Con motivo de un aniversario más de la capitulación alemana en la Segunda Guerra Mundial -ocurrida el 8 de mayo de 1945-, Underground recupera el testimonio gráfico de la resistencia al nazismo a partir de una fotografía en blanco y negro que permaneció olvidada hasta 1991. Se trata de una imagen en la que destaca un hombre cruzado de brazos y rostro adusto entre una multitud obediente que hace el saludo nazi. ¿Quién era él? ¿Por qué se negó a seguir a la masa arriesgándose a un castigo? Esta es la historia de una fotografía icónica.
BERLÍN, Alemania.- El 14 de febrero de 1939 Adolfo Hitler llegó al puerto de Hamburgo para encabezar la botadura del acorazado Bismark, el primer gran buque de guerra alemán de 35 mil toneladas construido por trabajadores de la armadora de barcos Blohm & Voss; ese mismo buque que dos años después, en plena Segunda Guerra Mundial, se hundiría con los más de dos mil hombres que conformaban su tripulación luego de una histórica persecución de la marina británica.
El hambre de guerra estaba exaltada en ese momento en la Alemania del Tercer Reich y era común en eventos de este tipo -la puesta en el agua por primera vez de buques- la presencia del líder nazi. El de esta fecha fue catalogado como una celebración de Estado y la ciudad entera se preparó para el festivo acto.
Del magno evento quedó registrada una foto en la que se observa a cientos de obreros y empleados concentrados en el terreno del astillero alemán haciendo el clásico saludo al Führer con el brazo derecho extendido hacia arriba. De entre la multitud, sin embargo, sobresale una persona que no lo hace: bien plantado y con los brazos cruzados, el hombre mira con rostro adusto, en dirección hacia donde se presume se ubica el podio, que no es visible en la fotografía.
Se trata de un simple gesto con un enorme significado porque, sin duda, se requería tener determinación y valentía para negarse a realizar la señal que representaba al sistema en la Alemania nazi, en donde cualquier signo de desacuerdo con la dictadura, más aun contra el máximo líder, tenía graves consecuencias.
¿Pero quién fue el personaje de esta imagen icónica de la resistencia?
Dos historias, un mismo hombre
En 1991 la alemana Irene Eckler dijo reconocer a su padre – August Landmesser- en la foto que ilustraba un artículo del semanario alemán Die Zeit publicado el 22 de marzo de ese año. El texto analizaba el motivo por el cual gran parte de la clase obrera alemana había llegado a acuerdos con el régimen nacionalsocialista y en él se afirmaba que la foto -hoy icónica- provenía del catálogo de la exposición de 1989 Somos la fuerza, movimiento obrero, realizada en Hamburgo, cuyo pie de foto era: “Rara vez alguien se atrevió a negarse en público a los rituales prescritos como aquel obrero de la mitad derecha”.
Durante años Irene Eckler juntó las piezas del rompecabezas que, literalmente, fue su vida. En 1996 decidió editar y publicar un pequeño libro titulado Actas de tutela 1935-1958. Persecución de una familia por“deshonra racial”.
Pero por su significado histórico la imagen siguió difundiéndose en distintas publicaciones alemanas, hasta el día de hoy. El 15 de noviembre de 1995 el diario Hamburguer Abendblatt hizo un llamado a sus lectores para que se reportara quien creyera conocer al hombre que negaba el saludo de Hitler. Fue entonces que Wolfgang Wegert también creyó reconocer a su padre, Gustav Wegert, quien durante la época en que fue tomada la imagen trabajaba justamente para Blohm & Voss como cerrajero y herrero.
De hecho, los datos de la misma fotografía varían sobre su fecha de origen. Mientras que en el libro de Eckler se asegura que fue tomada en 1939 durante la botadura del acorazado Bismark, como consigna Underground al principio de este texto, la historia que narra el propio Wolfgang Wegert, en su página online al igual que diarios como el reconocido Süddeutsche Zeitung, ubican la toma de la imagen el 13 de junio de 1936 durante el deslizamiento del buque escuela de la Marina alemana Horst Wessel.
Haya sido en 1936 o 1939, el valor de la fotografía y sus circunstancias -botadura en Hamburgo de un barco producido por el astillero alemán durante el esplendor del nazismo- no cambian e invitan a conocer la vida detrás del hombre que la protagoniza.
