La disminución en las cantidades de cocaína incautadas en Europa occidental ha comenzado a ser presentada, en algunos discursos oficiales, como un indicio de avances en la lucha contra el narcotráfico. Sin embargo, un análisis del Global Initiative Against Transnational Organized Crime (GI-TOC), una organización independiente con sede en Ginebra, Suiza, advierte que esta lectura puede resultar engañosa. Lejos de señalar una contracción del mercado, el descenso de las incautaciones revela transformaciones profundas en la dinámica del tráfico, así como limitaciones estructurales en la forma en que los Estados europeos miden el fenómeno.
Además de señalar tendencias estratégicas, el análisis realizado por los investigadores Daniel Brombacher, Sarah Fares y Ruggero Scaturro destaca cifras concretas que ilustran el cambio en la dinámica de los decomisos en Europa occidental. Entre 2023 y 2024, los tres puertos más grandes del noroeste europeo —Rotterdam, Amberes y Hamburgo— experimentaron descensos significativos en las cantidades de cocaína interceptadas. En concreto, Rotterdam reportó una caída de aproximadamente un 40% en la cocaína incautada, mientras que Amberes registró una disminución de más de un 60%, y Alemania vio más de la mitad del volumen decomisado en años anteriores dejar de ser interceptado en estos puntos clave. Esta tendencia se ha mantenido también durante 2025.
El análisis, publicado en noviembre pasado, aporta cifras que reflejan cómo las organizaciones criminales han modificado sus patrones operativos dentro de Europa para reducir riesgos. Por ejemplo, las autoridades holandesas informaron que el número de envíos de cocaína de más de una tonelada incautados cayó de 22 en 2021 a apenas 8 en 2024, lo que indica que los grandes cargamentos se han vuelto menos frecuentes. Al mismo tiempo, los envíos interceptados de menos de 100 kg aumentaron de 89 en 2022 a 115 en 2024, reforzando la hipótesis de que el tráfico se ha fragmentado en volúmenes menores para evadir las capacidades tradicionales de detección.
El análisis identifica tres tendencias clave que ayudan a explicar por qué las cifras de decomisos han dejado de ser un termómetro fiable del narcotráfico en Europa: la adaptación estratégica de las redes criminales, los cambios en las prácticas de control y reporte de las autoridades, y la persistencia de un mercado fuerte pese a la aparente caída de incautaciones.
Primera tendencia: adaptación y fragmentación del crimen organizado
La primera gran tendencia señalada por el GI-TOC es la capacidad de adaptación del crimen organizado transnacional. Durante años, las redes de tráfico privilegiaron el envío de grandes cargamentos de cocaína a través de contenedores marítimos, aprovechando el enorme volumen de comercio legal que pasa por los principales puertos europeos. Estas operaciones generaban incautaciones de alto impacto mediático, con toneladas de droga decomisadas en una sola intervención.
Hoy, ese modelo estaría cambiando. Según el análisis, las organizaciones criminales han aprendido que los grandes envíos conllevan pérdidas significativas cuando son detectados. En respuesta, estarían optando por estrategias de fragmentación, distribuyendo la droga en cargamentos más pequeños, utilizando múltiples rutas y reduciendo la dependencia de un solo punto de entrada.
Este cambio no implica una reducción del volumen total de cocaína que llega a Europa, sino una dispersión del riesgo. Para las autoridades, esto significa menos decomisos espectaculares, pero no necesariamente menos droga circulando. Por el contrario, la fragmentación dificulta la detección y hace que una mayor proporción de los envíos llegue a destino.
Segunda tendencia: desplazamiento geográfico y logístico de las rutas
La segunda tendencia identificada es el desplazamiento de rutas y nodos logísticos. Aunque puertos como Rotterdam, Amberes o Hamburgo siguen siendo fundamentales para el tráfico de cocaína, el análisis señala un creciente uso de puertos secundarios, rutas terrestres y esquemas logísticos más complejos, que atraviesan varios países antes de llegar a los mercados finales. Europa está experimentando una nueva expansión hacia el norte de Europa, el mar Báltico y el sudeste de Europa a través, por ejemplo, de puertos en Suecia, Polonia, Grecia y Turquía.
Este fenómeno responde tanto a la presión policial concentrada en los grandes puertos como a la corrupción y la infiltración criminal en eslabones menos vigilados de la cadena logística. Al diversificar puntos de entrada, las redes criminales reducen la probabilidad de incautaciones masivas y evitan atraer atención sostenida sobre un solo corredor.
Desde una perspectiva estadística, este desplazamiento tiene un efecto directo: las incautaciones se fragmentan entre múltiples jurisdicciones, algunas con menor capacidad de detección o de reporte, lo que contribuye a la percepción de una caída generalizada que no necesariamente refleja la realidad del tráfico.
Tercera tendencia: límites estructurales de las incautaciones como indicador
La tercera tendencia —y quizá la más relevante desde el punto de vista de las políticas públicas— es la debilidad de las incautaciones como indicador del tamaño y la evolución del mercado de la cocaína.
El GI-TOC subraya que los datos de decomisos dependen de múltiples factores ajenos al volumen real de droga que circula: prioridades operativas, recursos disponibles, cambios en metodologías de control, e incluso decisiones políticas sobre qué se mide y cómo se reporta. Además, los sistemas de registro no están plenamente armonizados entre los países europeos, lo que dificulta comparaciones fiables a lo largo del tiempo.
En este contexto, una caída en las incautaciones puede reflejar tanto una reducción de controles como una mayor sofisticación criminal, y no necesariamente un éxito sostenido de las políticas antidrogas. El análisis advierte que basar evaluaciones estratégicas únicamente en cifras de decomisos puede llevar a diagnósticos erróneos y a una falsa sensación de control.
Un mercado que no da señales de contracción
Pese al descenso en las cifras oficiales de incautaciones, otros indicadores apuntan a que el mercado europeo de cocaína sigue siendo robusto. Los niveles de consumo se mantienen altos en varios países, los precios no muestran incrementos significativos y la disponibilidad de la droga no parece haberse reducido de manera sustancial.
Además, el impacto del narcotráfico continúa manifestándose en fenómenos asociados como la violencia criminal, la corrupción institucional y el lavado de dinero, especialmente en entornos portuarios y logísticos. Para el GI-TOC, estos elementos ofrecen señales más claras sobre la magnitud del problema que las cifras de incautaciones por sí solas.
Uno de los principales mensajes del análisis es una advertencia a los responsables políticos: interpretar la caída de incautaciones como una victoria puede ser contraproducente. Una lectura complaciente podría derivar en recortes presupuestarios, menor cooperación internacional o una reducción del enfoque preventivo e investigativo, justo cuando las redes criminales están demostrando una mayor capacidad de adaptación.
El GI-TOC propone, en cambio, una aproximación más amplia que combine datos de incautaciones con análisis de mercados, flujos financieros ilícitos, patrones de violencia y corrupción. Solo así —señala el informe— será posible comprender la verdadera dimensión del narcotráfico y diseñar respuestas eficaces a largo plazo.
