Informe climático: el planeta se colapsa… ya

El estudio del grupo de expertos de la ONU es contundente: los cambios en el clima de la Tierra -que se extienden ya a todas las regiones del mundo- no tienen precedentes en miles de años y algunos de ellos, como el aumento continuo del nivel del mar, son irreversibles. Y confirma -una vez más- que el papel de la influencia humana en el colapso climático es indiscutible. De continuar la tendencia actual, la temperatura de nuestro planeta alcanzará en 2030 -10 años antes de lo previsto- los temidos 1,5 grados centígrados extras de calentamiento en comparación con los niveles preindustriales.

La noche del 14 al 15 de julio cayó tal cantidad de lluvia sobre el occidente de Alemania que la corriente formada por la precipitación arrasó caminos, puentes, casas y en cuestión de sólo unas cuantas horas miles de familias perdieron su patrimonio. Más de 200 personas murieron . Fue -según reportaron las autoridades- el mayor desastre natural desde el fin de la Segunda Guerra Mundial. Un par de días después, escenas similares se vivieron en la provincia central china de Henan, en donde la corriente arrastró gente y vehículos matando a más de cien personas.

Casi al mismo tiempo, en Rusia, Turquía, Grecia y Argelia el fuego consumió (y sigue haciéndolo hasta el cierre de esta entrega) cientos de hectáreas de bosques. Las altas temperaturas -cada vez más extremas- registradas en Siberia provocaron al menos 93 incendios forestales y más de un millón de hectáreas ardieron en la República de Sajá, al noreste del país. Para Turquía representaron los peores incendios sucedidos en décadas: más de 217 puntos de fuego en más de la mitad de las provincias. En Grecia, alrededor de dos mil personas residentes de la isla Evia fueron evacuadas en ferrys porque el fuego literalmente destruyó la isla en lo que fue uno de los 586 incendios forestales que el primer ministro griego Kyriakos Mitsotakis calificó como un desastre natural sin precedentes. Y Argelia -según los medios locales- enfrentó los incendios forestales más destructivos de su historia dejando al menos 65 víctimas mortales.

Que el cambio climático es el responsable de estos y más desastres naturales registrados en las últimas décadas lo corrobora ahora el reciente informe del Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático de Naciones Unidas (IPCC, por sus siglas en inglés) dado a conocer el pasado 9 de agosto.

El estudio es contundente: los cambios en el clima de la Tierra -que se extienden a todas las regiones de ésta- no tienen precedentes en miles de años y algunos de ellos, como el aumento continuo del nivel del mar, son irreversibles. Además confirma también que el papel de la influencia humana en el sistema climático es indiscutible.

Foto: NASA
Incendios en las provincias turcas de Antalya, Mersin y Mügla.

Así las cosas, y de continuar la tendencia actual, la temperatura de nuestro planeta alcanzará ya en 2030 -10 años antes de lo previsto- los temidos 1,5 grados extras de calentamiento en comparación con los niveles preindustriales. Y para 2050 – si se sigue con el mismo nivel de emisiones- la temperatura global podría incrementarse entre 2,1 y 3,5 grados para el año 2100.

¿Cuáles son las consecuencias de ello? El grupo de expertos señala que de mantenerse un incremento de “sólo” 1,5 grados centígrados (°C) de temperatura se producirá un aumento de las olas de calor, se alargarán las estaciones cálidas y se acortarán las estaciones frías con todo lo que ello implica. Bajo un escenario de un calentamiento global sobre 2°C, los episodios de calor extremo alcanzarían con mayor frecuencia umbrales de tolerancia críticos para la agricultura y la salud.

En el informe titulado Cambio climático 2021: Bases físicas participaron 234 autores provenientes de 66 países, quienes estudiaron alrededor de 14 mil estudios y forman parte del Grupo de trabajo I del IPCC, que es el órgano de la Naciones Unidas encargado de evaluar los conocimientos científicos relativos al cambio climático.

Foto: Licencia Commons
Incendios forestales en Grecia, 25 de julio de 2007.

