Por todo Filipinas han aparecido cadáveres: hombres con las cabezas envueltas en cinta de empaquetar, cuerpos ensangrentados descubiertos al interior de chabolas y en las aceras, niños abatidos a tiros con sus padres dentro de sus habitaciones. La mayoría de los miles de muertos han sido habitantes de chabolas urbanas, acusados de traficar y consumir estupefacientes. La sangrienta “guerra contra las drogas” de Rodrigo Duterte se ha cobrado hasta ahora miles de vidas desde que asumió el cargo en 2016, y prometió que miles más correrán la misma suerte en su deseo de “preservar la generación”.
Un abogado filipino ha presentado una denuncia ante la Corte Penal Internacional (CPI) de La Haya en la que acusa a Duterte, junto con otros 11 funcionarios filipinos, de asesinato en masa y crímenes contra la humanidad por los asesinatos de miles de personas en las últimas tres décadas. Antes de ser elegido presidente, Duterte fue alcalde de la ciudad de Davao durante más de 20 años, donde era conocido por sus “escuadrones de la muerte”, formados por hombres que mataban a presuntos delincuentes. Pero a pesar de las acusaciones de asesinatos en masa, el apoyo a Duterte sigue siendo fuerte en toda Filipinas, donde se ha ganado el apodo de “El Castigador”. El entonces presidente de Estados Unidos, Donald Trump, en una llamada telefónica filtrada, dijo a Duterte: “Sólo quería felicitarlo porque me he enterado del increíble trabajo que ha hecho con el problema de las drogas.”
Las víctimas eran hermanos, hijos, padres. Pero Duterte se pregunta: “¿Son humanos?
Con autorización de la agencia MAPS, Underground presenta una muestra del ensayo fotográfico “La guerra contra las drogas de Manila”, que realizó la premiada fotoperiodista Hannah Reyes Morales, nacida y basada en Filipinas.
La policía examina cadáveres el jueves 17 de noviembre de 2016 en Metro Manila, Filipinas. El presidente Rodrigo Duterte ha sido ampliamente criticado por las organizaciones internacionales de derechos humanos por su “guerra contra las drogas”, que se ha cobrado miles de vidas desde que asumió el cargo, pero su índice de aprobación sigue siendo positivo entre la mayoría de los filipinos, especialmente los pobres y la clase trabajadora.
Los familiares de Jhay Lord Clemente, víctima de la “guerra contra las drogas” del presidente Rodrigo Duterte, lloran en su entierro el domingo 18 de septiembre de 2016, al sur de Manila. Jhay Lord fue asesinado a tiros junto con su novia, y se ganaba la vida hurgando en la basura.
Elizabeth Navarro, embarazada de 9 meses, se sienta junto a los féretros de su pareja, Domingo Manosca, y su hijo Francis, de 6 años, el miércoles 14 de diciembre de 2016 en Metro Manila, Filipinas. Ambos fueron tiroteados en su casa y forman parte de los miles de muertos en la sangrienta “guerra contra las drogas” del presidente Rodrigo Duterte.
Hombres durmiendo dentro de una cárcel abarrotada, el miércoles 14 de diciembre de 2016 en Quezon City, Metro Manila, Filipinas. A medida que se detiene a más hombres por consumo de drogas en el marco de la “guerra contra las drogas” de Rodrigo Duterte, las cárceles se congestionan y los amigos y familiares de los reclusos informan que los hombres se niegan a salir libres por miedo a ser asesinados por la policía.
Familiares de Randolf Groyon son observados junto a su féretro días después de que fuera ejecutado cerca de su casa en Manila, Filipinas. Randolf fue tiroteado junto a su mejor amigo mientras pasaban el rato junto a su triciclo.
Los restos de Marcelo Salvador en el velatorio en su casa el jueves 8 de septiembre de 2016, a pocas cuadras del lugar de su asesinato en Las Piñas, Filipinas. Marcelo acababa de comprar para sus hijos Milo, una bebida de chocolate, cuando los pistoleros llegaron y lo abatieron.
Hannah Reyes Morales nació y creció en Manila, donde se licenció en Comunicación Oral en la Universidad de Filipinas Diliman. Mientras estudiaba, realizó unas prácticas en la agencia europea Pressphoto. La fotografía de Hannah se centra en las personas inmersas en situaciones complejas creadas por la desigualdad, la pobreza y la impunidad. Ha fotografiado la trata de personas en el mar en Filipinas para The New York Times, ha informado sobre los crímenes de guerra contra las mujeres camboyanas para Al Jazeera America y ha documentado el cambio de las culturas indígenas en Filipinas con una beca de National Geographic. En 2016, Hannah utilizó una subvención del Proyecto GroundTruth para completar el proyecto “Shelter from the Storm”, que examina cómo las mujeres filipinas son más vulnerables a la violencia sexual y a la trata de personas después de los tifones. En una línea igualmente íntima y compleja, su actual proyecto personal documenta la vida de las trabajadoras domésticas empleadas por su familia en Filipinas.
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