerio Público dijo que actualmente tiene 14 expedientes sobre certificados falsos. La Agencia Estatal para la Seguridad Nacional y el Ministerio del Interior también participan en los controles.
Hasta ahora no se ha resuelto ningún caso. Sin embargo, aunque esto ocurra, será muy difícil que haya sanciones, según el doctor Kunchev. La razón es que no hay manera de demostrar si una persona ha sido vacunada o no, dado que hay un pequeño porcentaje de personas que no desarrolla anticuerpos ni después de una vacuna ni después de tener COVID 19.
Hay mucha información sobre el comercio de certificados. Es asequible para los compradores y seguro para los vendedores porque saben que probarles algo es difícil.
Mientras tanto, Bulgaria sigue siendo el último país de la Unión Europea en materia de vacunación. Apenas algo más del 20 por ciento de la población está totalmente vacunada (*cifra al 6 de octubre). En las últimas semanas, el país se encuentra bajo la llamada cuarta ola: varios miles de infectados y más de un centenar de muertos cada día.
“Auténtico negocio”
Según los comentarios de la gente en las redes sociales, el certificado de vacunación se puede comprar tanto en las ciudades pequeñas como en las grandes, tanto con un médico personal como en un gran hospital.
Los precios oscilan entre 200 y 400 leva (entre 115 y 230 dólares). Y el documento emitido es técnicamente bastante genuino. Tiene el número necesario, está registrado en el sistema nacional y con él se puede viajar al extranjero. Sólo que detrás del certificado no hay una verdadera vacunación.
La obtención de un certificado falso se produce rápidamente, y los médicos implicados ni siquiera intentan convencer a sus “clientes” de que se vacunen de verdad. Simplemente tiran la dosis que les correspondía.
María e Iván, que no quieren que se mencionen sus nombres reales para no ser reconocidos, cuentan la cronología de sus casos. Iván lo resume así: “Es un auténtico negocio. Ha sido rápido, fácil e incluso con descuento”.
Todo empezó el invierno pasado. “Mi marido y yo tuvimos el coronavirus, y nuestro hijo también se infectó, pero casi no se notaba que estaba enfermo”, dice María. Ella y su marido estuvieron expuestos al virus poco antes de que llegaran las primeras dosis de vacunas a Bulgaria. Toda la familia se enfermó.
Cuando comenzó la vacunación en Bulgaria, en la primavera de 2021, consultaron a su médico de cabecera. “Nos dijo que esperáramos porque teníamos muchos anticuerpos y no tenía sentido precipitarse”, narra Iván. Su esposa se empeña en subrayar que la familia no es antivacunas.
Poco después de iniciarse la vacunación masiva, los medios de comunicación empezaron a hablar de los efectos secundarios de las vacunas. “Primero fue AstraZeneca la que dio problemas, luego empecé a leer sobre problemas con la de Pfizer, así que en mayo, cuando ya estaban surgiendo nuestros planes de verano, decidimos comprar certificados”, relata María.
“Viajamos mucho: hacer una prueba de PCR (Reacción en Cadena de la Polimerasa) no era una opción en absoluto; estaba claro que en todos los países de Occidente querrían un certificado de vacunación, aunque no estaba muy claro aún cuál sería”.
Así que la familia se hizo la prueba de los anticuerpos (diferente a la PCR). Una vez que encontraron su presencia, María e Iván decidieron comprar los documentos.
“Teníamos los anticuerpos, pero leímos en todas partes que las vacunas producen efectos secundarios. Así que pensamos que no pondríamos a nadie en peligro con este truco”, añade María.
Desde el momento en que decidieron comprar los certificados hasta que concretaron la compra sólo pasaron 24 horas. “Primero nos dijeron que el precio de ‘dos dosis de Pfizer’ era de 400 leva, pero cuando se dieron cuenta de que éramos familia incluso nos hicieron un descuento y así pagamos 600 leva en total”, señala Iván.
