
BERLÍN, Alemania.- Hace tres años llegué a esta ciudad sin saber que caminar por ella sería un recorrido histórico constante. Al principio sentí que al venir aquí había comprado un boleto al pasado.
Las calles te llevan a edificios barrocos, antiguas mezquitas, memoriales del horror, murales realizados a la gloria del socialismo y espacios que son cicatrices abiertas de la guerra.
Pero poco a poco, mi identidad como alguien que está de paso se fue convirtiendo en otra, la de una migrante que vive ya en esta ciudad. Y con ello cambió mi manera de contemplarla.