Los holandeses tienen la materia prima, los mexicanos saben cocinar

Un puñado de químicos mexicanos ha logrado que Bélgica y Holanda se hayan convertido rápidamente en productores mundiales de metanfetamina en cristal. Esa droga, como una alternativa sintética más barata de la cocaína, está abriendo nuevos mercados por todo el orbe, principalmente entre grupos vulnerables. El periodista belga Arthur Debruyne se sumergió en el tema y pasó un año entrevistando a autoridades policiacas y judiciales, intermediarios del crimen organizado, narcotraficantes y consumidores. Pero también tuvo acceso a los “cocineros” mexicanos que trabajaron en los laboratorios de la frontera belgo-holandesa, así como a las carpetas de investigación y a las resoluciones de los tribunales donde fueron juzgados. Con autorización del autor, Underground Periodismo Internacional reproduce en español el reportaje que publicó el pasado 14 de enero el periódico belga De Standaard y que fue financiado por el Fonds Pascal Decroos de Bélgica y el Fonds Bijzondere Journalistieke Projecten de Holanda.



Los barriles llenos de porquería química probablemente serían engullidos por la basura que forma parte del paisaje callejero alrededor de la estación de trenes del sur de Bruselas. Eso debió de pensar el hombre que el 23 de noviembre de 2020 dejó allí 32 bidones con residuos de droga, ordenadamente repartidos en cuatro palés. Permanecieron allí días, en una banda de estacionamiento de la calle Memling, en la comuna de Anderlecht, antes de que la policía los encontrara. Se trataba de metanfetamina, reveló el análisis de laboratorio.

Los cuatro detectives de la policía federal encargados del caso habían desmantelado tantas plantaciones de cannabis en la Región de Bruselas-Capital que ello ya se había convertido en algo rutinario. Pero hasta entonces nunca habían encontrado un laboratorio para elaborar drogas en Bruselas, y mucho menos para la producción de metanfetamina. Las cámaras de tráfico condujeron al equipo hasta una furgoneta alquilada y un sospechoso, un hombre marroquí de Bruselas. El rastreador integrado en aquel vehículo mostró que unos días antes había estado en una dirección de Herstal, cerca de Lieja. Ahí es donde se encontraba el laboratorio, confirmó una operación de vigilancia nocturna.

Los registros de llamadas desde el vertedero ilegal pusieron en evidencia a todos los implicados, incluidos Michael H., el anciano propietario del inmueble, el mensajero Joey V.L. y el intermediario Bachir E.B. Ocho hombres en total. Cuanto más bajo era su rango en la banda, más abiertamente se comunicaban. “Han llegado”, escucharon un día los detectives a través de la línea telefónica intervenida de Herstal. “Podemos seguir adelante”. Se oyeron de fondo palabras en español.

Los investigadores sospechaban de técnicos mexicanos de laboratorio contratados por sus conocimientos químicos. Se perfilaron desde ese momento los contornos de un nuevo fenómeno delictivo: “cocineros” son traídos en avión desde México para fabricar metanfetamina en laboratorios de Bélgica y Holanda. Las autoridades siguen sin saber cómo ni por qué. Los mexicanos detenidos guardan un silencio sepulcral, dicen, por miedo a las represalias de sus clientes.

Parecía que un tal Cees B. movía los hilos en el caso Herstal desde Ámsterdam. Que el rastro condujera a Holanda no sorprendió a los investigadores. Lo llaman “el México de Europa”, un país de guetos criminales donde la industria de la droga es tan omnipresente que podría decirse que es un narcoestado. Es una perogrullada para los investigadores de drogas belgas: el 80% de todos los laboratorios desmantelados conducen siempre al bajo mundo holandés. Pero aunque la delincuencia relacionada con la droga no conoce fronteras y el narcotráfico belgo-holandés lleva años operando en la Unión Europea unificada, los investigadores siguen topándose con un muro de papeleo y administración en torno a las solicitudes internacionales de asistencia judicial mutua.

Herstal resultó ser una pieza de un rompecabezas que se extendía por varios países. Gracias a la pericia de un puñado de mexicanos, Bélgica y Holanda se convirtieron rápidamente en actores mundiales en la producción de una droga que, como alternativa sintética más barata a la cocaína, está abriendo nuevos mercados en todo el mundo, a menudo entre grupos vulnerables, según las Naciones Unidas. Basándose en decenas de entrevistas realizadas en seis países a agentes de las fuerzas del orden, intermediarios del hampa, narcotraficantes, consumidores y, por primera vez, técnicos de laboratorios mexicanos, complementadas con la investigación de 15 expedientes y sentencias penales, De Standaard arroja luz sobre esta nueva rama de la delincuencia organizada en Holanda.

