En marzo de 2008 apareció en Francia un nuevo medio al que muchos pronosticaron un rotundo fracaso. Era una apuesta que remaba contra la corriente de los medios tradicionales: quería ser completamente digital, sin publicidad y vivir sólo de sus suscriptores. Edwy Plenel, su fundador y uno de los periodistas galos de investigación más destacados, apostó contra viento y marea por esta nueva forma de presentar al periodismo. Mediapart -el nombre de ese bicho raro- se ha convertido 12 años después en un medio de referencia dentro y fuera de Francia con más de 200 mil suscriptores. Su director reflexiona con Underground Periodismo Internacional sobre el periodismo y la necesidad de devolverle el valor a la información.
BRUSELAS, Bélgica.– Lo que Edwy Plenel deseaba en ese 2008 era recuperar su libertad y fundar el medio con el que había soñado. Con la experiencia que le daban los ocho años como director del periódico Le Monde (1996-2004) irrumpió en el competido paisaje mediático de su país con un nuevo concepto que rompía con el dominante esquema de gratuidad en las noticias.
Faltaban algunos años para que los grandes medios comenzaran a implantar sistemas de pago en sus sitios de internet y para que las nacientes redes sociales afianzaran la revolución que habían generado en la forma en que los lectores consumen la información.
Parecía también que el proyecto había escogido el peor momento para salir, en medio de una de las más graves crisis financieras globales en la historia, por la que incluso algunas economías europeas tuvieron que recibir ayuda internacional de emergencia para evitar la bancarrota.
Es en ese contexto que Mediapart nació. Con un capital inicial de tres millones de euros -aportados por medio centenar de inversionistas, muchos de ellos periodistas, escritores y académicos- Plenel contrató de planta a 25 periodistas y se fijó la meta de alcanzar lo antes posible los 40,000 suscriptores necesarios para garantizar un equilibrio financiero.
Pasaron tres años y el portal, si bien captaba cada vez más lectores, seguía sin ser rentable. Plenel confiesa que hubo un momento en que llegó a sentirse Cristóbal Colón cuando su agotada tripulación, a punto del amotinamiento, le preguntaba impaciente en dónde estaba la tierra prometida.
Fue en septiembre de 2010 cuando Mediapart consiguió de un sólo golpe pasar de los 25,000 a los 50,000 suscriptores tras una gran exclusiva: la publicación de unas grabaciones que desvelaban las cuentas secretas en Suiza de Liliane Bettencourt, la heredera del imperio L’Oréal, y la relación opaca que sostenía con el entonces presidente de derecha Nicolas Sarkozy y su ministro de presupuesto, Éric Woerth.
Desde entonces el portal recoge montones de nuevos abonados con cada escándalo de Estado que saca a la luz.
En 2012, por ejemplo, Mediapart obtuvo otros 10,000 nuevos abonados cuando reveló que Jérôme Cahuzac, el ministro de presupuesto del presidente socialista François Hollande, tenía cuentas ocultas en Suiza y Asia (fue condenado por ello) y que Sarkozy, por su parte, recibió financiamiento ilegal para su campaña presidencial en 2007 de parte del fallecido dictador libio Muamar el-Gadafi (caso que sigue su curso).
Mediapart cerró el año 2019 -prepandemia- en números entonces inéditos, con 170,000 suscriptores (13 por ciento más que el año anterior) e ingresos de casi 17 millones de euros (22 por ciento más que 2018). La cantidad de periodistas fijos ya era el doble que en 2008. Pues los resultados de 2020, presentados en marzo pasado, fueron todavía mejores -“excepcionales”- ya que mostraron el más fuerte crecimiento en los 13 años de existencia del portal, sumando más de 48 mil suscriptores (para totalizar 218 mil) y superando una cifra de negocios de 20 millones de euros. Ello permitió contratar a 26 nuevos periodistas, con lo que ahora Mediapart lo conforman 118 asalariados y 175 periodistas freelance.
Periodismo combativo
Plenel, quien hoy tiene 68 años, considera que Mediapart es la “culminación” de su carrera periodística, la cual comenzó en la lejana década de los 70 en el semanario Rouge (Rojo) de la Liga Comunista Revolucionaria, la organización trotskista en la que militó.
Hablar de Plenel es hablar de un periodista polémico y chapado en la mejor tradición de la prensa combativa francesa, pero que ha sabido aprovechar las ventajas del mundo digital. Para él no existe “un nuevo periodismo” sino “nuevas herramientas” que permiten arrancar al poder información de interés público.
