La primera vez que leí sobre la decisión de abandonar X por el giro fascistoide y conspiracionista que el antes llamado Twitter estaba tomando fue hace dos años cuando la escuela primaria a la que va mi hijo anunció que cerraría su cuenta para mudarse a otra red social. Aunque me agradó la postura que implicaba tal decisión pensé que era un poco rotundo y extremo.
Debo decir que en X soy más bien un ente pasivo -eso de subirme a un podio público y entrarle a discusiones peliagudas no es lo mío- pero como periodista sigo en esa red cientos de cuentas de políticos, gobernantes, artistas, instituciones y medios. Así que para mí resulta en realidad una buena herramienta de trabajo.