Portal de la RTBF informando sobre el desmantelamiento del laboratorio de Herstal. Foto: captura de pantalla.

El atractivo del dinero

Culiacán, primavera de 2018. “En Holanda se ganan montañas de dinero con el ice”, les dijeron a Diego y Víctor V. Los hermanos, jóvenes veinteañeros, tenían ya varios años trabajando como técnicos en laboratorios de metanfetamina en la capital del estado de Sinaloa y sus alrededores, en la costa occidental de México, cuando les ofrecieron un puesto en Holanda.

Los dos crecieron en el interior del cercano estado de Durango, conocido junto con partes de Sinaloa y Chihuahua como el Triángulo Dorado, cuna del narcotráfico mexicano. Su padre y sus tíos cultivaban allí hierba y adormidera para fabricar heroína, como la mayoría de los agricultores que subsisten en esa región sin ley. Cuando la legalización de la hierba en Estados Unidos y el auge del fentanilo, un sustituto barato de la heroína, pusieron fin al cultivo de drogas en la sierra, los hermanos huyeron a Culiacán. Su padre quería verlos estudiar, pero el atractivo del dinero rápido en el bajo mundo sonaba más fuerte.

Aunque los hermanos de Sinaloa producían cientos de kilos de droga en cuestión de días, lo que supone millones de dólares en ventas, los beneficios iban a parar invariablemente a los inversores. En la eterna dicotomía entre trabajo y capital, Diego y Víctor estaban en el bando equivocado. Vieron entonces a Holanda como un trampolín hacia un éxito mayor. No son tan diferentes de los millones de trabajadores migrantes mexicanos que antes perseguían el sueño americano.

En La Haya, donde estaban alojados, los hermanos hicieron amistad con otros latinoamericanos, entre ellos unos chicos colombianos que trabajaban en lavanderías de cocaína recuperando la droga de materiales portadores como la ropa. “Holanda y Bélgica producen mucho speed y éxtasis, pero no hay expertos en metanfetamina”, les dijeron. “Ese es su papel”. Poco después, los pusieron a trabajar en un laboratorio situado en la bodega de un velero amarrado en el pequeño puerto interior de la localidad de Moerdijk, en la provincia de Brabante Septentrional, a 20 kilómetros de la frontera con Bélgica.

La receta mexicana

El 10 de mayo de 2019, los agentes, atraídos por el olor químico, dieron con el laboratorio de Diego y Víctor en Moerdijk. Un mes después, en Bélgica, tres cocineros mexicanos fueron detenidos en un laboratorio de Wuustwezel, en Amberes. En 2020, el fenómeno explotó: hasta 2018, no se había descubierto ni un laboratorio de metanfetamina en Bélgica; en 2020 y 2021, cinco cada año. En Holanda, en 2020 la policía desmanteló 32 laboratorios de metanfetamina, en muchos de los cuales trabajaban mexicanos. Un total de 24 mexicanos fueron detenidos en ambos países.

El forense Jorrit van den Berg no tiene por qué detenerse en los orígenes de los laboratorios de drogas, y tampoco se espera de él que comprenda las organizaciones criminales y sus motivos. En lo que a él respecta, las moléculas cuentan la historia. En 2019, en el Instituto Forense de Holanda en La Haya, el forense sometió la metanfetamina de Moerdijk a un análisis químico.

Van den Berg ha visitado laboratorios de drogas por toda Holanda en sus 20 años de carrera. En el caso muy excepcional de que se tratara de un laboratorio de metanfetamina -es mucho más frecuente que se trate de anfetamina (speed) o MDMA-, los cocineros utilizaban como sustancia base la efedrina, un ingrediente para medicamentos contra la tos y gotas nasales. Pero la metanfetamina mexicana resultó tener una composición diferente, señala Van den Berg.