Es por eso que Plenel y Mediapart han asumido abiertamente la defensa de Julian Assange, Edward Snowden y otros alertadores de ilegalidades que han osado utilizar estas nuevas herramientas.
“Defender a Assange —ha escrito— es defender el periodismo”.
Plenel comenzó a ganar respeto como reportero de investigación al inicio de los años 80 en las páginas de Le Monde. Cuenta que “el placer del hallazgo” es lo que siempre ha motivado su trabajo periodístico, y la razón por la que de joven quiso estudiar arqueología.
El ex presidente socialista François Mitterrand lo mandó espiar a raíz de un par de revelaciones: el caso de un grupo especial antiterrorista que sembró armas en el departamento parisino de unos guerrilleros irlandeses para culparlos de una serie de atentados y el de los agentes secretos franceses responsables del hundimiento del barco Rainbow Warrior de Greenpeace el 10 de julio de 1985 en la bahía neozelandesa de Auckland, que costó la muerte de un fotoperiodista.
Esas investigaciones periodísticas costaron el puesto a dos jefes de la inteligencia, el procesamiento judicial de quienes lo espiaron (muchos años después) y la dimisión del entonces ministro de Defensa Charles Hernu.
Plenel es una figura pública en Francia que ha asumido el papel de activista de lo que para él debe ser la prensa independiente y su función democrática.
Su propio ideario ético se encuentra dentro de una larga bibliografía, con títulos manifiestos como Combate por una prensa libre (2009), El derecho a saber (2013), El valor de la información (2018), o el más reciente, La salvaguarda del pueblo: prensa, libertad y democracia (2020).
Convencido de que los periodistas tienen que “encarnar” su trabajo y defenderlo públicamente, el fundador de Mediapart —con su eterno bigote tupido y su infantil gesto travieso— brinca al ruedo de los estudios de televisión y de cuanto medio lo invite a debatir sobre el escándalo político o el abuso de poder en turno.
Plenel suele decir que Mediapart es un “laboratorio del siglo XXI” para el periodismo. Fiel a esa concepción, en octubre de 2019 trasladó el capital de la empresa a un fondo sin fines de lucro con el fin de proteger su independencia y misión de servicio público. Esa estructura legal prohíbe que el portal sea cedido, comprado o cotice en Bolsa y termine beneficiando a los accionistas y no a sus trabajadores.
El periodista, palanca de la democracia
El pasado 23 de noviembre Underground Periodismo Internacional charló con Edwy Plenel. La entrevista fue por videoconferencia pues en medio de la segunda ola de contagios en Europa un encuentro directo no era posible.
Son más de las cinco de la tarde en París y Bruselas, afuera ya es de noche y como tema de conversación sólo hay uno pactado: el periodismo. Así de simple y complejo a la vez.
–En una época de noticias falsas, desinformación, desconfianza ciudadana al periodismo y crisis del modelo tradicional de la industria informativa, ¿qué significa hoy ser periodista?
-La época es complicada e inquietante en muchos aspectos. Pero al mismo tiempo es formidable para el periodismo, que está obligado a regresar a su esencia, incluso contra la resistencia de una parte de los medios. En este momento abundan la propaganda y las mentiras, los poderes políticos no se ciñen a los valores democráticos y siguen un curso autoritario que roba nuestras libertades fundamentales. Frente a esa situación, el periodismo debe rejuvenecer y reencontrarse con su función democrática. Y eso, profesionalmente, es un placer”.
Plenel tiene claro que la función del periodista no es opinar. Esa, dice, pertenece a los ciudadanos. El trabajo de los medios, bajo su punto de vista, es producir verdades sobre hechos verificados, documentados y provenientes de fuentes fidedignas. Se trata de generar un nexo entre la razón y la realidad, hacer comprender lo que está sucediendo y dar a conocer todo lo que es de interés público.
“Si los periodistas nos concentramos en eso y lo hacemos con toda independencia, sin censurarnos ni servir a los poderes económicos o políticos, la confianza del público regresa”, sentencia.
–Usted insiste en que el periodismo es inherente a la democracia. En su libro El valor de la información escribe que “sin información libre, rigurosa y pluralista, los ciudadanos, ciegos y atrapados en la propaganda y la ideología, pueden votar por sus peores enemigos”. El problema es que los sondeos muestran —por ejemplo, en América Latina— que el desinterés ciudadano por la democracia es cada vez más preocupante. ¿Cómo puede el periodismo ser un pilar de la democracia si no es valorada ésta por los ciudadanos?
