Durante los últimos 16 años Angela Merkel condujo el destino de Alemania, la cuarta economía del mundo. Pero no sólo eso; también lideró y defendió a nivel continental la cohesión de una Unión Europea inmersa en crisis al tiempo que se erigió como defensora de los valores occidentales y de la democracia liberal ante el empoderamiento de actores políticos contrarios a éstos. Con la renovación de un nuevo parlamento alemán y la elección de un nuevo o una nueva canciller, la era Merkel llega a su fin. Underground presenta este balance.
BERLÍN, Alemania.- Hace 31 años -cuando las dos Alemanias se reunificaban- nadie hubiera podido imaginar que un día una mujer y además proveniente de la ex República Democrática Alemana -sí, la comunista- alcanzaría el mayor puesto de gobierno que puede haber en este país: el de canciller. Difícil que la ecuación mujer, joven, del este y poder funcionara, sobre todo porque lo que sucedió con las dos Alemanias más que una reunificación fue la absorción de una por la otra; el occidente se devoró al oriente.
Pero sucedió. Angela Dorothea Merkel se convirtió en 2005, a la edad de 51 años, en la primera mujer canciller en la historia de la República Federal de Alemania y lo fue durante los últimos 16 años. Con las elecciones de este 26 de septiembre concluye en Alemania un largo mandato. Toda una era en la que generaciones completas de alemanes sólo conocen a la “chica que llegó del este” como máxima jefa de gobierno de su país.
Como toda política poderosa, en Merkel confluyen juicios sumamente críticos sobre su gestión y al mismo tiempo alabanzas que la colocan como una figura irreemplazable no sólo dentro de su país sino en el tablero internacional. Porque es así: Merkel es la figura política más fuerte del siglo XXI y un parteaguas que define una Alemania y una Europa antes y después de ella.
La todavía canciller alemana -que se mantendrá en el puesto hasta que los partidos votados en la elección sean capaces de formar una coalición de gobierno de donde saldrá el próximo o la próxima canciller -tuvo la peculiaridad de ser una figura que mientras el mundo entero la ovacionaba y calificaba como la mujer más poderosa del mundo, a nivel interno podía cargar con los niveles más bajos de popularidad entre la población. Y es que, más que gobernar con un programa propio, Merkel tuvo que enfrentar, reaccionar y lidiar durante estos 16 años con una serie de crisis que pusieron en jaque no sólo a Alemania sino al mundo entero.
Ascenso vertiginoso
Angela Dorothea Kasner (su nombre de soltera) en realidad proviene del occidente. Nació en la ciudad de Hamburgo en 1954 pero con apenas unas semanas de vida se trasladó a vivir junto con sus padres a territorio de la República Democrática Alemana (RDA). Su padre Horst Kasner era pastor de la Iglesia luterana y fue enviado en misión evangelizadora a la Alemania comunista. Ahí, primero en el pequeño pueblo de Quitzzow y posteriormente en la ciudad de Templin, la joven Angela creció y se hizo adulta. Estudió física en la Universidad de Leipzig y fue en este periodo de su vida cuando se casó por primera vez con el también físico Ulrich Merkel, de quien tomó el apellido que decidió conservar a pesar de haberse divorciado de él en 1982.
Sus biógrafos coinciden en describir en esta etapa a una joven dedicada, disciplinada e incluso tímida inmersa en el estudio. En 1986 obtuvo su doctorado dentro del Instituto Central de Química Física de la Academia de Ciencias en Berlín con una tesis doctoral calificada como magna hum laude, la segunda calificación más alta de una disertación en Alemania.
Fue tras la caída del Muro de Berlín que la joven física volvió sus ojos hacia la política. Lo hizo a través del partido Despertar Democrático. En las primeras elecciones realizadas tras la reunificación alemana, la joven Merkel llegó al Bundestag (parlamento alemán) representando a los ciudadanos del este. En enero de 1991, el entonces canciller democristiano Helmut Kohl la integró sorpresivamente a su gabinete como ministra para la mujer y la juventud. Y aunque hay quien asegura que fue una maniobra de Kohl para cubrir una cuota (mujer y además originaria de la antigua RDA) lo cierto es que en el siguiente periodo de gobierno de Kohl Merkel continuó dentro de su gabinete. Esta vez como ministra de medio ambiente y seguridad nuclear.