Debido a unos controles internacionales más estrictos, la efedrina se hizo más difícil de obtener con el paso de los años. Pero la bencilmetilcetona (BMK), materia prima utilizada para fabricar speed a ambos lados de la frontera belgo-holandesa, también puede emplearse para la producción de metanfetamina. Sólo que la BMK tiene el gran inconveniente de producir una mezcla inferior de dos tipos de metanfetamina. Un tipo es la levometanfetamina (l-meth), que acelera los latidos del corazón pero no induce euforia y, por tanto, no es adictiva. La otra se llama dextrometanfetamina (d-meth), con la que los consumidores se “colocan”.

Parecía que los laboratorios de Bélgica y Holanda nunca habían conseguido separar esos dos tipos. Sin embargo, la muestra de Moerdijk sólo contenía d-metanfetamina sintetizada a partir de BMK. Los mexicanos no sólo consiguieron separarlos, sino que también lograron reutilizar la inutilizable l-metanfetamina y convertirla en d-metanfetamina.

“Esto cambia las reglas del juego”, afirma Van den Berg. Debido a la acelerada industria en la región fronteriza entre Bélgica y Holanda, circulan cantidades importantes de BMK. Además, con un 72%, la cuota de la metanfetamina en el mercado mundial de drogas sintéticas es muy superior a la de la anfetamina (19%) y la MDMA (4%). Holanda y Bélgica lo tienen todo para convertir el nuevo producto en un éxito de taquilla: la infraestructura, los laboratorios, las líneas de contrabando y la materia prima. Sólo faltaba la receta adecuada: el método mexicano.

Pablo Icecobar

Fue en su vida callejera en Ámsterdam-Oeste que Cees B. (44 años) se introdujo en el tráfico de drogas. Desde entonces ha practicado “todas las ramas del deporte”: hierba, pastillas y “bloques”, como se conoce en el argot a los ladrillos de un kilogramo de cocaína. Igual de embriagador fue ese primer Rolex en la muñeca, y pasearse en un gran automóvil: “La gente te mira de otra manera”, dice. Cees B. es el prototipo del narcotraficante holandés: hábil, ingenioso, decidido y violento cuando es necesario.

Durante años, él y sus socios traficaron anfetamina a España para su distribución local. Así es como conoció a Pavel N.-G., alias Pablo, del estado mexicano de Michoacán, al igual que Sinaloa, un hervidero de laboratorios de metanfetamina. Pavel le dijo que conocía a tipos en México que podían fabricar metanfetamina. Cees y Pavel llegaron a un acuerdo y juntos crearon laboratorios en Holanda y Bélgica. “Los holandeses podemos conseguir toneladas de materia prima y tenemos la infraestructura y los emplazamientos. Los mexicanos saben cocinar”. Cees llama “tacos” o “sombreros” a los cocineros mexicanos: puede que ellos dominen un truco químico, pero son completamente intercambiables.

En los primeros días de la pandemia de coronavirus, las metanfetaminas se vendían como donas, ya que muchos laboratorios de la competencia estaban inactivos. Australia, el mayor mercado per cápita del mundo, era especialmente rentable. Un día, Cees se hizo cargo del laboratorio de unos conocidos suyos que producían MDMA allí: Herstal. Debido a que sus dos socios habituales habían sido detenidos recientemente en un caso de cocaína, Cees contrató a Bachir E.B., residente de Bruselas, como jefe del laboratorio. Cuando éste lo visitó en Holanda, Cees se percató de que la policía lo seguía de cerca. Sin que se diera cuenta, la red se cerró. “Siempre piensas que van detrás del otro”, comenta.

En abril de 2020, los servicios de seguridad franceses y holandeses irrumpieron en el servicio de chat cifrado Encrochat. Pasaron tres meses leyendo las comunicaciones secretas de decenas de miles de usuarios de Encro, en su mayoría del entorno delictivo. Entre el equipo de investigación holandés que filtraba los 20 millones de mensajes interceptados, pronto destacó un nombre de usuario: Pablo Icecobar, una alusión al “ice”, nombre callejero de la metanfetamina, y a Pablo Escobar, el tristemente célebre narcotraficante colombiano. “Soy el más grande de Europa”, afirmaba. “Siempre tengo tres laboratorios funcionando”. Los investigadores leyeron en sus comunicaciones acerca de cuatro laboratorios, incluido el que Diego y Víctor mantenían en Moerdijk.

Laboratorio clandestino descubierto en Moerdijk en 2019. La policía anunció la detención de tres mexicanos de 23, 26 y 37 años.