Comprar fue fácil. Tras un acuerdo previo, a través de un conocido, los dos esposos fueron al final de la jornada laboral a un gran hospital metropolitano. “Nuestros documentos dicen que la segunda dosis fue aplicada en la última semana de mayo”.
María afirma que nadie le preguntó por qué no quería vacunarse. “Yo explicaba: ‘tenemos anticuerpos y tenemos miedo de los efectos secundarios de las vacunas’. Y no me respondían nada”, dice.
A principios de octubre pasado, Iván tenía todavía una cantidad importante de anticuerpos, pero en el caso de su mujer éstos habían disminuido. La pareja está avergonzada de lo que hizo y se arrepiente. “Ahora no podemos vacunarnos, pero si permiten una tercera dosis para los más jóvenes, nos la pondremos”, asegura María.
Su hijo cumple 12 años en diciembre, y ella y su marido están considerando vacunarlo también. “Simplemente nos dejamos engañar e hicimos algo bastante estúpido. Por miedo y un poco de arrogancia”, dice la pareja.
Cómo reaccionan las instituciones
A estas alturas, la situación de los certificados falsos en Bulgaria puede resumirse diciendo que todo el mundo lo sabe, todo el mundo habla de ellos, pero no hay culpables.
De acuerdo con el doctor Angel Kunchev se ha detectado un caso muy concreto en el país.
“La Inspección Regional de Salud de la ciudad donde ocurrió esto ha notado que hay una administración récord de vacunas”, dice el inspector jefe de sanidad.
“Nos llamó la atención que, además del elevado número de vacunas, un médico administrara los biológicos a personas de todo el país. Tiene pacientes de Elhovo, Varna, y su consultorio está situado en el centro de Bulgaria”, dice Kunchev. Añade que se ha alertado a la fiscalía, pero es demasiado pronto para hablar de la evolución de la situación.”Es complicado que te atrapen porque dirán que no han creado anticuerpos”, precisa Kunchev.
El sábado, la portavoz del Fiscal General, Siyka Mileva, dijo que la fiscalía estatal estaba trabajando en 14 informes sobre la administración de vacunas falsas. “Los informes se han recibido de siete distritos, y el mayor número procede de Sofía (la capital)”, afirmó. Los datos con los que trabaja la fiscalía son en su mayoría de septiembre. “Seremos inflexibles”, advirtió Mileva.
- Fotograma RTBF
¿Serán castigados?
Andrey Yankulov, ex fiscal y actual experto jurídico de la Fundación del Fondo Anticorrupción, explica a Europa Libre que es muy probable que los médicos que comercian con certificados de vacunación queden impunes. La razón es que el proceso de vacunación está regulado en varios actos jurídicos.
“Por alguna razón, a pesar de la extrema importancia de la vacunación contra el COVID-19, la regulación está dispersa en la Normativa sobre Inmunización y en la Directiva de gobierno, que sólo hace referencia en algunas partes a la normativa. La ley no define claramente a las personas responsables de llevar a cabo la vacunación, incluyendo la documentación sobre la misma”, dice la abogada de derecho médico Maria Sharkova.
Esto crea confusión, incluso entre los que realizan las inmunizaciones. En la práctica, la orden establece la obligación de introducir los datos en un sistema electrónico, pero no especifica a los responsables de ello, confirma la abogada.
Andrey Yankulov menciona que, según el derecho penal, el certificado no puede considerarse un documento con contenido falso. “Para que un documento tenga un contenido falso debe tener un responsable, y el certificado no está pensado para generar una responsabilidad”, explica Yankulov. Tampoco se podría emplear el Código Penal (para sancionar esta práctica) porque el certificado de vacunación no tiene el valor legal que tienen los otros certificados sobre el estado de salud.
En palabras de la abogada Maria Sharkova, todo esto puede superarse fácilmente. “Sólo tenemos que perfeccionar el reglamento. Deberían considerarse todas las opciones, incluida la actualización, es decir, la modificación de las órdenes para que no se conviertan en una razón que justifique estas prácticas”, afirma la abogada. (Traducción: Underground Periodismo Internacional).
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