“Deshonra racial”
August Landsmesser nació el 24 de mayo de 1910 en el municipio de Moorrege, en la cercanía de Hamburgo. Desde 1931, un año antes de que el Partido Nacional Socialista Obrero Alemán (NSDAP, por su siglas en alemán) ganara las elecciones y llegara al poder con Hitler como canciller federal alemán, August y su familia se adhirieron a él como lo hacían miles de alemanes con la esperanza de obtener un puesto de trabajo. “Su comportamiento posterior demostró que no era un partidario convencido. Su experiencia personal le mostró claramente su error”, señala Irene Eckler en su libro.
Y es que la militancia de Landsmesser al partido nazi terminó en 1935. La fecha coincide justamente cuando este ario de nacimiento y su novia Irma Eckler, judía y embarazada de la primera hija común, querían casarse. Su solicitud de matrimonio fue rechazada en agosto de ese año por las autoridades del registro civil de Hamburgo a pesar de que no sería sino hasta el 15 de septiembre cuando entraría en vigor la denominada ley para proteger la sangre y el honor alemanes. La enmienda prohibía justamente la unión entre judíos y alemanes arios e incluso anulaba aquellos matrimonios que, pasando por alto la disposición, fueran realizados en el extranjero.
Irene Eckler logró recabar pruebas que demuestran que su padre impugnó la decisión ante el ministerio del interior del Tercer Reich pero sin éxito. Y que aún contraviniendo las leyes raciales nazis el hombre intentó fundar una familia con un final poco afortunado para la pareja.
Por su parte, Irma Eckler, nacida el 12 de junio de 1913, provenía de una familia judía poco convencional. Previsiblemente ante la amenaza que los nacionalsocialistas representaban, la madre de Irma decidió bautizar a ésta y a sus dos hijas mayores como cristianas evangélicas en abril de 1931. A finales de ese año, el matrimonio Eckler había decidido divorciarse y la mujer contrajo matrimonio con el ario Ernst Graumann. Incluso las hermanas de Irma, a quien le llevaban más de 10 años, también unieron sus vidas a alemanes arios, con los que tuvieron hijos. Y eso fue determinante para que sobrevivieran a la persecución judía. Pero Irma no tuvo la misma suerte.
El 29 de octubre de 1936 la joven judía dio a luz a Ingrid, la primera hija de la pareja. Landmesser reconoció oficialmente la paternidad de la menor y ésta fue incluso bautizada como cristiana evangélica. Un año después, el 12 de junio de 1937, día en que Irma celebraba su cumpleaños número 24 y se encontraba ya embarazada de su segunda hija, también fue proclamada una de las tantas leyes absurdas de los nazis, en la que autorizaban un castigo de prisión preventiva para todos aquellos que cometieran el denominado delito de “deshonra racial”, es decir para los alemanes arios y judíos que se mezclaran entre sí.
Así que cuando el 6 de agosto de 1937 Irene Eckler nació, su padre August se encontraba en medio de un proceso por cometer delito de deshonra racial. El 15 de septiembre de ese año fue puesto en detención preventiva. Ocho meses después -en mayo de 1938- Landmesser logró su libertad porque dentro de sus argumentaciones de defensa aseguró que su novia sólo era mitad judía al tener un abuelo ario.
La nueva y pequeña familia pudo reunirse por primera vez entonces. De esa época data la única foto de August Landmesser e Irma Eckler con sus hijas Ingrid e Irene, disfrutando de un caluroso día a las orillas de algún lago alemán.
Pero como la pareja no ponía reparos en mostrarse junta públicamente, y ante la desgracia de que Irma no había tenido éxito en su intento por ser reconocida como “media judía” por las autoridades nazis, el 15 de julio de 1938 -sólo mes y medio luego de su liberación- el joven alemán volvió a ser detenido. Y tres días después, también Irma.
Landmesser fue trasladado al campo de prisioneros de Börgermoor, en Emsland, en donde permaneció hasta enero de 1941. De acuerdo con los datos recabados por Irene, es en este periodo cuando el joven alemán pudo haber trabajado como prisionero para Blohm & Voss y ser, muy posiblemente, el hombre de la fotografía.