Documentos de identidad falsos

Al mismo tiempo, otro equipo de detectives del departamento nacional de investigación criminal seguía la pista de dos mexicanos que se dedicaban al mundo de las drogas sintéticas: Pavel y Jorge N.-G. de Michoacán. Los investigadores acabaron relacionando a Pavel con el alias de Pablo Icecobar. Las observaciones demuestran que los hermanos visitaban ocasionalmente Bélgica, en la región fronteriza con Holanda. También utilizaban documentos de identidad belgas falsificados. “Toda mi gente tiene documentos falsos”, decía Pavel en Encrochat.

Una de las principales frustraciones de los investigadores de ambos países es que las investigaciones sobre la producción de drogas sintéticas rara vez van más allá de los pequeños peces, los trabajadores de laboratorio atrapados in fraganti y los desafortunados ejecutantes que pagan el pato. Con Pablo Icecobar, los holandeses parecían tener en el punto de mira al jefe de una vasta organización criminal.

Pero con el tiempo quedó claro que los hermanos N.-G. eran meros gestores de su negocio personal: una especie de agencia de trabajo temporal que ayudaba a los narcotraficantes holandeses a conseguir técnicos de laboratorio mexicanos. A cambio, obtenían dinero en efectivo o parte de la producción, que Pavel exportaba a Alemania. A veces, los agentes investigadores veían que los mexicanos presentaban una imagen de éxito a su clientela holandesa, con la esperanza de que luego ésta se comprometiera con ellos. Lo que podría explicar la grandilocuencia de Pablo Icecobar.

Antes incluso de que los subcontratistas pudieran ser capturados, volaron de regreso a México vía Bruselas, posiblemente para reclutar cocineros. Mientras regresaban, cedieron las riendas del negocio a su compatriota Miguel A., que pasó de cocinero a coordinador interino. En las escuchas telefónicas, los detectives holandeses le oyeron dar instrucciones -“sube la temperatura, bájala, deja que se enfríe ahora”- a dos chicos que actuaban como “ayudantes de cocina” en un laboratorio: Richard M., ecuatoriano, y Pablo P., colombiano. Estaban en Herstal.

Allí, como muchos cocineros, se instalaron en una caravana destartalada en el cobertizo -con corrientes de aire- donde funcionaba el laboratorio. Sus condiciones de trabajo eran pésimas. Los humos tóxicos les hacían padecer insomnio y paranoia, según demuestran varios casos, a lo que hay que añadir el peligro de explosión. Un expediente holandés refiere que los cocineros pidieron dos veces guantes protectores. “Sí, así es como se disparan los costos cada vez, ya ves, y todavía no se ha ganado ni un euro”, se comunican entre sí los clientes holandeses a través de Encrochat. “Sólo dile a esos mexi que vayan a trabajar”.

Los clientes sospechaban con regularidad que los trabajadores mexicanos de los laboratorios se robaban mercancía. Por esta razón, un grupo de ellos planteaba encerrar a las “gallinas” en el laboratorio y dejar que un perro anduviera suelto por el cobertizo. También parece que los mexicanos ocultaban ansiosamente su método a sus clientes holandeses, quizá por miedo a quedarse sin trabajo.

Sin armas

¿Fueron delatados por los cárteles de la droga los trabajadores mexicanos del laboratorio y sus jefes? “En ningún expediente hemos recibido información concreta que apunte a una implicación directa de los cárteles de la droga mexicanos, ni de los mexicanos ni de la DEA (la agencia antidrogas estadounidense)”, afirma Martin van Nes, el fiscal holandés que ha dirigido varios casos de crystal meth, incluido el de Pablo Icecobar. Pero tampoco puede descartarse, según el magistrado.

“Esa pregunta es demasiado teórica”, afirma Freek Pecht, coordinador de drogas sintéticas de la unidad de Zeeland-Brabante Occidental, donde se descubrió el laboratorio de Moerdijk. El submundo de la droga en la región fronteriza belgo-holandesa está formado por redes fluidas de traficantes independientes, y Pecht lo sabe: “Hago negocios contigo, y si me conviene más, hago negocios con tal y tal”.

Que varios narcotraficantes latinoamericanos inviertan y colaboren con holandeses o belgas entra dentro de lo esperado. No es que estén tomando el relevo. De manera significativa, los cocineros son tratados como trabajadores desechables, no como miembros de un cártel a los que hay que temer. A pesar de estos últimos acontecimientos, no hay pruebas de que los cárteles mexicanos estén acampando en la UE con la intención de competir por el control de los mercados de drogas”, informó el Observatorio Europeo de las Drogas y las Toxicomanías (OEDT) en un informe de 2022.

