La abogada rusa que huyó a México

CIUDAD DE MÉXICO.- Era 2016. La abogada rusa Eugeniia Riu visitaba en compañía de Dariia, su hija de cinco años, el antiguo hogar de una pareja de amigos y clientes. Se trataba de una vivienda de 200 metros cuadrados localizada en Irkutsk, una ciudad de Siberia, de unos 620 mil habitantes, y próxima al enorme lago Baikal.

Los propietarios, Elena y Mikhail Musikhina, ambos científicos, necesitaban vender el inmueble urgentemente: el régimen los perseguía. Eugeniia había conseguido quien lo adquiriera. El precio era demasiado bajo, pero la situación no daba para más.

No pasó mucho tiempo desde que la abogada y su niña habían llegado al lugar cuando una persona salió y les apuntó con un arma de fuego, relata Elena en su libro de memorias Searching for the truth in Canada. La huida fue inmediata.

Varios años después de ese episodio, a mediados de 2023, este reportero conoció a Eugeniia en las escaleras que dan a la explanada de Rectoría en Ciudad Universitaria.

Sábados y domingos ella camina por la máxima casa de estudios cargando una caja de plástico llena de repostería típica de Europa del Este que ofrece a los paseantes. Aquella ocasión estaba acompañada por un hombre que servía de intérprete y explicaba a los clientes potenciales que Eugeniia era refugiada política y vendía postres para poder sostenerse.

El 6 de junio pasado, en una cafetería cercana a Ciudad Universitaria, Eugeniia aceptó relatar su historia a Underground. Lo hace en un español accidentado -que hace a veces difícil la comunicación-, pero de manera muy voluntariosa. Es la primera vez que toma pozol, una bebida espesa, tradicional del estado de Tabasco, hecha a base de cacao y maíz.

Ella es rusa y no ucraniana, como parecía haber dicho la persona que la acompañaba hace un año.

Antes de verse forzada a huir de Rusia, Eugeniia era asesora general de Alpha Bank, el banco privado más grande Rusia. Ella cursó estudios de derecho en su país y obtuvo posteriormente un diploma en economía durante un exilio en Ucrania.

Persecución

Su vida dio un giro en 2015, cuando su amiga Elena Musikhina, y su esposo Mikhail, fueron clasificados por las autoridades como “extremistas“. Su trabajo había revelado importantes daños medioambientales en el lago Baikal, producto de las actividades de empresas estatales rusas. El poder local no lo aguantó.

Ese mismo año y por dicha razón, la pareja se vio forzada a huir a Canadá mientras que Eugeniia continuó representándolos legalmente. Este hecho, y sus opiniones en redes sociales condenando la represión del régimen ruso, la convirtieron -comenta- en blanco de las autoridades. La abogada se sentía vigilada.

El miedo la orilló a tomar el primer tren que la llevara a Ucrania, cuyo territorio de Crimea acababa de ser anexado unilateralmente por Vladimir Putin, disparando las tensiones ya existentes entre ambos países.

Regresó a Rusia, pero en mayo de 2016 el jefe de seguridad del banco en el que ella trabajaba la llamó para someterse a un nuevo “interrogatorio”. El temor la invadió otra vez. A pesar de que la seguridad bancaria no es una autoridad del Estado, periodistas como los del medio independiente Mediazona han revelado que éste dispone de agentes encubiertos espiando objetivos incómodos al poder. Además, las personas de seguridad del banco eran conocidos simpatizantes del gobierno ruso.

Este tipo de casos son comunes en la Rusia de Putin. Se cuentan en cientos la cantidad de perseguidos políticos detenidos en las cárceles rusas. La reconocida organización de derechos humanos rusa Memorial -prohibida por el régimen- contabiliza al menos 600 prisioneros políticos en ese país.

Desde la reforma a la ley antiterrorismo en 2007, numerosos activistas rusos han sufrido violencia política bajo la acusación de ser una amenaza a la seguridad nacional. No hay que olvidar que Aléksei Navalni, el principal opositor de Putin fallecido en febrero último, se encontraba encarcelado bajo el mismo cargo por el que Eugeniia defendía a Elena: extremismo

La politóloga de la Universidad de Carolina del Sur, Adriana Boersner, observa que “las crecientes protestas públicas en contra de las políticas del gobierno ruso se atacan con medidas violentas, dejando que las políticas autoritarias del siglo XX dejen de ser un recuerdo”. O bien, como Eugeniia responde a una pregunta de este reportero: “¿Putin? Es igual que Stalin”.