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Circunstancias ajenas a ella -como lo fue el gran escándalo por financiamiento ilegal que salpicó tanto a su mentor, el antiguo canciller Kohl, como al entonces presidente de su partido, la Unión Demócrata Cristiana (CDU), Wolfgang Schäuble- la colocaron en el lugar adecuado y en el momento justo para convertirse en la presidenta de la CDU, uno de los dos partidos más importantes del país, en abril de 2000. Apenas habían pasado 10 años desde su tímida irrupción en la política.
Subvalorada en muchos sentidos y vista con desconfianza -hay que recordar que la CDU era un partido altamente conservador y dominado por hombres del occidente que, pese a todo, veían con recelo a la joven oriental- Merkel logró imponerse y alcanzar en 2005 la cancillería alemana. A partir de ese momento conviviría con el poder a otro nivel.
Las crisis y Merkel
Probablemente fue la palabra “crisis” la que definió su largo mandato. No por otra cosa, durante estos últimos meses de balances sobre su trabajo la prensa la bautizó como la canciller de las crisis.
“Angela Merkel inició con sus funciones como una canciller del cambio, pero se convirtió en una canciller de la preservación (…) Fue la situación mundial la que definió su rol en la historia.”, asegura el periodista alemán Ralph Bollmann en Angela Merkel, la más reciente de sus biografías publicadas en Alemania.
“La grandeza histórica de un político – plantea en referencia a la figura de Merkel- no surge de su libre albedrío (…) Es el resultado de la forma en que las grandes corrientes de la época se aglutinan en su persona”.
Y con Merkel ocurrió. En 16 años al frente del gobierno le tocó enfrentar de todo: en 2008, una profunda crisis financiera interna que estuvo a punto de colapsar el sistema bancario alemán; un año después, la crisis de la economía griega y su respectivo rescate que generó recelo y desprecio de los europeos del sur hacia la figura de rigidez y severidad que encarnaba Merkel, pegada de una peligrosa crisis del euro que puso a tambalear a la Unión Europea.
Luego en 20015 la crisis de refugiados (principalmente sirios, iraquíes y afganos). Su decisión de no cerrar las fronteras del país la colocó en los niveles más altos de su popularidad pero también en los más bajos en los meses posteriores; ese año alrededor de un millón de refugiados entró a suelo alemán fertilizando el campo para que los movimientos xenófobos, anti inmigrantes y de extrema derecha -latentes desde siempre en el país- vieran la oportunidad de brotar sin tapujos: por primera vez en la historia de la posguerra un partido de extrema derecha, Alternativa por Alemania (AfD), se incrustaba en el parlamento federal.
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El triunfo de Donald Trump como presidente de Estados Unidos en 2016 marcó, en tanto, el punto más profundo de la crisis de la democracia liberal, de la cual Merkel se asumió como defensora. Ben Rhodes, asesor en política exterior del expresidente Barack Obama, revelaría cómo en su gira de despedida, éste tuvo un encuentro privado con Merkel de más de tres horas en donde se abordó sin duda el reto del nuevo mundo bajo el dominio de Trump.
Días después de ese encuentro con Obama, Merkel anunciaría sus intenciones de contender por un cuarto gobierno. Para el periodista Ralph Bollman no hay duda de que ese encuentro con el expresidente estadounidense fue definitorio para que la canciller decidiera seguir activa.
Y cuando creía que hacía el fin de su gobierno la calma reinaría, llegó la pandemia por coronavirus. La buena gestión de la epidemia en Alemania durante la primera ola fue incluso una oportunidad para demostrar nuevamente su liderazgo. Por aquella época la canciller volvió a gozar de índices de aceptación por arriba del 80 por ciento. Pero lo prolongado de la crisis -con una segunda ola altamente mortífera y un fiasco en la organización para la compra de vacunas- desgastaron su figura y autoridad al grado de quedar desdibujada. Tampoco ayudó el hecho de que, en un año electoral, los ministros presidentes de los 16 estados federados se revelaran ante sus intentos por imponer medidas estrictas que ayudaran a cortas las cadenas de contagios.
Por si eso no fuera suficiente, llegó la última gran crisis: el 15 de julio pasado, estando ahora ella en su gira de despedida por Estados Unidos, una lluvia torrencial provocó las peores inundaciones de que tenga memoria este país. El saldo: cientos de personas muertas y otro tanto con su patrimonio perdido y existencia amenazada. La naturaleza, en plena Europa Central, dejó claro el reto que representará el cambio climático para la humanidad.