También en México la realidad es distinta de lo que parece. “El cártel de Sinaloa no existe, o al menos no como la gente se lo imagina”, dice Miguel Ángel Vega, periodista de Culiacán de la revista Ríodoce. Según él, en Sinaloa operan familias, clanes, células y traficantes que trabajan juntos cuando les conviene y se quitan la vida unos a otros cuando hay motivos para ello. El cártel de Sinaloa, si alguna vez tuvo un único jefe, hace tiempo que se dividió en estos grupos más pequeños. Tampoco hay rituales de iniciación como en algunas mafias italianas, lo que dificulta la afiliación. Lo que es tangible es la extrema violencia del narcotráfico en México, alimentada por armas de guerra de contrabando procedentes de Estados Unidos. Pero entre los mexicanos detenidos en Bélgica y Holanda -aparte de una pistola de auxilio reconvertida- no se encontró ni una sola arma de fuego, ni granadas como las utilizadas en la guerra entre grupos de narcotraficantes de Amberes.

Chemsex

En la Unión Europea, las incautaciones de metanfetamina hecha por cocineros mexicanos han aumentado un 477% en los últimos años. La escasez ha dado paso a un exceso de oferta, lo que ha provocado un desplome de los precios, afirman usuarios y trabajadores sociales de Holanda y Bélgica. Mientras que hace unos años un gramo de metanfetamina costaba entre 150 y 200 euros, ahora la droga puede adquirirse a partir de 20 euros.

Kevin, de Albania, se enganchó a la droga cuando era un joven trabajador sexual gay en Bruselas porque muchos de sus clientes consumían y querían que él también lo hiciera. Se refiere a la metanfetamina como “tina” (las primeras letras en inglés de “there is no alternative”; en español “no hay alternativa”), porque empequeñece a todas las demás sustancias tóxicas. “¿Eres amigo del chem?”, preguntaban los clientes a través de las aplicaciones de sexo. Se referían al chemsex, o relaciones sexuales en las que se utilizan drogas para aumentar el placer y mejorar el rendimiento. Es una subcultura que está ganando impulso y en la que a menudo participan escorts (acompañantes sexuales).

Como las orgías podían durar fácilmente 24 horas, eran sobre todo hombres adinerados los que recurrían a los servicios de Kevin: diseñadores, médicos, funcionarios de la Unión Europea. Los escorts que se cruzaron en su camino eran tipos como él, indocumentados, procedentes de Venezuela, Brasil, México, Irak y Líbano, entre otros. “Y casi todos ellos consumían, tenían que hacerlo”, comenta Kevin. Más de 40% de los escorts masculinos de Bruselas que sirven a otros hombres consumen metanfetamina, según una encuesta realizada en 2020 por la organización sin ánimo de lucro Alias, con sede en la capital belga. Sólo el 30% lo considera una opción.

En muchos sentidos, la metanfetamina es una droga para esta época, un antídoto imperfecto contra la inseguridad, el miedo y la soledad. No en vano esta droga, que elimina el hambre y la sed, libera cinco veces más dopamina que la cocaína. El bajón de varios días es el efecto correspondiente.

Antes de que se diera cuenta, Kevin, que ni siquiera había tocado un “churro” de marihuana cuando era estudiante en su país natal, fumaba meth en pipa para levantarse de la cama por la mañana y así adelantarse al síndrome de abstinencia. Sólo dejando de practicar sexo durante un año Kevin consiguió dejar la droga. Se considera un sobreviviente.

Mundo al revés

En la primavera de 2022, Marc Vancoillie, comisario de la Dirección Central de Lucha contra la Delincuencia Grave y Organizada de Bélgica, recibió buenas noticias de sus colegas holandeses, o al menos lo que ellos llaman buenas noticias: en Holanda, la policía sólo tenía conocimiento de laboratorios de metanfetamina en los que únicamente trabajaban holandeses; eso sí, utilizando el método mexicano. También en los laboratorios belgas la policía encontró sobre todo holandeses y belgas. “Todo se puede aprender, no es como si hubiera que montar una central nuclear”, dice Vancoillie. Confirma que se ha consolidado una tercera rama importante en la industria de las drogas sintéticas, junto a la MDMA y la anfetamina.

