Trabajar en tiempos de guerra
Once días después de haber comenzado el ataque armado contra Ucrania, los padres y abuelos de Malika finalmente decidieron dejar Kiev y alcanzarla a ella y a Juan Pablo en los Cárpatos para luego ponerse a salvo todos juntos en Polonia. A bordo de la camioneta familiar los seis viajaron hasta la frontera en donde tuvieron que esperar siete horas para poder cruzarla. En Varsovia los esperaban familiares, quienes les proporcionaron un departamento en donde vivir.
Y por raro que parezca, tanto para Malika como para Juan Pablo la vida laboral no se frenó pese a la atroz guerra que libra Ucrania. La empresa tecnológica para la que trabajan no depende de una infraestructura física en el país. Sus servidores se encuentran en otros lugares, dispersos en el mundo, lo que significa que desde el punto geográfico en que se encuentren pueden seguir trabajando.
“La verdad es que somos privilegiados. Somos la excepción y no la regla”, aclara Juan Pablo. Y es que el par de jóvenes no sólo ha seguido trabajando a la distancia, él incluso se dio el lujo de renunciar a su trabajo hace un par de semanas para ser contratado casi de inmediato por otra empresa ucraniana que le ofrecía mejores condiciones.
Sin embargo, la sensación -reconoce- es agridulce. “Sí, tenemos trabajo y donde quedarnos, pero hay muchos ucranianos que no lo tienen (…) En nuestro caso podemos salir, ver Varsovia, intentar conocer la ciudad, pero no se disfruta. Uno va en el autobús, mira un poco lo bello de la ciudad, pero a los cinco minutos ya estamos pegados en el celular mirando las noticias”.
Es el inicio forzado de una nueva vida, no elegida por voluntad propia.
Juan Pablo no oculta la admiración y cariño que siente por el pueblo ucranio. De hecho, asegura, en algún momento pasó por su cabeza enrolarse en las fuerzas armadas para combatir a los rusos.
“Sí lo pensé varias veces. El primer día no (en Kiev). Dije ‘ah su madre, esto es muy fuerte’. Pensé de hecho que iba a ser el fin de Ucrania, que en tres días el poderío ruso iba a terminar con el país. Pero luego, ya en los Cárpatos, sí pensé en enlistarme”, cuenta.
-¿Y por qué no lo hiciste?
-Pues por miedo, la verdad.
Sin embargo, algo sí tiene claro: “Si cualquier cosa le pasara a la familia de mi esposa (ahora los abuelos después de unas semanas en Polinia, decidieron regresar a Kiev) estoy seguro que ella decidiría enrolarse y pelear por su país. De ser el caso, yo la seguiría, sin duda alguna”.
-¿Te gustaría regresar a Kiev o comenzarán una nueva en Polonia?
-Yo deseo volver en cuanto sea posible y creo que mi esposa también.Toda mi vida la veía en Ucrania, tenía un futuro profesional, prometedor, ya me veía trabajando en 5 años como director de algún proyecto en una empresa ucraniana…
Sobre las cosas que más extraña de su antigua vida, de esa que dejó de ser hace menos de dos meses, es caminar por la ciudad, especialmente el centro histórico de Kiev. Confiesa que incluso días antes de que estallara la guerra ya había imaginado cuál sería su ruta rumbo al nuevo trabajo: “Me iría en metro y luego caminaría un buen tramo hasta la oficina por el centro. Ya había visto el camino que seguiría cada día”.
Pero ese día no llegó.
-Ustedes han tenido la oportunidad de continuar con su vida laboral, esa no se frenó. Pero ¿qué aspecto de tu vida sí se quedó suspendido allá?
-Imagínate, soy recién casado, tengo apenas siete meses de casado. Ya teníamos nuestro departamento, que aunque rentado, logramos tener completo, habíamos armado ya la cocina, todo…Extraño nuestra casa, nuestros desayunos, el trabajo y la vida allá. Kiev es una ciudad hermosa.
Pensativo, Juan Pablo habla sobre sus deseos para el futuro. Entre ellos se encuentra, dice, subir de nuevo al metro, ver a la gente a los ojos y sentir esa hermandad que, asegura, es hoy más fuerte que nunca entre todos los ucranios.
“Pero nos quitaron todo en un día, en unas cuantas horas”…