La tragedia de la familia no fue distinta a la de muchas de su tipo durante el nacionalsocialismo: luego de ser liberado, August fue enviado al frente como soldado y declarado desaparecido en 1944. Irma murió en la cámara de gas del campo de concentración de Ravensbrück. Ingrid, la mayor de las niñas, logró quedar bajo tutela de su familia materna, mientras que Irene fue enviada a un orfanato y creció en el seno de familias adoptivas luego de la guerra.
Convicción religiosa
En noviembre de 1995 cuando el Hamburguer Abendblatt publicó la foto icónica junto con el llamado a sus lectores de reportarse en caso de conocer la identidad del trabajador “disidente”, Wolfgang Wegert supo que se trataba de su padre.
Había una serie de datos y coincidencias que lo hacían estar seguro. De entrada, el parecido físico entre el hombre anónimo y su padre Gustav Wegert, pero también el hecho de que en ese tiempo -según el certificado de trabajo original en su poder- se había desempeñado como cerrajero y herrero para el astillero alemán. Además, él sabía por su propia madre y amigos de la familia que la actitud general de su padre frente a la dictadura nazi embonaba perfecto con el actuar del hombre de la foto.
“Aunque no tenía ninguna duda, esperé a ver quién se reportaría con el Abendblatt. Pocos días después, el periódico informó que la hija de un señor August Landmesser se había presentado para reconocer a su padre como el valiente hombre de la foto. El periódico también publicó la historia de la persecución que el señor Landmesser y su prometida judía habían sufrido a manos de los nazis. Conmovido por esto, decidí no reportar mi certeza al periódico pese a seguir convencido de que el héroe de la foto debía haber sido mi padre”, explica Wolfgang Wegert en el sitio en internet de su familia.
Años después, Wegert hijo se topó con un texto de la historiadora alemana Simone Erpel, en el que aseguraba que la búsqueda del hombre de la foto en el Hamburguer Abendblatt no había tenido éxito. La investigadora partía del hecho de que Irene Eckler tenía sólo una suposición de que su padre había trabajado como preso para Blohm & Voss en 1939. Pero al corresponder la foto a 1936 se desconocía en realidad si August Landmesser hubiera podido trabajar para el astillero antes de su detención, lo que imponía dudas importantes sobre el hecho de que él fuera el hombre de la foto.
El argumento llamó la atención de Wolfgang Wegert y su familia porque ante tales dudas se reafirmaba su idea de que podría tratarse más bien de su padre.
“Además su comportamiento general en la era nazi encaja exactamente con el hombre de la foto. Tanto mi padre como mi madre, así como muchos amigos y un compañero del astillero me decían una y otra vez que él nunca levantó la mano para saludar a Hitler. Eso lo había convertido en un principio moral debido a su aversión contra el régimen nazi.”
“Cuando alguien -continúa- le saludaba con ‘Heil Hitler’, él respondía con un simple ‘buenos días’. Mi madre también me contaba repetidamente de la preocupación que eso le causaba porque temía que, después de advertencias repetidas, algún día lo detuvieran. El hecho de que esto no ocurriera, lo calificó como un milagro de la conservación”, reseña Wolfgang Wegert.
El hombre agrega que incluso hacia el fin de la guerra su padre dejó de acudir a las ceremonias de botadura de los barcos que presidía Hitler porque para ese momento, y a fin de evitar pérdidas de productividad, el ritual propagandístico de lanzamiento de naves marítimas se hacía durante la mañana de los domingos.
“Así que no sólo se negaba a realizar el saludo a Hitler sino que dejó de presenciar tales ceremonias para no dejar de asistir a misa siguiendo el lema: ‘deberás obedecer a Dios antes que a los hombres’”.
Sin tener la certeza de si realmente el hombre de la foto fue August Landmesser, Gustav Wegert o incluso alguien más, lo cierto es que gracias a ella, historias de resistencia como la de estos dos hombres son hoy conocidas.
DETRÁS DE LA HISTORIA
Hace un par de años mientras investigaba sobre la resistencia alemana durante la dictadura nazi me topé de frente con la fotografía que ocupa este texto. Desplegada en un formato enorme forma parte de la exposición permanente en el Memorial de la Resistencia Alemana en Berlín. La foto me impactó porque ante el horror provocado por los nazis, saber de la existencia de personajes como el del protagonista de la imagen lo llevan a uno a imaginar lo difícil que pudo ser su vida y destino.
No olvidé la fotografía ni al personaje y cuando supe que había un libro escrito por su hija que narraba parte de su vida, no descansé hasta encontrarlo.
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