BUENOS AIRES, Argentina.- Justo después de que el pasado 30 de diciembre el poder legislativo en Argentina hiciera historia al votar a favor de la legalización del aborto, Estefanía, de 32 años, se enteró que estaba embarazada. La noticia le cayó como un balde de agua helada y la colocó al borde de la desesperación. Con dos hijos ya y una situación económica precaria, su nuevo estado le trajo todo menos felicidad.
¿Cómo pudo haber pasado si siempre fue tan meticulosa con las pastillas anticonceptivas?, se preguntaba. Repasó el último mes. No pudo identificar ningún error, ningún olvido. Quizás, quiso creer, la prueba de embarazo falló. Volvió a la farmacia, compró otro test y regresó a su casa. Positivo. Compró tres más. Positivo, positivo, positivo. No quedaban más opciones que pedir ayuda.
Hasta el 29 de diciembre de 2020 -unos días antes de enterarse de su embarazo- el aborto era ilegal en Argentina. La práctica -bajo la figura de “Interrupción Legal del Embarazo” (ILE)- sólo se permitía para casos en los que corriera riesgo la salud de la mujer o en aquellos resultados de una violación.
Pero para el momento en que Estefanía, originaria de San Francisco en la provincia de Córdoba, requirió de “ayuda” ya era una realidad, un derecho alcanzado por las mujeres argentinas. La joven mujer acudió al hospital de su comunidad sin haber conversado con nadie del tema. No paraba de llorar y de repetir a los médicos que no tenía trabajo, que estaba segura que no iba a poder mantener a otro hijo.
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