Por Eduardo Quiros
Durante mi cobertura de la invasión rusa a Ucrania, lo que más me impresionó es la forma en que la gente tuvo que cambiar su forma de vida. Debido al constante e intenso bombardeo por parte de las tropas del Kremlin, muchos ucranianos se vieron forzados a vivir bajo tierra, con el temor y la incertidumbre de salir a la superficie. Es desgarrador observar cómo miles han perdido su hogar y han tenido que mimetizar su estilo de vida en las estaciones del metro, improvisando camas o casas de campaña, incluso habilitando los mismos vagones para vivir como si se tratara de un apocalipsis.
Los adultos caminan ausentes de la realidad que les rodea, y los más pequeños no pueden entender porqué les pasó esta desgracia.
“Un niño vive con su familia en el metro de Járkiv. El día que tomé esa foto llevaban dos meses ahí refugiados. Al principio costó trabajo que nos dieran permiso para fotografiarlos. La gente está temerosa, vulnerable. Pero después de pasar cierto tiempo con ellos y que platicaran su situación, nos autorizaron, ahora sí, a tomar imágenes”.
“Una familia vive en el interior de un vagón de metro. Las estaciones en Járkiv son muy profundas, lo que las vuelve refugios muy seguros para protegerse de los constantes bombardeos. Ahí abajo no llega la luz del sol. No se sabe si es de día o de noche”.
“Un hombre camina frente a los restos de un misil que cayó minutos antes en el centro de Járkiv. El ataque ocurrió al mediodía. En ese momento ingresaba en automóvil al centro de la ciudad en compañía de Christopher Rogel. Buscábamos a nuestro colega David Peinado, quien había quedado atrapado en medio del bombardeo unas calles adelante”.
“Humo de un incendio causado por un misil ruso en un centro comercial cercano al estadio de Járkiv. El lugar se encontraba a menos de un kilómetro del departamento donde nos alojamos. La onda expansiva del proyectil cimbró las ventanas al impactar contra su objetivo. La fotografía la tomé desde la azotea de nuestro edificio que tiene 15 pisos”.
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