Huachicoleo es como se conoce en México al robo y venta ilegal de combustible, el cual se extrae perforando las tuberías que lo transportan.
Esa actividad criminal es muy común en México. Principalmente a partir de 2010, factores como el alza de las gasolinas y la guerra desatada por el presidente Felipe Calderón contra el narcotráfico atrajeron al crimen organizado a este negocio ilícito.
De acuerdo con el think tank europeo International Crisis Group, que cita datos de Petróleos Mexicanos (PEMEX), entre 2004 y 2009 se produjeron en promedio 271 robos cada año, mientras que, entre 2018 y 2020, el promedio anual fue de 12 mil 873. Durante su pico en 2018, la llamada “ordeña” de ductos costó al Estado mexicano tres mil millones de dólares (aproximadamente tres veces el presupuesto anual del metro de la Ciudad de México).
Apenas comenzó su gobierno a finales de 2018, el presidente Andrés Manuel López Obrador realizó algunas acciones supuestamente firmes contra las mafias del robo de gasolina. “Pero a pesar de que ha tenido algunos logros, detener el huachicoleo de manera definitiva podría ser difícil, en gran parte debido a la corrupción estatal generalizada y la ausencia de alternativas lícitas para subsistir”, concluye el Crisis Group en un informe de marzo de 2022.
México no es el único país donde existe el huachicoleo a gran escala. Allá, en el lejano Golfo Pérsico, la República Islámica de Irán registra el mismo fenómeno delictivo.
El periódico iraní Etemaad (Confianza) reporta cómo en una de las regiones locales más desfavorecidas, Sistán y Baluchistán, al sureste del país, la gente sobrevive gracias a la extracción clandestina de carburante y su distribución.
La mayoría de los transportistas de huachicol iraní son jóvenes que mantienen a sus familias. Ellos almacenan en sus vehículos cientos de litros de combustible hurtado y, arriesgando el pellejo una o dos veces por semana, lo transportan 500 o 600 kilómetros por carreteras inseguras y peligrosas hasta llegar a la frontera con Pakistán, en donde lo venden hasta 30 veces más caro del precio oficial a otros contrabandistas.
El Etemaad, uno de los pocos medios independientes que a duras penas sobrevive en ese país gobernado por fundamentalistas religiosos, cuenta la historia de Mohammad Hossein, un muchacho de 26 años que recientemente murió calcinado dentro de su camioneta mientras circulaba cargado de huachicol.
Como bien saben los mexicanos, el robo de combustible y transportarlo conlleva un altísimo riesgo. No hay más que recordar la impresionante explosión el 18 de enero de 2019 de un oleoducto en Tlahuelilpan, en el estado de Hidalgo, la cual causó la muerte de 137 personas que en ese momento sustraían combustible.
En el caso de Mohammad, él perdió la vida mientras conducía en su pick-up a Pakistán cargando 2,600 litros de diesel traficado en una cisterna. El combustible lo conseguía en estaciones furtivas de Pirkonar, un poblado a 480 kilómetros del lugar donde él vivía, Karimabad.
Después de hacer una fila de kilómetros con otros camiones cisternas para comprar el huachicol, cuenta Etemaad, el joven Mohammad manejaba dos días hasta la frontera, entregaba su carga a un revendedor pakistaní y se regresaba a su pueblo. Pero aquel día fatídico su vehículo chocó contra una barrera de seguridad en la carretera, se volteó y estalló en llamas, quedando él atrapado en su interior.
Tan sólo en la localidad donde ocurrió su accidente, Iranshahr, en 2022 se registró el incendio de 170 vehículos que transportaban combustible de contrabando. En ellos murieron 168 conductores, de los cuales 147 tenías esposas e hijos.
El diario informa que cada semana explotan en promedio cuatro pick-ups en las carreteras de Iranshahr. Y en el hospital de la región, a donde van a dar los transportistas de huachicol accidentados, un doctor puede tratar y operar a dos o tres jóvenes quemados todas las semanas.
Por cada persona que muere en estas condiciones en Irán, se calcula que quedan en el desamparo económico 10 personas.
Un reporte de la Pakistan Petroleum Dealers Association -publicado en mayo pasado- arrojó que el diesel iraní que trafica a Pakistán ha aumentado tanto que ya cubre el 35 por ciento de las necesidades del mercado de este país, lo cual representó un valor comercial de 400 millones de dólares el año pasado.
(Con información de Etemaad a partir de una traducción francesa de Courrier International).