Discriminación

El 28 de junio de 2016 Eugeniia dejó definitivamente Rusia. Desde entonces no ha vuelto. Poco después de su partida, explica que fue acusada de “apoyar y proveer asistencia material a extremistas”. 

Vivió cinco años en Chervonograd, en la provincia de Leópolis (o Lviv, por la pronunciación en ucraniano), una ciudad de más de 700 mil habitantes (la sexta más grande del país) a 70 kilómetros de la frontera con Polonia. Durante ese tiempo no pudo conseguir un empleo estable debido a la discriminación que, ella acusa, existe en contra de los rusos. En su mencionado libro, Elena cuenta que a Eugeniia “no la contrataban ni para trabajar en la cocina, pues los ucranianos preferían que la comida fuera mala a que la hiciera un cocinero ruso”.

Esta situación fue aún más insostenible con su hija. La entrevistada narró que en la escuela la pequeña era golpeada, e incluso se le prohibía sentarse a comer junto a los otros niños.

Eugeniia había huido de la represión del Estado ruso y ahora se encontraba en Ucrania con un rechazo generalizado de la población.

Fue entonces que Alexei, el hijo mayor de Elena, quien se encontraba viviendo en México desde hacía unos años, se ofreció a ayudar a Eugeniia y su hija para que salieran de Ucrania y reiniciaran una nueva vida en Ciudad de México.

Así, en junio de 2021, la abogada se vio nuevamente forzada a abandonar todas sus pertenencias y embarcarse hacia un nuevo destino, ésta ocasión a un país totalmente desconocido y diferente al suyo a más de 11 mil kilómetros de distancia. Ocho meses más tarde, el 24 de febrero de 2022, ocurriría la invasión rusa de Ucrania.

Eugeniia y Dariia tomaron un vuelo de Turkish Airlines hasta Estambúl, en donde tenían que abordar un avión a México. Sin embargo, sin siquiera haber revisado sus documentos, un oficial de la aerolínea les impidió el abordaje con el argumento de que “nada tenía que hacer ahí y su lugar estaba en Odessa” (provincia ucraniana disputada por Rusia).

Madre e hija pasaron dos noches recluidas en una oficina del aeropuerto mientras se arreglaba su situación.

Nueva vida

Gracias al apoyo de Elena, que “negoció con las autoridades de Turkish Airlines“, explica Eugeniia, ella y Dariia pudieron abordar otro avión a la capital mexicana. Se estableció en la casa de Alexei y su esposa Daniela en la alcaldía Tláhuac, y consiguió un trabajo como  mesera en un restaurante.

A los seis meses se mudó a casa de Susana y Antonio, una familia de mexicanos que ya había apoyado a Alexei cuando llegó a México, perseguido también por las autoridades rusas. Ellos no dudaron en brindar su ayuda a Eugeniia, e incluso intentaron emparejarla con uno de sus hijos, recuerda ella con buen humor.

Antonio tiene una hermana, Xóchitl, quien trabaja para una organización de derechos humanos. Xóchitl logró conseguir para ellas su estatus de residentes legales… en tan sólo un año; a Elena le había costado cinco de constante lucha para obtener el suyo en Canadá.

Eugeniia vive actualmente en un departamento con su hija, que está por cumplir 13 años. La abogada me muestra orgullosa los dibujos que hizo “su nena”, como se refiere a ella, y comenta que se encuentra feliz en su escuela. Dariia quiere ser artista. 

Por el momento, Eugeniia se dedica a vender repostería que ofrece en su página de Facebook Eugenia pastel de miel. A veces trabaja como extra en algunas producciones. Comenta que su objetivo principal es aprender español para poder conseguir el permiso de abogada, profesión que ejerció durante 20 años antes de su exilio.

No tiene planes de dejar México; dice que se siente bien aquí: “Puedo respirar tranquilamente. Muchísimas gracias, México“, concluyó, no sin antes prometer que la próxima vez probará el taxcalate, una bebida prehispánica chiapaneca.

(Editor: Marco Appel)

Ricardo Sánchez Hernández forma parte del programa de impulso a estudiantes de periodismo de Underground Periodismo Internacional.

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