El pasado miércoles 11 de agosto la isla italiana de Sicilia alcanzó un nuevo récord de calor no sólo para Italia sino para toda Europa: 48.8°C midió el termómetro, dejando atrás el récord europeo de 48°C que se estableció en 1977 en Grecia. La ola de calor registrada en el Mediterráneo colocó también a la península itálica como epicentro de un sinnúmero de incendios forestales: según las autoridades locales más de 110 durante este verano que parece no tener tregua.

Estas intensas olas de calor con récords de temperatura elevada se dejaron sentir también en el continente americano: Estados Unidos y Canadá registraron a finales de junio temperaturas que rebasaron los 49°C, generando con ello los correspondientes incendios forestales que devastaron miles de hectáreas de bosques.

Las escenas de escuálidos y agonizantes caballos yacentes en la estepa de Kazajistán, dieron la vuelta al mundo también durante este verano. Más de mil animales perecieron debido a la falta de alimento y agua en la península de Mangistau. Las altas temperaturas generaron una sequía extrema en el país ubicado en el centro de Asia.

Manifiesto como nunca antes, el cambio climático muestra sólo parte de lo que puede significar para la humanidad. Desde que comenzó la era industrial hasta ahora la Tierra ha registrado un incremento de 1.1°C en su temperatura. El anhelado freno que en 1997 gobiernos de todo el mundo quisieron alcanzar mediante el protocolo de Kioto -comprometiendo a los países industrializados a limitar y reducir las emisiones de gases de efecto invernadero para frenar hasta 1,5 °C la temperatura global-, parece haber fracasado.

  • Cada una de las últimas cuatro décadas han sido sucesivamente más cálida que cualquier década que la precedió desde 1850.
  • El nivel medio del mar ha aumentado 20 cm entre 1901 y 2018.
  • La influencia humana ha calentado el clima a un ritmo sin precedentes en al menos los últimos 2000 años.
  • En 2019, las concentraciones de CO2 atmosférico fueron más altas que en cualquier otro momento en al menos 2 millones de años.
  • En comparación con 1850-1900, es muy probable que la temperatura de la superficie global promediada durante 2081-2100 sea incremente entre 1.0 ° C y 1.8 ° C en un escenario de muy bajas emisiones de gases de efecto invernadero.
  • La temperatura global de la Tierra se ha incrementado en 1.1°C desde la época preindustrial.


Foto: Matt Palmer / Unsplash
Incendios forestales en Tasmania, Australia, marzo de 2021.

El informe del Grupo de Trabajo I del IPCC plantea que sólo reduciendo de forma drástica la emisión de gases -lo que implicaría que a más tardar para el año 2050 se alcance la neutralidad climática en todo el mundo- se podría frenar de alguna forma este calentamiento global. Pero aún bajo este escenario -que diversos medios de comunicación y optimistas destacan como la parte “positiva” de este informe- la situación no es del todo alentadora:

“Con acciones inmediatas que reduzcan de manera fuerte y sostenida la emisión de dióxido de carbono (CO2) y otros gases de efecto invernadero se lograría limitar el cambio climático. Y si bien los beneficios en la calidad del aire serían rápidos, podrían pasar de 20 a 30 años para que las temperaturas globales se estabilicen”, señala el documento.

Sin embargo, muchos de los cambios registrados -sobre todo en los océanos, capas de hielo y el nivel global del mar- son irreversibles en cientos y miles de años.

La advertencia es clara: resultados de baja probabilidad, como el colapso de la capa de hielo terrestre, cambios abruptos en la circulación oceánica, o algunos eventos compuestos extremos y un calentamiento sustancialmente mayor, no se pueden descartar y son parte de la evaluación de riesgos que hace el informe.

Y es que, con cada incremento de calentamiento global, los cambios se hacen mayores. Por ejemplo: cada 0.5°C adicional de calentamiento provoca claramente un aumento en la intensidad y frecuencia de fenómenos extremos cálidos como olas de calor, fuertes precipitaciones, así como sequías agrícolas y ecológicas.

Sin embargo, no es cuestión únicamente de la temperatura. Como consecuencia del cambio climático, las diferentes regiones experimentan ya distintas transformaciones, que se intensificarán si aumenta el calentamiento; en particular, cambios en la humedad y la sequedad, los vientos, la nieve y el hielo, las zonas costeras y los océanos.