-No creo demasiado en los sondeos. Creo que incluso cuando los ciudadanos se abstienen no se debe a un desinterés por la democracia. Lo hacen porque no se reconocen en la representación política. Nuestra función como periodistas es mostrar, a través de nuestra actividad profesional, que la democracia es un valor vivo y útil y no un concepto abstracto.
Y abunda: “Los periodistas no tenemos que estar seguros de que la democracia funcionará, con dirigentes y partidos responsables. No estamos del lado de la política representativa, ni del Estado, ni de los intereses privados, sino de los ciudadanos. Y estamos con ellos para hacer vivir la democracia mediante nuestras investigaciones, las cuales meten a la agenda pública los temas que no necesariamente desean los partidos: corrupción, medio ambiente, salud pública, urgencia social o paraísos fiscales. El periodista es una palanca de la democracia que mueve progresivamente hacia adelante a la opinión pública.
“Lo que deja ver la actitud demagógica y autoritaria de muchos regímenes que fueron electos en las urnas es pánico y debilidad. Parecen fuertes porque están en el poder, pero en realidad están temerosos. Por eso tienen necesidad de mentir, de crear verdades alternativas. Vemos que en la crisis sanitaria actual juegan al complotismo, niegan la gravedad del virus y no confían en la ciencia. Por eso los periodistas tenemos que ser un punto de referencia de la razón, la sensatez y la tranquilidad. Nosotros no debemos tener pánico ni miedo”.
–Ya que menciona el interés público como quintaesencia del periodismo, es importante definir bajo qué óptica abordar nuestra función. Los valores tradicionales de objetividad e imparcialidad son muy cuestionados y se argumenta que es mejor ser transparentes frente al lector y no tratar de ocultar nuestra posición personal, incluso si ésta es abiertamente favorable a un régimen o partido político. Usted comenzó en los años 70 en la prensa militante de izquierda. ¿Qué piensa de esta discusión entre transparencia y objetividad?
-Es una pregunta muy importante y trataré de responder lo más preciso posible. Tengo casi 70 años y pertenezco a una generación muy comprometida, para la que la mentira no podía ser el fundamento de una política. Aunque tuviéramos compromisos partidistas, éstos no justificaban una mentira. La verdad era revolucionaria y había que ver las cosas de frente, incluyendo aquello que nos pudiera obligar a pensar contra nosotros mismos.
Y ejemplifica: “mi generación abrazó con entusiasmo la revolución cubana pero al mismo tiempo documentó el curso autoritario del régimen de Fidel Castro y el partido único; arropó la lucha anti-imperialista y anti-colonial y luchó por la emancipación de los derechos democráticos y sociales sin aceptar ser capturada por el dogma del partido de Estado y de la ideología.
“Mi generación —remarca— no fue ingenua sobre la realidad de los Estados socialistas, sobre cómo traicionaron la esperanza democrática y social, y cómo el estalinismo fue una impostura”.
Con esas certezas, dice, practicó siempre el periodismo.
“Nuestra profesión supone ante todo más que objetividad, lealtad. Un encabezado es una elección, un gancho de un artículo es una elección. No somos objetivos como tal, no estamos descarnados. Eso sí, tenemos que ser honestos, y la honestidad es la regla profesional”, insiste.
-¿Asume hoy una preferencia política?
-Soy un ciudadano de izquierda, pero cuando estaba en Le Monde y teníamos una presidencia de izquierda, documenté las mentiras, la corrupción y los escándalos de Estado de François Mitterrand. Mediapart ha vivido ya tres presidencias: la de Nicolas Sarkozy, François Hollande y ahora Emmanuel Macron, y siempre hemos hecho nuestro trabajo.
“El nuestro es un medio participativo. Somos totalmente transparentes. Es una suerte porque cuando hay un malentendido con el público podemos explicarnos, podemos debatir con nuestros lectores. Nuestros periodistas presentan públicamente una declaración de interés para que todos sepan si hay un conflicto de ese tipo. Nuestros salarios son públicos y el desempeño económico de nuestro portal es información abierta”.
-Su medio es pionero entre los sitios de información de pago que dependen de sus lectores. Usted ha narrado cómo en un principio muchos pensaban que ese modelo era una locura que no funcionaría. Más allá de la obstinación, ¿qué decisiones fundamentales permitieron a Mediapart su éxito?
-Nuestra apuesta giró alrededor de dos convicciones. Por un lado, que la investigación es el centro del periodismo. Vivimos una época en la que el poder, sea estatal, económico o financiero, protege lo secreto. En Bruselas usted conoce todos los debates sobre el secreto corporativo, y en Francia vemos la forma en que el poder busca impedir que hagamos nuestro trabajo y documentar la actuación de la policía.
