Desde Sicilia, el arte mexicano y mediterráneo de Juan Esperanza

El artista mexicano Juan Esperanza con algunas de sus obras. Foto: Cortesía.

Juan Esperanza es un artista mexicano de larga trayectoria que migró a Italia desde los años 80. En conversación con Underground Periodismo desde la multicultural isla de Sicilia, donde radica actualmente, el escultor y pintor nos cuenta su inspiradora historia desde que era un dibujante de sitios arqueológicos en el sur de México.

Corrían los primeros años ochentas del siglo pasado. Un joven artista de nombre Juan Esperanza trabajaba como dibujante para el Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH). Primero estuvo en la zona arqueológica de Chichén Itzá, en Yucatán, y posteriormente en la de Monte Albán, en Oaxaca. Su ocupación era la de realizar el trazo geológico de los terrenos en los que están asentadas las ruinas.

“Empecé en un proyecto en Chichén Itzá. Íbamos a la zona, medíamos las ruinas y tomábamos apuntes. Después hice un examen en el INAH y me aceptaron con un ‘trabajo normal’. Tenía un sueldo que, a mi corta edad, era bastante significativo“, relata Esperanza vía telefónica desde la isla italiana de Sicilia, donde radica desde hace unas dos décadas.

La historia de cómo ese veinteañero pasó de aquel empleo en Chichén Itzá a exponer en galerías de Sicilia en su vida adulta es una mezcla de talento, esfuerzo, perseverancia y de un conjunto azaroso de sucesos y encuentros.

Comenzó quizás cuando en uno de sus tantos viajes por el interior de la república conoció a una chica italiana. En ese tiempo Juan Esperanza era estudiante en la Escuela Nacional de Pintura, Escultura y Grabado, mejor conocida como “La Esmeralda”, y tenía unas ganas bárbaras de viajar a Europa, en donde nació el movimiento impresionista y la llamada Escuela de París que tanto le interesaban.

Así, en la primavera de 1983, se compró un boleto de avión con el dinero que había ganado en su trabajo del INAH y dejó todo para atravesar el Atlántico. No esperó a concursar por una de las becas europeas que disponía la escuela.

A la lejanía, el artista mexicano reflexiona sobre aquella decisión: “Hubiera podido trabajar toda la vida en el INAH y jubilarme tranquilamente. Pero era joven y me gustaba la aventura. Viajaba muchísimo por México y a veces sin dinero. Entonces dejé el trabajo y La Esmeralda -ni siquiera fui a recoger mi diploma de estudios-, me compré un boleto de avión y me vine a Europa sin pensar en las consecuencias. Tenía 23 años”.

Él había preparado una lista de contactos telefónicos de amigos que lo podían recibir en Francia, España y otros países europeos por los que pensaba pasear. Pero ya en su destino, la primera persona a la que buscó fue… claro, a aquella joven italiana que conoció en México. De Londres se fue a Roma para encontrarse con ella. Desde entonces están juntos.

La galerista

Establecido con su pareja en la capital italiana, Juan Esperanza pasó años verdaderamente difíciles, tanto en lo económico como en lo profesional. “Ninguno de los dos trabajaba. A veces salía una cosita por aquí, otra por allá… pero fueron momentos muy duros“, recuerda.

En 1986, luego de tres años de relación, él y su pareja decidieron casarse, lo que le ayudó a obtener su residencia legal. Ese problema quedó arreglado al menos.

A pesar de todo, Esperanza nunca dejó de crear arte. Como no tenía recursos para comprarse materiales, utilizaba cajetillas de cigarros y cartones que la gente tiraba. “Recogía basura y cartones viejos de la calle y hacía esculturitas”, relata. También hacía cuadros, pero pequeños -de 30 por 40 centímetros- porque no le alcanzaba el dinero para más.

“Gustaban muchísimo. Se vendían como pan caliente. Era arte muy mexicano, muy figurativo. Pintaba muchas mujeres, que bailaban desnudas en el cielo, en los techos; pintaba animales, serpientes, pescados, aves, sirenas… todo con algo de surrealismo“, expone el entrevistado.

Detalla que sus cuadros eran muy coloridos y los hacía en relieve, es decir cosía y pegaba elementos en la superficie.

Él comenzó presentando su obra en exposiciones colectivas en lugares undergound (marginales). Dio un salto cuando se apareció en su carrera otra importante figura: una estadounidense, de nombre Margaret Failoni, que lo invitó a exponer con otros artistas en su galería, El Ponte, un espacio muy importante en Roma que apoyaba a creadores extranjeros.

En esa primera oportunidad tuvo además la buena suerte de que el principal periódico del país, La Repubblica, ilustrara el artículo dedicado a la exposición con la fotografía de una escultura del joven mexicano. Fue un golpe de visibilidad para su trabajo.

