Berlín es la meca de la música electrónica. Cada año, millones de extranjeros y berlineses abarrotan los numerosos clubes de fama internacional de la capital alemana, donde se presentan los dj’s de moda y se generan nuevas corrientes en el género. Así fue hasta que en 2020 la pandemia obligó su cierre, dejando estos espacios vacíos y en silencio. La fotógrafa Marie Staggat y el periodista Timo Stein publicaron el libro Berliner Clubkultur in Zeiten der Stille con imágenes de esos templos del tecno totalmente abandonados por sus festivos feligreses. Con autorización de la fotógrafa, Underground Periodismo Internacional reproduce una selección de esos retratos, que no son otra cosa que el reflejo de una terrible crisis sanitaria global, y quizás de nuestro propio estado actual.
BERLÍN, Alemania.- En la historia moderna de Berlín el 13 de marzo de 2020 quedará marcado como un parteaguas. Ese día, el silencio cubrió a la que no sólo es la capital de la cuarta economía del mundo, sino también la capital de la música electrónica, la capital del tecno.
Ese 13 de marzo el senado de Berlín anunció que la vida nocturna de la ciudad tendría que cerrar como medida urgente para combatir el contagio por coronavirus, que para ese momento ya la Organización Mundial de la Salud había declarado como pandemia mundial.
Al día siguiente, a las 18:00 horas del 14 de marzo se publicaba el decreto que establecía que a partir de ese momento todos los bares y clubes de la ciudad cerraban. Así, de una noche a la otra, cientos de eventos, conciertos y fiestas tuvieron que ser canceladas. Esos lugares de agitación, desenfreno, desahogo, encuentros, libertad y mucha música -que anualmente atraían a más de tres millones de turistas según datos de la Asociación de Clubes de Berlín- se convirtieron en simples espacios vacíos llenos de silencio.
Para documentar el momento histórico -cuyas consecuencias en la cultura de los clubs de tecno aún no se sabe si será reversible- la fotógrafa Marie Staggat y el periodista Timo Stein visitaron y entrevistaron a 42 dueños, administradores, DJ´s, cadeneros, bármanes, conserjes y demás personajes en torno a este mundo y lo plasmaron en el libro Hush. Berliner Clubkultur in Zeiten der Stille (Silencio. La cultura de los clubes berlineses en tiempos de quietud), que está a la venta desde marzo de este año.
“Las consecuencias de la pandemia afectan en un principio a todos. Pero después, afectaron más a algunos. La crisis por coronavirus ha golpeado más fuerte a los clubs que a cualquier otra institución cultural. Y es que mientras en los meses posteriores al confinamiento distintos sectores y negocios contaron con una perspectiva positiva, para los clubes la situación sigue siendo vaga al máximo. Durante semanas y meses permanecen los lugares sin certezas; lugares afectados masivamente por la pandemia porque representan algo que es incompatible con el virus, porque significan proximidad, sudor, baile, libertad, perdida del control del tiempo”, escriben los autores.
Para tener una idea de la importancia de los clubs y de porqué Berlín es mundialmente conocida como la capital del tecno sólo basta mirar ciertos números provenientes de 2018: el promedio de tres millones de turistas que cada año viajaban hasta esta ciudad únicamente para disfrutar de la vida nocturna dejaban una derrama económica -durante el mismo periodo- de mil 480 millones de euros; 226 de los clubes más importantes de Berlín daban empleo, a tiempo parcial y completo, a nueve mil personas, quienes a su vez hacían posible más de 70 mil eventos culturales al año.
Con Hush, Staggat y Stein se propusieron, además de hacer un registro fotográfico de 42 de los templos musicales más importantes de la ciudad (Arena Club, Palma, Gretchen, Anita Berber, Tresor Club, KitKatClub, SchwuZ, Zur Klappe, Kater Blau, Watergate, entre otros) visibilizar a los rostros olvidados de esta crisis y sus testimonios de sobrevivencia.
“Fue impactante darse cuenta lo frágil que puede ser el proyecto de vida de uno. Sobre todo cuando todo iba de maravilla. Lo rápido que todo puede cambiar fue realmente aterrador”, cuenta Finn Johannsen, quien se encarga de las contrataciones y reservas del Paloma y su club hermano Monarch, para quien además la vida sin música es impensable.
En tanto, el testimonio de Tom Clark, dueño del bar-club Anita Berber resume la preocupación de la mayoría: “Lo que más temor da es que la vida normal nunca vuelva porque, como es natural, yo dependo absolutamente de lo que hago. Y sería extremadamente difícil reorientarla (la vida) a estas alturas. Lo que queda, es aguantar de alguna forma. El problema es que los costos aumentan y empiezan a comerse los ahorros de vida. Es deprimente cuando algo que construiste durante años de pronto se evapora”.
Las consecuencias de esta crisis sanitaria mundial alcanzan dimensiones insospechadas en muchos casos. Alex van Hell, la cadenera de Suicide Circus relata por ejemplo como luego de cuatro semanas del cierre absoluto de los clubes, dos de sus colegas del club se suicidaron. “Antes habían pasado por situaciones difíciles y habían caído en un agujero de depresión. El club representaba su último soporte. (Su partida) me afectó de verdad. En este momento todo el mundo está luchando y en muchos casos por la existencia”.
A casi 15 meses de pandemia y tres fuertes olas que hasta el momento han dejado un saldo de más de tres millones 600 mil contagiados y más de 89 mil muertos en todo Alemania, la situación ha comenzado a relajarse. La vacunación avanza y con ello los niveles de contagio ceden. Poco a poco el país comienza, ojalá definitivamente, a salir del confinamiento. Sin embargo, para los clubs todavía todo es incertidumbre porque ellos son el último eslabón de la cadena y serán los últimos que puedan volver a funcionar en una nueva normalidad que aún se desconoce a ciencia cierta cómo será.
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