Esto quedó patente en agosto de 2022, en la capital uruguaya. La experimentada magistrada Mónica Ferrero llevaba años investigando casos de cocaína en Montevideo. Allí tenía un trabajo duro, pero también predecible: la droga siempre iba en la misma dirección, sobre todo a Amberes y Rotterdam. Hasta que recibió un chivatazo del departamento holandés de investigación criminal: a bordo de un carguero procedente de Amberes había escondido un cargamento de metanfetamina. Procedía de un laboratorio holandés, según el detective al que se asignó el caso. “Era el mundo al revés: la primera vez que nos llegaban drogas de Europa Occidental”, recuerda Ferrero.

Aunque los 42 kilos interceptados en Montevideo son cacahuetes comparados con las toneladas de cocaína que llegan a la vez a los puertos de Amberes y Rotterdam, se trata posiblemente del mayor lote de metanfetamina que jamás haya llegado a América Latina procedente de Europa. La producción europea se destina principalmente a la exportación: Australia, Japón y Sudamérica. La policía alemana también detiene regularmente a correos de droga procedentes de Holanda con metanfetamina fabricada mediante el proceso mexicano, afirma Lutz Preisler, jefe de drogas sintéticas de la Policía Federal de Investigación Criminal de Alemania. Lo que empezó con un puñado de muchachos mexicanos trasladados en avión a Holanda es ahora una industria ramificada por todo el mundo que no deja que la aplicación de la ley o las barreras comerciales le pongan trabas.

Laboratorio clandestino en Emmeloord, Holanda, desmantelado el 19 de abril de 2022. Dos holandeses fueron detenidos.

Nueva droga de diseño

El pasado mes de julio, Cees B. fue condenado por el tribunal de Bruselas a nueve años de prisión por su papel como líder de una organización criminal. El hombre entiende la pena por este estricto enfoque que hay ante la emergente industria del crystal meth. Considera el tiempo tras las rejas -después de un tercio puede salir en libertad condicional- como un periodo sabático. Sabe que muchos narcotraficantes siguen haciendo negocios desde la cárcel.

En septiembre de 2021, Pavel N.-G., que cotizaba sus servicios a nivel internacional, fue detenido durante un control de tráfico en Barcelona. Una colilla recuperada de un laboratorio de drogas en Holanda en 2017 resultó coincidir con su ADN. Después de que este periodista le enviara una carta, Pavel N.-G. llamó desde la cárcel para subrayar que los mexicanos juegan un papel secundario en toda la historia y que muchos clientes holandeses se han mantenido al margen. “Los medios de comunicación han presentado nuestro caso más grande de lo que es. No somos un cártel”, asegura.

En consulta con su abogado, insiste en que sólo suministró cocineros para un laboratorio, en la localidad neerlandesa de Drempt. Ese extravagante alias suyo, Pablo Icecobar, tampoco lo eligió él, sino un holandés al que le consiguió el teléfono Encro, dice. El juicio de Pavel está previsto para septiembre de 2023; su hermano Jorge está prófugo.

Diego y Victor V., que según los fiscales holandeses trabajaban en el laboratorio de Pavel N.-G. en Moerdijk, fueron deportados a México a finales de 2021 tras una condena de tres años. En México me reuní con ellos varias veces. Están trabajando de nuevo en los laboratorios de Culiacán. Las posibilidades de ser capturados allí son escasas, incluso inexistentes, debido a la corrupción generalizada y a la casi total impunidad que hay en el país.

Los cocineros Richard M. y Pablo P., que trabajaban para Cees B. en el laboratorio de Herstal, fueron absueltos porque las pruebas de ADN no eran concluyentes.

En los círculos del chemsex y entre los jóvenes, la droga de diseño 3-MMC se está abriendo paso como una especie de “tina light”: igual de eficaz y con una reacción menos grave que la metanfetamina. Hasta finales de 2021, la droga era legal y fácil de conseguir en Holanda. Es la gran paradoja del control de drogas: la represión obliga a productores y contrabandistas a innovar y profesionalizarse. Si se cierra una puerta, se abren otras tres. Joe Bozenko, científico especializado en drogas de la DEA, sigue asombrándose de la inagotable capacidad de adaptación de los narcoquímicos mexicanos. “No nos enfrentamos a organizaciones criminales de narcotraficantes”, dice, “nos enfrentamos a una rama de la ciencia, la química. Y la química no se puede parar”.

Otras historias