No hay ninguna descripción de la foto disponible.

Failoni, a juzgar por lo que cuenta Esperanza, se convirtió en una especie de promotora para él. Lo invitó a hacer otras exposiciones, incluso algunas individuales. Empezó a vender su obra y, por fin, a vivir de su arte, en tanto que su esposa encontró empleo en su campo: la medicina. Y así fue hasta finales de los años 90, cuando por razones personales la galerista decidió dejar el espacio y vender todos sus bienes para mudarse a San Miguel de Allende, México, con su marido, un italiano que posteriormente falleció.

“Es una mujer muy inteligente“, reconoce el mexicano. Y esa inteligencia, enfatiza, contribuyó al desarrollo de su carrera artística.

Cuenta dos anécdotas: primero, la de aquella primera exposición colectiva, a la que asistió muy poca gente a causa de una excepcional nevada que cayó ese día en Roma. Lo que hizo Failoni unos días después fue inaugurar otra muestra -en la misma galería- de una artista que era novia del crítico de arte más famoso de Italia, lo que permitió que se llenara el lugar de personas que también pudieron ver la obra del mexicano.

En otra ocasión, la galerista organizó una exposición de figuras prehispánicas pertenecientes a una colección italiana muy importante. Mientras ésta se realizaba, las esculturas y cuadros de Juan Esperanza permanecieron expuestas al público por iniciativa de ella.

La isla

La pareja de Juan Esperanza, médica de profesión, había conseguido un empleo en su tierra natal: Sicilia. Ella se fue y él se quedó en Roma para atender sus compromisos artísticos. Durante un tiempo, el entrevistado viajó ida y vuelta a Sutera, la pequeña localidad cercana a la costa sur de la isla en donde ella se había instalado.

Y ese fue su ritmo de vida hasta que la galerista Failoni se fue a San Miguel de Allende y dejó la galería a otro propietario. “Empezó a hacer cosas diferentes, con una tendencia más hacia al arte contemporáneo: video, fotografía y ese tipo de cosas. Hice algo con él pero poco a poco se perdió este feeling que había (con Failoni)”, platica el artista mexicano.

La hora de alcanzar a su esposa llegó. Tomó sus cosas y se mudó a Sutera, pero con una maleta llena de reconocimiento a su arte que le facilitó su inserción en los círculos de la cultura siciliana. Y es que Juan Esperanza tenía una trayectoria en Roma, participó en la Bienal de Venecia en 1990 por invitación del gobierno mexicano, expuso en el Centro Cultural de México en París, y más…

Su trabajo desde entonces ha evolucionado. Así lo refiere: “Como trabajé en las zonas arqueológicas, mi obra tenía antes mucho de la cultura prehispánica que mezclaba con la Escuela de París, el impresionismo y el postimpresionismo. Hoy es una combinación entre el arte precolombino y el mediterráneo“.

Esos lenguajes, recuerda, estaban muy presentes en una exposición de esculturas y pinturas de su autoría que en 2018 presentó en el parque arqueológico del Valle de los Templos en Agrigento, un conjunto impresionante de templos dóricos griegos que en 1997 fue declarado Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO.

“(En esas piezas) encuentras la fusión de la cultura mediterránea, clásica y prehispánica. Y es así porque yo soy mitad mexicano y mitad mediterráneo, más italiano que europeo. Gran parte de la cultura hacia el sur de Roma es mediterránea, sobre todo en Sicilia”, explica.

Video sobre la muestra Tracce nel tempo (Rastros del tiempo) en el Valle de los Templos

La honestidad

A sus 65 años, Juan Esperanza no ha dejado una práctica que considera vital en su oficio creativo: dibujar. “Yo me paso 8 horas (al día) pintando, dibujando”, cuenta.

Hace pocos años, en septiembre de 2021, presentó una exposición de cuadernos con sus dibujos en una librería de arte en el centro de Palermo, la capital de Sicilia. Ahí, en La Stanza di carta (La sala de papel) -el nombre del lugar- el mexicano regaló el día de la inauguración 50 dibujos que él mismo realizó.

Detrás del hábito de dibujar, que parece simple, hay toda una filosofía de vida, una filosofía sobre el mecanismo existencial que juega el arte en él. “Encuentro que, en el fondo, lo más importante eres tú mismo. En el caso del artista, si estás bien contigo mismo entonces lo que produzcas lo harás mucho mejor que si por obligación sigues la corriente de la última moda”, reflexiona.

Asegura que crear arte es en su caso un ejercicio de exclusiva satisfacción personal. Así lo dice: “Soy un artista honesto, que no sigue la moda. Hago mis cuadros para mí. Y por eso cuando los muestro, gustan. Si se venden o no se venden al final no es lo importante. Cuando expongo, lo que me hace feliz es que la gente vea los cuadros que honestamente pinté“.

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