Lo pendiente
Y en cada crisis, desde aquellas del principio, Merkel mostraría las características que la distinguirían en todo este tiempo para resolver y salir de las emergencias: su pragmatismo, su flexibilidad para reorientar sus posturas, su tenacidad para obtener consensos y una resistencia poco común para trabajar por horas y horas, muy frecuentemente hasta altas horas de la madrugada.
-¿Cuáles serían las tres palabras con las que describiría la era Merkel?, se cuestiona en entrevista con Underground a su biógrafo Bollmann.
-Sin duda estabilidad, manejo de crisis y defensa de la democracia liberal, responde.
Y es que si por algo Merkel logró contar con el apoyo de los votantes durante 16 años fue porque, pese a todo, dio a los alemanes lo que más les gusta: estabilidad, seguridad y fiabilidad.
Ese estilo para gobernar y forma en cómo ejerció el poder -señala por su parte el analista político Franco Delle Donne- es lo que hoy la dota de una excepcionalidad con respecto a cualquier otro político:
“Tal vez la excepción que Merkel representa está en el hecho de que a partir de su cultura política, de cómo ella ejerció el poder, tengamos la sensación o los alemanes que votarán este domingo tengan la sensación de que es irremplazable, de que lo que ha hecho para bien o para mal ningún otro líder podrá (hacerlo y) ocupar ese vacío (que deja). Lo vemos hoy en día en las encuestas que ninguno (de los candidatos) está en condiciones de sostener todo lo que ella hizo por factores diversos, y eso creo que es un elemento muy particular de Angela Merkel”, explica.
-¿Cuáles son los pendientes que deja sin resolver?, se vuelve con Bollmann.
-Tienen que ver con el descuido y omisión de reformas políticas importantes que no realizó. Hay cosas en la administración que no funcionaban bien. Tenemos como ejemplo el sistema educativo o la digitalización, que es todavía un gran pendiente, o el sistema de asistencia…esas son tareas no resueltas que quedan para el nuevo gobierno.
Delle Donne va más allá y asegura que uno de los grandes pendientes de Merkel fue su incapacidad para formar a un o una sucesora.
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“Deja a su partido ahora en una situación en la que no sabemos a dónde va a ir. ¿Qué va a pasar con la CDU luego de la era Merkel?, ¿se mantendrá en ese centro al que lo llevó?, ¿qué lugar va a ocupar el partido sin Merkel y cómo va a representar ese espacio de partido mayoritario? Creo que esa incertidumbre que no sólo afecta a Alemania sino a toda Europa -porque no deja de ser el partido más importante de Europa en muchos sentidos- es algo que Merkel no supo hacer y en los 16 años (de su gobierno) cada persona que creció a su lado terminó no funcionando o en otro lugar y no como posible sucesor”, considera.
Con todo, prácticamente todos los especialistas coinciden en que tanto los alemanes como los europeos echarán de menos a la mujer – que a decir de su propia biógrafo es relajada y llena de humor cuando se le trata en nivel personal- que condujo durante los últimos 16 años el destino no sólo de Alemania.
“Incluso se le extrañará más afuera que dentro de la Alemania porque si bien en algunos momentos se le veía sólo como la política sosa pero confiable, administradora de crisis; en otros, en especial desde el triunfo de Donald Trump, se convirtió la líder de la democracia libera, la defensora y representante de los valores occidentales”, opina Bollmann.
El semanario Spiegel, uno de los más influyentes en la prensa alemana planteó hace unos días de una forma aguda y certera el escenario post Merkel: “Hay pocas buenas noticias que informar en lo que respecta a los principales problemas internacionales. El estado de la Unión Europea, el estado de Occidente, el estado de la democracia liberal en el mundo, el clima: en estas áreas importantes, las cosas se ven peor hoy que hace 16 años. Merkel fue parte de un colectivo de liderazgo internacional que no pudo detener este desarrollo.
“Las consecuencias reales aún están por llegar: el dominio chino en gran parte del mundo, una vida con consecuencias cada vez más drásticas del cambio climático, una Europa que se está dividiendo en una parte liberal y otra antiliberal, nuevos flujos de refugiados debido a conflictos no resueltos en todo el mundo… Es así que la era de Merkel podría considerarse como una época que fue más llevadera con un estado que se echará de menos”.
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