“Al nacer intuimos que la revelación de información de interés público se iba a convertir en una nueva batalla. Había una crispación del poder. Los años 70 y 80 marcaron un periodo muy dinámico de libertad de prensa, al menos en los países que no estaban bajo regímenes autoritarios. Sabíamos que esa etapa estaba terminándose y que el derecho a la información se pondría en peligro. Entonces sería necesario ir a buscar la información y mostrar el reverso de las cosas. Nuestra intuición fue la misma que tuvo Julian Assange con Wikileaks y que permitió desnudar de manera pacífica al poder e impulsar la investigación en todos los campos”.
-¿Y cuál fue la segunda convicción?
–Darle valor a la información. La gratuidad que otorga la publicidad es un callejón sin salida para el periodismo de calidad, destruye su valor y lo arrastra a lo que tenemos hoy: un reino de talk shows (programas de entrevistas y debates) en los que hay que brutalizar, chocar, provocar para ganar audiencia y beneficios publicitarios dentro de ese modelo de gratuidad.
“Nuestra apuesta económica -un medio que viviera sólo de sus abonados- iba acompañada de la apuesta editorial de devolver el valor de la información. En Mediapart tenemos una libertad formidable al no tener necesidad de publicidad porque vivimos del sostén de nuestro público”, dice, y reconoce que no todos los que han seguido el camino de la digitalización lograron romper la lógica de las audiencias que dependen de la publicidad.
–Los corresponsales en el extranjero han sido afectados por la crisis económica de los medios en todo el mundo. Con la pandemia la situación empeoró y en México prácticamente han desaparecido. La agencia de noticias del Estado y la revista Proceso desmantelaron sus redes de corresponsales, las únicas que quedaban en la prensa escrita. Usted que fue director de redacción de un periódico como Le Monde, cuya sección internacional es admirable, ¿qué puede decir sobre la importancia que juegan los corresponsales?
-La respuesta la tiene en nuestras páginas. El editor de información internacional de Le Monde, Francois Bougon, dejó el periódico para venir a trabajar con nosotros. Y cuando tuvo lugar el primer confinamiento escribimos a todos nuestros corresponsales internacionales para decirles que les garantizaríamos sus ingresos y no se los bajaríamos. Mantuvimos los ingresos de nuestra red conformada por decenas de corresponsales. Les dijimos que eran muy importantes para nosotros, que no los veíamos como una variable de adaptación contable.
–Mediapart tiene versiones en inglés y en español…
-Traducimos ciertos artículos en esas lenguas, que junto con el chino son las más habladas en el planeta. Idealmente tendríamos que traducir también al chino y al árabe para ampliar el impacto de nuestros artículos. Hay que utilizar todas las capacidades del mundo digital para desarrollar la cobertura internacional. En Mediapart los temas del mundo están muy presentes. Ayer, por ejemplo, hubo un crimen racista en Brasil y nuestro corresponsal hizo un reportaje sobre ello. Este fin de semana, aunque había mucha información francesa, decidimos publicar un paquete amplio sobre la situación de los uigures, el grupo étnico chino.
-¿Qué consejo daría usted a sitios como Underground Periodismo Internacional, fundado por periodistas y que busca ser totalmente independiente?
-Más que nunca hay que establecer una alianza entre el público y los periodistas. La libertad de prensa no es un privilegio para nosotros, es un derecho ciudadano. Entonces tenemos que defender la idea del contrato con los lectores y explicarles: `para esto servimos, a esto nos comprometemos y es por eso que les pedimos apoyo´. Y después hay que trabajar por la calidad de la información y para conquistar al público. Y eso toma tiempo.
DETRÁS DE LA HISTORIA
Edwy Plenel es desde hace muchos años un periodista muy popular en Francia. Lo es no sólo por los escándalos políticos que ha revelado, sino también por el apasionamiento y la agudeza con que defiende en público la función de vigilante del poder que debe jugar la prensa. Hace poco leí que incluso está en la cima del reconocimiento entre los jóvenes que quieren ejercer el oficio en aquel país, solamente detrás de Albert Londres, considerado el padre del periodismo francés de investigación hace un siglo.
Por eso cuando en Underground discutimos a qué figuras europeas del periodismo teníamos que entrevistar, pensé automáticamente en Plenel. No sólo por su trabajo de investigación a lo largo de tantos años, sino también porque él tuvo la visión (y el arrojo, en ese tiempo) de crear un diario digital fincado en un novedoso modelo de independencia e integración con los lectores, el cual hoy han replicado a su estilo otros portales europeos en los que, a su vez, nosotros nos hemos inspirado para fundar Underground.
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