Noviembre 6 / 21
U
na década fue suficiente para que Países Bajos se consolidara a nivel mundial como uno de los principales nidos de centros de datos hiperescala.
En este tiempo, Países Bajos pasó a ser identificado como «el país de las nubes».
Por ejemplo, en los primeros días de 2018, Google anunciaba la apertura de una nueva generación de «nubes» en los Países Bajos. La Google Cloud Platform (GCP), ubicada en Eemshaven, Groningen, se presentó como «un centro de datos CO2 neutral». La infraestructura del centro de datos se fortalece con el cable Havfrue, el cual conecta Estados Unidos con el continente europeo.
Un año más tarde, en enero de 2019, se dio a conocer que Google obtenía otra licencia para levantar un centro de datos en los Países Bajos, esta vez en Middenmeer. Abarca un terreno de 21 hectáreas. Es una infraestructura de 54 metros de ancho y 520 metros de largo. La nueva nube, indica Google, es necesaria para dar respuesta a la creciente demanda mundial de servicios como Gmail y YouTube.
Pero en abril de 2021, Google comunicó oficialmente que renunciaba a sus planes de construir tres nuevos centros de datos en Middenmeer. Las denuncias, cuestionamientos y revelaciones sobre el costo energético de sus centros de datos, consumo de agua potable, favores fiscales e impacto ambiental calaron profundamente en la sociedad neerlandesa, creando una imagen insostenible para la empresa. «Google está comprometido con los Países Bajos. Esto también es evidente por la inversión de 45 millones que anunciamos […] para la construcción de un nuevo suministro de agua en Groningen. Nuestra inversión total en centros de datos en los Países Bajos asciende actualmente a 2,500 millones de euros».
Con el paso del tiempo, los gigantes tecnológicos se han decantado por la región de Noord-Holland. ¿Las razones? El precio del suelo es barato, la conexión de fibra óptica es de alta calidad. Además, existe la disponibilidad de crear parques eólicos o solares para satisfacer la necesidad energética de los centros de datos (un escenario agotado en el caso del municipio de Ámsterdam).
La firma The Green Bay también anunció la construcción de un centro de datos de 32 MW cerca de la central nuclear en Borssele. Se trata de una inversión de 130 millones de euros, y las instalaciones abarcan un total de siete hectáreas.
Otra de las corporativas tecnológicas que compite en los Países Bajos es Microsoft. Alcanzó un acuerdo con la firma Nuon/Vattenfall, de tal forma que Microsoft adquiere toda la producción de energía del parque eólico de Vattenfall, casi tres veces más grande que el Prinses Alexia Windpark, en Zeewolde.
El parque tiene un mínimo de 100 aerogeneradores, el objetivo es producir 1,3 billones de kWh de electricidad. Esta es la cantidad de energía que durante un año utilizan 370,000 hogares holandeses. Pero es también la cantidad de energía que necesita para funcionar un solo centro de datos de Microsoft.
Cuando lo dio a conocer, la corporativa Microsoft lo hizo en términos de haber logrado el mayor acuerdo de energía eólica en los Países Bajos.
En su storytelling, Microsoft pone el acento en su compromiso de utilizar y consumir energía renovable, e insiste en que su centro de datos en los Países Bajos es una «nube limpia». Para ello, el parque eólico fue construido junto al centro de datos.
Un hecho particularmente interesante es que Microsoft com- pró en Irlanda, de la misma forma, toda la producción de energía generada por el parque eólico Country Kerry, es decir, la totalidad de energía generada en este parque se entregará exclusivamente a Microsoft durante los próximos 15 años, lo que revela la forma en que las corporativas tecnológicas se han asegurado el abastecimiento de las fuentes de energía renovables, en suelo europeo, para uso exclusivamente de ellos.
En el caso de los Países Bajos, 45 % de toda la electricidad que genera se vende como «verde», cuando en realidad solamente produce un 12,5 % de la misma.
¿De dónde proviene el 32,5 % de la electricidad verde importada de los Países Bajos? De plantas de carbón y plantas de energía nuclear mercadeándose como energía verde.
En realidad, es todo un arte de magia.
Generar electricidad «gris» y venderla como «verde» puede ser muy fácil. Incluso está legalmente permitido. Pero el consumidor es, sin embargo, fácilmente engañado. Se hacen con la idea de que pagan por el consumo de electricidad verde.
¿Cómo funciona? Las empresas de energía neerlandesas compran certificados verdes de países que tienen un excedente de electricidad renovable. Estos certificados se denominan «garantías de origen».
Noruega, por ejemplo, produce mucha electricidad verde, especialmente a partir de centrales hidroeléctricas. Como resultado, tienen un excedente de certificados.
Los proveedores de energía holandeses compran estos certificados, pero no reciben físicamente la electricidad verde generada. Eso sí, adquirir estos certificados les permite producir energía a través de plantas de energía nuclear y de carbón, mercadeándola como electricidad verde.
Cuando alguien les pregunta, muestran el certificado. Y dicen: «Mira, es electricidad verde».
Pero el consumidor no es consciente de este truco.