Y enumera el informe algunos ejemplos: si el ciclo hidrológico se intensifica habrá más lluvias e inundaciones, así como a sequías más fuertes en muchas regiones; por su parte, las zonas costeras experimentarán un aumento continuo del nivel del mar a los largo del siglo XXI, lo que contribuirá a la erosión costera y a que las inundaciones sean más frecuentes y graves en las zonas bajas; los fenómenos relacionados con el nivel del mar extremo que antiguamente se producían una vez cada 100 años podrían registrarse con una frecuencia anual a finales de este siglo; se amplificará el deshielo del permafrost (que es la parte profunda del suelo de las regiones permanentemente heladas) así como el derretimiento de los glaciares y los mantos de hielo.


Foto: Régine Fabri / Licencia Commons
Inundaciones en Tilff, Bélgica, el 16 de julio de 2021.

Más: el océano registra también cambios como calentamiento y acidificación, además de un aumento de la frecuencia de las olas de calor marinas y reducción de los niveles de oxígeno, claramente relacionados con la influencia humana. Estos cambios -prosigue el estudio- afectan tanto a los ecosistemas de los océanos como a las personas que dependen de ellos, y continuarán produciéndose al menos durante el resto del siglo.

En el informe también se pone de manifiesto que así como las acciones humanas han determinado en las últimas décadas el cambio climático también éstas podrían todavía determinar el curso futuro del clima.

“Si queremos estabilizar el clima será necesario reducir de forma sustancial, rápida y sostenida las emisiones de gases de efecto invernadero para finalmente lograr cero emisiones netas de dióxido de carbono (o CO2). Asimismo, limitar otros gases de efecto invernadero y contaminantes atmosféricos, especialmente el metano, podría ser beneficioso tanto para la salud como para el clima”, consideró durante la presentación del informe el copresidente del Grupo de Trabajo I, Panmao Zhai.


Foto: Klaus Bärwinkel / Licencia Commons
Inundación en Hagen, Alemania, julio de 2021.

Lo cierto es que el futuro no se avizora sencillo. La llamada de alerta que implica el reciente estudio presentado por el IPCC deberá de tener un efecto en la próxima conferencia sobre Cambio Climático, a realizarse en Glasgow, Reino Unido, en noviembre de este año, y sobre todo en la elaboración de políticas públicas de los gobiernos del mundo.

La llamada es urgente: Tan sólo en 2019 debido a conflictos violentos, pero también desastres naturales, 33,4 millones de personas tuvieron que dejar sus lugares de origen, según el último informe del Centro de Monitoreo de Desplazamiento Interno.

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DETRÁS DE LA HISTORIA

En 2020, recibí un correo de Tansy Hoskins, una talentosa periodista inglesa que ha dedicado su carrera a investigar las industrias de la moda y textil alrededor del mundo. Un encuentro curioso, porque ella buscaba solo un traductor para investigar un brote de COVID-19 en una maquila en Guatemala. La colaboración evolucionó y pronto me encontré más allá de un rol de traductor, coproduciendo la historia con ella. El resultado fue publicado en The Guardian y ambos nos quedamos con un buen sabor de boca.

Alentados por la fructífera primera experiencia, decidimos ampliar el alcance de nuestra investigación sobre el mismo tema: cómo la pandemia de COVID-19 afectó a obreros (obreras, prioritariamente) de la industria textil en los principales países maquiladores del mundo, que no coincidentemente son del sur global. Después de algunos meses rodando, conseguimos financiamiento de la National Geographic Society y nos allegamos a colegas con experiencia en el tema en otros lugares del mundo. La investigación agrupó a periodistas en Inglaterra, Honduras, Estados Unidos, Bangladesh y México y abarcó un amplio abanico de casos en Honduras, Bangladesh, Sri Lanka, Myanmar y California.

Las múltiples historias derivadas de la investigación se publicarán en las próximas semanas, pero la colaboración es desde ya un éxito por haberse logrado en las precarias condiciones de la pandemia y en una amplitud geográfica inabarcable. Lo más importante: una generosa revisión de las condiciones de quienes hacen nuestra ropa, calzado y cubrebocas. La versión maquiladora de la expresión “estamos en la misma tormenta, pero no todos vamos en el mismo barco”.

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