Julio 31 / 21
La pandemia por coronavirus ha desnudado a la titánica industria de la confección textil: lo que se revela detrás de la moda y el glamour es un endeble sistema de ganancias y riesgos repartidos de forma abusiva, y construido sobre una estructura laboralmente insostenible y socialmente injusta, según evaluaciones realizadas por universidades y organizaciones no gubernamentales, que lograron documentar casos de despidos, explotación, acoso sexual y otros abusos contra trabajadores en los principales países maquiladores del mundo.
Desde que el virus escapó de Wuhan en enero de 2020 y entró en contacto con los distintos nodos fabriles del planeta, la industria trasladó desproporcionadamente los costos del freno a la producción, distribución y venta de ropa y calzado al eslabón más débil de la cadena: las trabajadoras y los trabajadores de las maquilas.
De por sí el trabajo nunca había sido justo para la clase obrera que manufactura por pocos centavos los jeans, las camisetas o los zapatos deportivos que se exhiben en los escaparates de las tiendas del norte global a cientos de dólares. Sin embargo, en los últimas décadas se habían producido algunas victorias, por ejemplo avances en la representación sindical, en las prestaciones laborales o en la reducción en la brecha de género. Ahora el vendaval de la pandemia amenaza con borrar estos magros avances conseguidos durante décadas y encaminar al sector hacia una espiral de deterioro, a menos que se hagan cambios profundos al sistema.
SUSCRÍBETE PARA SEGUIR LEYENDO ESTA NOTA